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Número 18 - Abril 2006

¿Cómo y cuándo se es viejo?

Marisa Viviana Ruiz - Ana María Scipioni - Paula Etel Mallea - Daniel Fernando Lentini
dlentini@unsl.edu.ar

"Viejos son los trapos", versa un dicho popular que sintetiza el rechazo a nominar, pero más aún a ser nominado o a nominarse como viejo.

Es indudable que el significante "viejo" remite a un conjunto de significaciones cargadas de prejuicios y estereotipos que se fueron construyendo a lo largo de la historia.

Estas representaciones sociales ponen de manifiesto, en un vaivén simultáneo o sucesivo, significaciones que van desde la idealización hasta el desprecio. Pero, aún cuando se asocie la vejez a la experiencia y a la sabiduría o se la una al deterioro y a la enfermedad, la dimensión temporal aparece como su soporte.

El paso del tiempo deja sus marcas en el cuerpo, al igual que modela espacios sociales a ocupar y actividades a realizar. Es alrededor de estas dos dimensiones que vemos fundarse la mayoría de las representaciones sociales que de la vejez se tienen. Solemos escuchar: "el viejo es sabio" o de pronto realizar la ecuación "vejez = enfermedad".

Para Moscovici (1961) las representaciones sociales son construcciones simbólicas que se crean y recrean en el curso de la interacción social. Son maneras específicas de entender y comunicar la realidad, influyen a la vez que son determinadas por los sujetos a través de sus interacciones.

Para Jodelet (1986) las representaciones sociales refieren a una forma de conocimiento socialmente elaborado y compartido que circula en los discursos, palabras, medios de comunicación y cristaliza en las conductas y las disposiciones materiales o espaciales. Posibilitan una manera de interpretar y de pensar la realidad cotidiana, al igual que fijar posiciones con relación a situaciones, acontecimientos, objetos y comunicaciones.

Al estudiar el despliegue discursivo sobre la vejez a través de distintas culturas de Occidente y en diversos momentos históricos, podemos observar cómo las significaciones sociales que en torno a ella se entretejieron presentan sentidos opuestos. Así, podemos ver, cómo aún hasta la actualidad, por un lado la vejez es considerada como tarde de la vida, ocaso, en la que el sujeto se debilita, decae, declina; en donde habría un retraimiento de la carga pulsional y de los intereses del mundo exterior hacia el cuerpo, convertido en un peso o injuria. Y por el otro, la vejez se convierte en sinónimo de madurez y experiencia. La edad avanzada evoca la nobleza la dignidad, la prudencia. Ya no es injuria, sino un título.

El imaginario social instituido establece qué es un hombre y una mujer, da cuenta de lo que es un niño, un joven, un viejo. Es decir, que más allá del dato, definido en un caso por lo puramente anatómico y en el otro por la edad, éstos, nos dice Castoriadis (1986), "son lo que son en virtud de las significaciones imaginarias sociales que se les atribuyen, que los hacen ser precisamente eso que son".

Así, el imaginario social "no es imagen de. Es creación incesante y esencialmente indeterminada de figuras, formas e imágenes, a partir de las cuales solamente puede tratarse una cosa. Lo que llamamos realidad es obra de ello ". Se conforma así una red de representaciones que atraviesan el campo de lo social.

En él, la dimensión imaginaria provee, significaciones a todos y a cada uno de los elementos. El "hecho natural" como tal no existe. La sociedad lo toma y lo transforma fundiéndolo en la urdimbre de significaciones sociales.

Estas significaciones instituidas, como el lenguaje, en un movimiento metonímico, remiten a un sinnúmero de otras significaciones en un devenir espacio temporal inagotable que se despliega en un contexto histórico y cultural.

Toda sociedad construye su propio mundo, su propio sistema de interpretación y su identidad. A partir del imaginario social, el colectivo anónimo de los sujetos, crea la subjetividad como producto de la incorporación (por parte del individuo) de significaciones imaginarias sociales de la sociedad a la que pertenece.

Por lo tanto, en ellas están implicadas esta doble vertiente: la psique y lo histórico social, complejo entrecruzamiento entre lo subjetivo y lo social.

Castoriadis, refiriéndose a la articulación e interdependencia de ambos, va a decir que "lo psíquico y lo social son, por un lado, radicalmente irreductibles lo uno a lo otro, y por otro lado, absolutamente indisociables, lo uno es imposible sin lo otro".

Los imaginarios sociales operan en los procesos de subjetivación. Ésta remite a una urdimbre de marcas determinadas por prácticas sociales de educación, crianza... prácticas de intercambio que implican siempre y necesariamente en el campo de lo social a otro.

En Psicología de las Masas y Análisis del Yo (1921), Freud ya af irmaba: "En la vida anímica del individuo, el otro cuenta, con total regularidad, como modelo, como objeto... y por eso desde el comienzo mismo, la psicología individual es simultáneamente psicología social... La relación del individuo con sus padres y hermanos, con su objeto de amor, con su maestro y médico, vale decir, todos los vínculos... tienen derecho a reclamar que se los considere fenómenos sociales"

El niño adviene a un mundo en el que los valores y significados aceptados y rechazados por la sociedad le son anticipados en el discurso parental. Refiere a fenómenos de identificación que permiten la transmisión de marcas de la cultura a través de los cuales se estructura el sujeto.

Cada cultura establece lo que es percibible, lo pensable, lo significable, y esto implica un cierto grado de clausura. Sin embargo, la existencia de un hombre, en tanto producto y productor social se sostiene en un movimiento dialéctico ininterrumpido. Por un lado, los imaginarios cobran en esta dialéctica el valor de lo universal, sosteniendo y justificando las acciones de los actores sociales. Pero por otro lado, la sociedad es un algo no determinado, algo no completo, un algo dinámico en un hacerse permanentemente. Así, el imaginario social, aún resistiendo, da oportunidad al cambio.

Son los sujetos, desde su posición relativa a un momento histórico, a una situación social y al propio psiquismo, que desarrollarán, perpetuarán y modificarán permanentemente estas construcciones de sentido. Las marcas de identificación simbólica proveniente del Otro, influirán sobre el sujeto, quien podrá o no someterse a sus insignias.

Se nos abre un interrogante: ¿qué es ser viejo y cuándo una persona es considerada como tal?, ¿existen diferencias entre las representaciones que de ella tienen grupos socialmente considerados no viejos y la de aquellos que transitan por esta etapa de la vida? Y por otro lado ¿hay modos diferenciales de envejecimiento de lo femenino y de lo masculino?

Objetivo

Nuestro propósito es indagar las representaciones sociales referidas al qué es ser viejo/a y al cuándo se llega a serlo desde una perspectiva de genero. Al mismo tiempo, si de ellas existen diferencias entre jóvenes y adultos mayores.

Metodología

Se elaboraron una serie de frases incompletas que a la manera de enunciados abiertos al despliegue discursivo de los sujetos, permitieron a éstos poner de relieve las representaciones sociales de la vejez femenina y masculina. De la totalidad de las frases construidas, en este trabajo se analizan aquellas relacionadas a nuestro propósito: "Ser viejo/a para un varón/mujer es..." y "Un/a varón/mujer llega a viejo/a cuando...".

La muestra estuvo constituida por 115 sujetos. Ésta se conformó con 52 alumnos de segundo año de la carrera de Lic. en Psicología cuyas edades oscilaron entre los 18 y los 27 años y 63 Alumnos ingresantes al Programa de Educación Permanente para Adultos Mayores de la Universidad Nacional de San Luis de entre los 60 y los 80 años.

A partir de lo dicho por los sujetos, se construyeron categorías de análisis. Éstas refieren a:

  1. Cronológico: referencias específicas a una edad determinada o acumulación de años.
  2. Psicológicas: en ellas identificamos aspectos negativos como estados de ánimo dolorosos, pena, desesperanza, cambios de humor y de carácter, imposibilidad de realizar proyectos, etc. diferenciados de aspectos positivos como experiencia, sabiduría, plenitud.
  3. Se siente así: percepción interna, vivencia.
  4. Catastróficas: expresiones que refieren a lo siniestro.
  5. Imagen corporal: alusión a la exterioridad, pérdida de lozanía, canas, arrugas...
  6. Salud: limitado a disminuciones físicas, dolores, enfermedades.
  7. Connotación social: opinión y/o actitud favorable o desfavorable de la sociedad o de la familia.
  8. Pérdida del rol social: cese de actividades socialmente prescriptas como la jubilación.
  9. Sexualidad: modificaciones referidas a la actividad sexual o al cese reproductivo.
  10. Otras: inclasificables.

Es importante destacar que la frecuencia registrada, no coincide necesariamente con el n muestral debido a que cada sujeto podía en sus respuestas referirse a una o más de las categorías construidas a tal fin.

Análisis de los datos

Teniendo en cuenta la muestra total, podemos observar que en el "ser viejo para un varón" como en el "ser vieja para una mujer", las mayores frecuencias se concentraron entorno a respuestas a las que hemos denominado psicológicas. Sin embargo, son las negativas las que ocupan el primer lugar con una frecuencia de 36 tanto para el varón como para la mujer. Las positivas, de entre el total de las categorías construidas, se ubican en el segundo lugar, registrando para el varón una frecuencia de 16 y para la mujer de 24.

Si tomamos en consideración los dos grupos etáreos, esta tendencia se observa de igual manera. En los jóvenes, la referencia a aspectos psicológicos negativos relacionados al varón registra una frecuencia de 19 y en la mujer de 21; mientras que los aspectos psicológicos positivos de 21 y 12 respectivamente. Por su parte, en los adultos mayores, en relación al varón, la referencia a aspectos psicológicos negativos tiene una frecuencia de 17 y en la mujer de 15; mientras que los aspectos positivos de 4 y de 15 respectivamente. Es importante observar que en este último grupo etáreo, la referencia a lo negativo y a lo positivo en la mujer quedan equiparados.

Si tomamos en consideración la muestra total, la presencia de aspectos positivos y negativos con una alta frecuencia, dan cuenta de la antinomia que sobre la vejez se ha ido construyendo a lo largo de la historia. Ello remite al mismo tipo a apreciaciones presentes en distintas culturas y tiempos históricos que dieron lugar a actitudes de aceptación y rechazo tanto de la vejez en general como de los viejos en particular.

Así, en esta muestra, por un lado, "ser viejo/a", se la asocia a "tener experiencia, "sabiduría", "poder dar un consejo", o llegar a la plenitud y por el otro el ser viejo/a queda relegado a "no tener ilusiones", "intereses," "proyectos", "expectativas", teñido de nostalgia, tristeza y depresión. Pero si a esto le sumamos las respuestas a las que hemos denominado "catastróficas", los aspectos negativos ampliamente superan a los positivos. En ellas lo siniestro pareciera despojar a la vejez de cualquier posibilidad de movimiento metonímico del deseo. Ser viejo/a es... "el fin del mundo", "quedarse sin salida", "la muerte".

Esta misma tendencia hacia lo negativo se patentiza en las respuestas que refieren al cuándo se es viejo/a. Para la muestra total, cuando es referida al varón es de 36 y en la mujer 42 y no se observan diferencias entre los dos grupos etáreos. Las respuestas psicológicas positivas quedan francamente relegadas, éstas no superan a una frecuencia de 4.

Pareciera que el cuándo se es viejo/a remite a un tiempo en el que el deterioro se patentizaría con mayor fuerza y da lugar a que la llegada de la vejez se la asocie a un sentimiento o vivencia interna (con una frecuencia en la muestra total de 18 para el varón y 20 para la mujer) que por lo general se une a aspectos negativos. Sentirse viejo/a no parecería referirse a una edad cronológica sino a "estar entregado", "sin fuerzas para sobrevivir y llevar adelante deseos". Esta categoría, en el item "ser viejo/a" reviste la misma importancia, aunque un poco menor en la mujer.

Así como en la categoría anterior lo cronológico no juega un papel importante, en otros sujetos la edad es lo que define tanto el ser viejo/a como el cuándo se llega a serlo. Para la muestra total, esta categoría en el primer item, en el varón registra una frecuencia de 15 y en la mujer de 20, mientras que el cuándo en el varón presenta 15 y en la mujer 18. Las diferencias se observan intergrupo: para los adultos mayores tanto en el varón como en la mujer el ser viejo/a asociado a una edad cronológica es mayor que en el cuándo se es viejo, relación que se invierte en los jóvenes.

Un aspecto importante a tener en cuenta es que cuando los jóvenes refieren a la vejez asociada a una edad cronológica, esta se acerca a la propuesta dada por la Organización Mundial de la Salud; mientras que los adultos mayores eligen edades alejadas de las propias, con lo cual evitarían la posibilidad de ser nominados como viejos y cargar con los prejuicios de los que ellos mismos parecen ser portadores.

La categoría referida a la pérdida del rol social tanto en el primero como en el segundo item, para el varón presentan una frecuencia mayor que para la mujer. Esto se observa tanto en los adultos mayores como en los jóvenes.

Por otro lado, las referencias a modificaciones sexuales también se encuentran con mayor frecuencia en el varón y en los adultos mayores. Se encuentran expresiones como: "no poder tener sexo", "usa viagra", "su sexualidad se acaba"..., lo cual alude al no poder o al no tener. En la mujer las escasas menciones a ella se centran en el cese de la actividad reproductiva y a la posición de objeto.

Tanto la actividad laboral como la potencia sexual son los principales pilares sobre los que se asienta la masculinidad, por lo tanto, las diferencias encontradas responden a estereotipos de género.

Del mismo modo, responden a este tipo de estereotipos la connotación familiar que con características positivas se inclinan con mayor frecuencia hacia la mujer aludiendo a la abuelidad y al fortalecimiento de los lazos familiares, mientras que para el varón refieren a aspectos negativos como "la pérdida de autoridad, respeto y liderazgo".

La referencia a la imagen corporal se presenta con mayor frecuencia en las mujeres, así pareciera que la exigencia de responder a los ideales posmodernos de belleza y lozanía, tienen mayor peso para la mujer que para el varón. Este último aspecto, se vuelve aún más relevante en los jóvenes que presentan una frecuencia de 8 para el primer item y de 10 para el segundo.

Un prejuicios considerados como uno de los más vigentes es la equiparación vejez = enfermedad. En esta muestra, en el ser viejo para un varón la frecuencia referida a la pérdida de salud es de 11 ubicándolo en el conjunto de categorías en un sexto lugar y para la mujer es de 6 quedando en un séptimo lugar. En el item referido al cuando se es viejo/a, la frecuencia en el varón es de 13 al igual que la mujer. Tomado en su conjunto, son los adultos mayores los que hacen mayor referencia a enfermedades y achaques.

Conclusiones

A través de la palabra se vehiculizan significaciones sociales. Aquellas relacionadas con el "ser viejo/a" y el "cuándo se es viejo/a", parecieran estar cargadas de prejuicios que quedan reducidos a las marcas del paso del tiempo. Marcas que se imprimen en el cuerpo y determinan posiciones sociales, modelando espacios, actividades y modos de envejecer posibles.

Para muchos, la vejez se encuentra asociada a una larga lista de pérdidas que como tales refieren a un tiempo pasado en el que se tenía o se podía. Junto a ello surge también, aunque en menor medida, lo que el paso del tiempo deja como legado. Sin embargo, desde la visión de los adultos mayores, son las mujeres las que pueden compensar con mayor facilidad las pérdidas con las ganancias. Diferencia que posiblemente se encuentre sustentada en estereotipos de género.

Si bien los ideales de masculinidad y feminidad están en proceso de cambio, parecen coexistir lo tradicional y lo innovador ya que no siempre los prácticas innovadoras se acompañan de la apropiación subjetiva de esos cambios. Y si esta imposibilidad de cumplir con los ideales se deben a factores evolutivos, podríamos pensar que se entrecruzan los estereotipos de género con los prejuicios que se sustentan acerca de la vejez.

Así es que en nuestra muestra la categoría Perdida del Rol Social entendida como el cese de actividades socialmente prescriptas obtiene mayor incremento de frecuencias en el varón tanto en el primero como en el segundo ítem y desde la visión de los dos grupos etáreos. Observamos aquí la persistencia de mitos en los que se sustenta la socialización masculina. El hombre "proveedor" ha constituido uno de los emblemas identificatorios más fuertes. El trabajo ha sido para el varón una pieza clave en su sistema narcisista y un emblema fálico por excelencia.

Otra de las categorías en los que visualizamos las diferencias de género es la Imagen Corporal. Ésta recae con mayor énfasis en la mujer, al mismo tiempo que son los jóvenes, quizá más pendientes y alienados en los valores postmodernos, los que refieren con mayor frecuencia a ella como indicio de vejez.

Pareciera que la sociedad sigue siendo más tolerante con los signos de envejecimiento masculino a nivel de la exterioridad. Para las mujeres se mantiene la exigencia de parecer más jóvenes, ideales que centrados en la seducción y en la belleza corporal son atributos necesarios para sentirse femenina.

Así como estos aspectos de la imagen son referidas como causales del cómo y el cuándo se es viejo con mayor énfasis para la vejez femenina, en el varón aparecen con mayor frecuencia las referencias a modificaciones sexuales, poniendo de relieve una vez más diferencias en los atributos de sentido según el género. Sabemos que uno de los prejuicios más fuertes sobre los viejos es que son asexuados y en mayor medida aún se desestima el erotismo de las mujeres. La escasez de frecuencias revela asimismo que este es un prejuicio asumido por los mismos viejos. Sin embargo las referencias al varón se centran en la actividad sexual. El pene (Badinter, 1992) como metonimia del hombre es al mismo tiempo símbolo de omnipotencia o de la más extrema debilidad. Si el narcisismo de género postula que un hombre es hombre cuando tiene erecciones ¿qué es un viejo? Al centrarse en estas dificultades parecen significar la pérdida de la masculinidad. Respecto a la mujer, las pocas frecuencias aluden a la menopausia, es decir la sexualidad de la mujer circunscripta al fin de su vida reproductiva, o ¿el final de la vida como mujer?.

Nos queda aún una categoría en donde se hacen presentes las diferencias y es la connotación Social o Familiar. Las frecuencias son mayores para los hombres desde los dos grupos etáreos. Sin embargo, es importante tener en cuenta que las diferencias se encuentran por sobre todo en el contenido de las frases. Para los varones se centran en la pérdida del poder, liderazgo y autosuficiencia, cualidades que han integrado los ideales del yo masculino prevalentes en nuestra sociedad; mientras que para la mujer aparentan ser más positivas pero responden igualmente a estereotipos, por ejemplo aparece la abuelidad como una opción valorada socialmente pero que en realidad es una manera de continuar con el modelo ideal que equipara el ser mujer con el ser madre, también están presentes los ideales de cuidado como una extensión de la funciones de madre - abuela, hacia otras relaciones y vínculos.

Lo femenino y lo masculino, delimitan modos diferenciales de envejecer. A partir del análisis realizado, fue posible observar cómo para esta muestra se encuentran presentes prejuicios y estereotipos que reflejan significaciones instituidas dependientes de nuestro actual contexto histórico y social.

Sin embargo, no sólo cada cultura tiene su propio tipo de envejecimiento (femenino o masculino), sino que cada estructura psíquica particular lo tiene. El peligro reside entonces en caer en generalizaciones en las que la propia singularidad quede perdida. Pérdida tal vez denunciada en aquel dicho "viejos son los trapos", que pone de manifiesto el lugar de objeto en el que, muchas veces, queda ubicada la vejez al igual que la necesidad de no asumir las insignias que se le adosan.

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