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Número 18 - Abril 2006

El grupo de reflexión en una institución de larga estadía. Un espacio a construir

Rosa Irma Chagel
rchagel@arnet.com.ar

¿Envejecer es dejar de evolucionar? ¿Existe sujeto si no existe porvenir? Desde nuestra perspectiva, trabajar con dispositivos grupales con los ancianos, significa pensar que el sujeto no es, "sino" que adviene y deviene en y por los intercambios sociales en los que participa.

El grupo es una práctica que nos permite crear lazo social, es la condición de posibilidad de existencia misma del psiquismo; ya que nacemos en un grupo, y los grupos proporcionan una trama para sostener la existencia del psiquismo a lo largo del tiempo.

El proceso de subjetivación es independiente de la fecha cronológica del tiempo.

Este punto de vista, también nos separa de pensar en una estructura histórica que determina únicamente de una vez y para siempre al sujeto, ya que este pensamiento nos condenaría a un abismo sin sentido, donde no hay nada nuevo que podríamos crear, ni recrear.

El grupo de reflexión se constituye en un espacio donde tramitar otro pensar, un pensar con otros, espacio para crear nuevos sentidos.

A lo largo de la vida atravesamos distintas crisis: pensamos el envejecer como una de ellas. Nuestra identidad se va modificando; también nuestros modos de sentir y de pensar, pensarnos y pensar el mundo.

Trabajar con ancianos, desde esta perspectiva vincular, es ayudarlos a ocupar un lugar subjetivo para sí mismo, y para los otros: su familia, su entorno social y la institución (en este caso), donde se desarrolla su vida.

Lo que vamos a analizar en este trabajo es cómo los grupos tienen algo que hacer con el desconcierto, las regresiones y el sufrimiento, propias de las personas de edad.

Nuestra cultura desarrolla avances en la medicina y la tecnología, para atender la enfermedad orgánica en la tercera edad, pero también se preocupa por la vida psicológica (No parece aún que en la misma medida).

 

Las problemáticas del envejecimiento

El envejecer requiere poder afrontar duelos que, por su frecuencia, multiplican el trabajo psíquico. Duelos relativos a la imagen corporal, a las funciones y los roles ocupados -tanto en la familia como en la pertenencia social-, por tantos objetos amados, como por el hábitat. De ha poco se han hecho inalcanzables actividades, relaciones, posibilidades de vida.

Se multiplican las pérdidas y la necesidad de descargar el objeto perdido, para poder emplear en otra parte la energía libidinal que queda disponible.

Envejecer pone en cuestión la historia de los apegos a las situaciones, estados y vínculos que a lo largo de la vida se han ido constituyendo. Historia de identificaciones, de amores y de odios, de sustituciones de objetos o relaciones; reemplazos y derivaciones de un objeto por otro que son condición indispensable de la existencia.

Sin embargo, en la vejez no disminuye la necesidad de apegarse a personas y a situaciones, aunque las sustituciones y la deriva de objetos que se les propone, hace que esa posibilidad de cambio se vuelva más dificultosa.

Como cargar algo que va a cesar ¿por qué apegarse a lo que va a desaparecer?

El duelo más importante a realizar es el duelo por la vida.

La propia muerte es, a veces, impensable. Hablar de la propia muerte requiere de otros que puedan sostener esa escucha, ya que el acceso a una imagen de sí mismo no tendría ya su fundamento en la corporeidad, en la mirada de otro, sino en el pensamiento. La enunciación de la verdad de la muerte se supone que está en el prójimo al mismo tiempo, y no se puede realizar sin un interlocutor que quiera escuchar o reconocer esa verdad.

Viñeta

En ocasión de la muerte del Papa los pacientes comentan en el grupo:

Marta: Hoy murió el Papa, me angustié mucho. Yo tengo 90 años y pienso que en cualquier momento me puede pasar. Tengo un día muy sombrío. Es algo en lo que trato de no pensar, pero si lo quiero hablar con mi hija me cambia de tema porque me dice que no quiere que hablemos de la herencia, no soporta el sufrimiento, ¿Creerá que soy eterna? Yo no quiero hablar de la herencia, quiero hablar de otra cosa.

Eduardo: Yo ya dejé todo repartido de mi herencia, porque no quiero que se peleen por el dinero.

Silvia: Ella no esta hablando de plata, vos no poder escuchar. Yo cuando pienso en mi muerte lo que más me asusta es que mis hijos no sigan unidos. Pienso que se pueden pelear. Todo el tiempo les hablo de que la familia tiene que estar unida

Emma: Yo estoy convencida que se van a pelear, pero me pregunto ¿Cómo me recordaran? ¿Recordaran mis palabras sobre la unión de la familia?

 

Junto con este duelo por la vida, nos sorprende la capacidad para renovar intereses, a pesar del envejecimiento corporal que es ineluctable.

Virginia paciente con una enfermedad que mantiene inmovilizado su cuerpo concurre a todas las actividades y decide tomar un tratamiento con una foníatra para mejorar su voz y poder mantener el diálogo y la participación en los grupos.

En el envejecimiento psíquico están presentes:

Vinculados con el funcionamiento corporal observamos:

En el aparato psíquico las representaciones de la muerte, el envejecimiento o la enfermedad, son susceptibles de encontrarse tratadas defensivamente, deformadas, negadas, rechazadas, etc. Pero también pueden ser tratadas elaborativamente, y esto depende de tres condiciones:

  1. Que se pueda realizar un trabajo de duelo, que concierne a los objetos de amor y al propio yo. Exigencia de trabajo de desprendimiento, no simple, por la ausencia de objetos sustitutivos, ya que el objeto del que hay que hacer el duelo no es otro que la propia vida.
  2. Que se mantenga una conexión de apego exterior al yo y al cuerpo, que permita la sublimación última de las pulsiones sexuales, y que funcione como soporte de la identidad; derivación sustitutiva del objeto vida que se escapa y al cual es necesario renunciar.
  3. La identidad del propio funcionamiento del aparato psíquico, que hay que mantener en la angustia y en la urgencia, para que proporcione la continuidad del medio interno.

Esta continuidad del orden psíquico y biológico no puede asegurarse sino es por medio de los intercambios con los otros del mundo exterior.

Esta es la paradoja y la dificultad en la vejez, y frente a la muerte: mantener ese intercambio a pesar de la anticipación de una perdida como la muerte; la tensión conflictiva entre mantener relaciones continuas con los otros y la exigencia de la continuidad de sentido y el duelo necesario de esta continuidad, porque es algo que es esta destinado a romperse.

Hay circuitos que los grupos facilitan porque son lugares de intercambio y conversión para que estas tareas puedan realizarse bajo ciertas condiciones.

¿Quienes pueden integrar estos grupos?

Aquellas personas cuya capacidad de sublimación permanezca como garantía de una carga libidinal del mundo tan amplia como sea posible, lo que lo mantiene con un interés por el yo y el mundo.

El yo tiene que tener alguna capacidad de renovar o mantener vivos sus soportes identificatorios, poder adherir a figuras del entorno, especialmente y en lo posible los pares. Que encuentre en los pares una gratificación suficiente para el deseo de concurrir a ese encuentro. Que el deseo de permanecer vivo se mantenga.

Pero instalar un dispositivo grupal en la institución es también dejarlo abierto y saber que pueden ocurrir momentos que atraviesan estos pacientes de extrema labilidad, desfallecimiento de la función pensante, recuperaciones, muertes psíquicas.

¿Porque concurren a estos grupos algunos pacientes y otros no?

Mientras algunos se someten a la vejez como un destino en el que no hay nada que cambiar, con enunciados de certeza e imposibilidad de tolerar los distintos espejos en que se transforman los otros, en otros se advierte el deseo de mantenerse en contacto con otros y la necesidad de generar esperanza, futuro, a través de los intercambios.

El grupo de reflexión permite distintas formas de recomponer la vincularidad y la imagen que el individuo tiene de sí mismo y de los otros, pone énfasis no sólo en la historia individual, sino en la posibilidad de establecer nuevos encuentros; y que encontrarse sea una elección existencial.

El grupo ayuda a salir de la problemática del aislamiento por los efectos de descentramiento narcisista, y se transforma en un lugar donde contener y poner palabras a los procesos internos, palabras a las vivencias. Es un espacio sonde se puede considerar imagen de sí mismo y el vínculo con los otros, la relaciones con la institución, con los cuidadores, con los vínculos familiares, y las representaciones sociales de la vejez.

La preocupación por rescatar las capacidades desconocidas, el cuestionamiento de los enunciados sociales sobre el envejecer y la articulación con lo afectivo y con los otros, forman parte de un trabajo psíquico que provoca reposicionamientos subjetivos.

El relato y el grupo

Reflexionar es "cambiar de ideas", es también ir desarrollando una capacidad observadora sobre los propios procesos y los de los otros. Desde esta perspectiva, al no devenir sujeto de una vez y para siempre, estaremos deviniendo sujeto en la medida que estemos abiertos a los intercambios.

Esta experiencia requiere del relato como instrumento para una recomposición subjetiva.

Relatar significa poner palabras a imágenes y emociones ya experimentada a fin de darles un sentido que pueda comunicarse. Los relatos que buscan una causa o un por qué, son un factor de recuperación subjetiva. El deseo de relatar va construyendo un por qué que rescata al sujeto del lugar de objeto y que le posibilita, también, acceder al por qué de los otros. Esto es factor de humanización y atenúa los miedos.

Recordar, produce una metamorfosis de la noción del tiempo, de encierro a que confina el presente; y provee un espacio de libertad, para compartir algo íntimo que se puede elegir compartir o no con los demás.

En el grupo se va construyendo un espacio de confianza que posibilita el que entregar nuestros pensamientos puede significar que estos van a ser modificados, atacados o enriquecidos por los otros, lo cual significa tolerar cierta cuota de incertidumbre.

Así se va constituyendo una envoltura donde, al poner a circular las subjetividades a través de los relatos, la construcción de sentido opera sobre el sentimiento de pertenencia y protege la identidad incorporándola al grupo; construcción de cada encuentro en sí mismo, lazo que va generando, en su gestación, futuro.

El relato que se relata, de lo que ha pasado o esta pasando a otros, y el relato de otros, se van sucediendo, van construyendo una escena e introduciendo un mundo presente, pasado, futuro, que atrae sucesos y emociones que no lo están, pero que se experimentan con intensidad.

Pero, si bien relatar en si mismo es un factor de recuperación subjetiva, convengamos que para reorganizar el espacio de la existencia hace falta que se dé una reorganización afectiva que se traduce en un cambio de ideas o de rol que el sujeto tiene en distintos ámbitos, incluido el grupo mismo.

 

Viñeta

Raquel: Estoy contenta porque me pude recuperar hago los ejercicios, y ahora me propuse venir al grupo de reflexión porque había dejado las actividades y me quedaba sola en la habitación, me vino a visitar Zulema y me dijo que volviera aunque tuviera dolores, para no separarme de los demás.

Rosa: Yo estoy con angustia, muy nostálgica, fui de visita al barrio donde viví con mis hijos y mi ultimo marido, y están tirando la casa abajo para construir un edificio. Mi hijo me dijo que no fuera. Pensar que todo este tiempo pasó, y que estoy aquí, ahora, en este barrio, en esta casa con la mucama y la enfermera. La mucama que tiene miedo que la heche.

Zulema: Vos hablas del pasado porque no pensas en tu presente, con tus hijos y tus nietos y bisnietos.

Mariano: Yo me acuerdo mucho del pasado como vos, pero recién ahora estoy pensando más en el presente. Sino me traían acá yo creo que me iba a morir. Al principio tenía bronca con todo, con la institución, con mis hijos… pero yo vivía solo y era imposible que me asistieran. Yo antes era contador y era reconocido en otros lados, y ahora no puedo trabajar, no veo, no camino. Siento que acá no puedo hablar de cosas profundas con nadie.

Coordinadora: La nostalgia parece ser por que algo de la continuidad en la que vivían esta siendo alterada, y entre las cosas alteradas esta el reconocimiento. Quizá ustedes extrañan el lugar social y de reconocimiento que tenían en la familia y en otros ámbitos, pero esto les impide ver quienes son ahora, los pares que los reconocen

Raquel: Lo que pasa es que en el barrio nosotros éramos los que mas teníamos, primeros en tener teléfono, televisor. Y como mi papá era muy generoso, todos venían a casa a hablar por teléfono. Ahora los vecinos no hablan, la sociedad cambio de una manera.

Analía: Si vos estas pensando en el pasado no poder ver a nadie que tengas al lado. Yo siento que me quiero acercar a vos, pero siempre estas con un libro, y yo te hablo y no me seguis la conversación. Y no lo haces sólo conmigo.

Silvia: Vos Mariano, no te das cuenta, pero nos desvalorizas a todas. Parece que vos sos el más culto, el más inteligente, y siempre hablas de cosas que se terminaron, cosas muertas. Vos eras contador, ahora no sos más y tenés que poder conversar con nosotros como pares.

Raquel es una paciente que efectivamente usaba la lectura como algo con lo que se aislaba del conjunto. Seis meses después, a instancias de lo trabajado en el grupo se ofrece para leer a algún compañero.

Las palabras lanzadas en el grupo, en la mente de cada uno de los participantes y de los que escuchan, produce ondas de superficie y de profundidad, provocan reacciones, emociones, identificaciones, rechazos, analogías, involucrando en su caída sonidos imágenes, recuerdos, significados, anécdotas y sueños, en un movimiento que afecta la experiencia y la memoria, a la fantasía y al inconsciente de cada uno y que se complejiza por el hecho de que los otros no asisten pasivos a la representación.

Por el contrario, el otro en el vínculo interviene continuamente para aceptar, o rechazar, emparejar o censurar, construir o destruir, enriquecer y complejizar nuestros pensamientos, produciendo un efecto que lucha para que el individuo se mantenga en un contexto de intercambio con el entorno, retrasando la instalación de un efecto posible en la vejez, de "cerradura" que incluye la reducción de los intercambios. Los intercambios facilitan la apertura a nuevas identificaciones y la revisión de creencias e ideales.

Si bien la persona va a tender a establecer una cierta forma de intercambio con los otros, la decadencia de los mismos y la imposibilidad de cambiar ciertos aspectos a través de los vínculos se mantiene como algo abierto, lo único cerrado es la perspectiva de la muerte que será enfrentado como algo diferente por cada uno, no hay una única manera de envejecer. Caminos más regresivos o elaborativos.

 

 

Viñeta

Ana: Yo me caí y me golpee, no me rompí ni un hueso. No me puedo poner las medias. Como me caí… no se… me fui a lavar las manos y no me maree.

Rosa: Uno no espera. A veces se resbala sobre una gota de agua.

Verónica: A veces me quieren dar algo, y en mi cabeza pienso que lo voy a recibir; y cuando estiro la mano no lo puedo agarrar.

Coordinadora: Hablan de la fragilidad como algo que las sorprende, pero además como algo distinto para el cuerpo que en la mente, en la mente no hay noción de estas dificultades con el cuerpo. ¿Habrá dos cuerpos?

Mariano: Yo lo voy pensando tratando de asumirlo, porque es cierto, es una fragilidad que no registro en mi cabeza.

Adriana: Es feo crecer, mejor quedarse chica (juega a ser niña). No quiero crecer, pienso, quiero ser joven toda la vida.

Ana: Parece que vos hablas de lo imposible.

Rosa: ¿Yo me pregunto que es posible en la vejez?

Analía: Yo pienso que uno se puede enamorar, yo espero enamorarme porque sin amor yo no puedo vivir.

Verónica: Yo recibo amor de los hijos y los nietos.

Analía: Yo me refiero a otro tipo de amor, mis hijos vienen cuando se les da la gana, son independientes.

Sara: Vos no te podes quejar, tus hijos vienen todos los días.

Rosa: Yo por ejemplo me peleo con la mucama, me trata como una inválida, cada vez que me mueve me corre atrás, me dice "cuidado", según ella yo me voy a caer en cualquier momento y eso me da mucha bronca.

Yo me encontré hace poco con una vecina de la casa donde viví con mi segundo marido y la vi ¡tan grande! Yo me siento joven, es decir tengo la desgracia de sentirme joven, me alejo del espejo para no verme las arrugas. El otro día un señor me dijo que parezco Libertad Lamarque.

Coordinadora: Parece que la idea de los años que tienen les viene por y a través de los otros, como la fragilidad viene por las caídas. Parece que lo que se puede en la vejez, dicen, es desear el amor, mantener intacta la imagen del cuerpo. Debe haber otra edad interna para cada uno. ¿Que edad sienten que tienen?

Ana.: Yo me siento de 66 años, me siento lúcida con algunas dificultades en el cuerpo, pero en realidad tengo 86 años,

Rosa: Yo iría a bailar. Tengo una memoria grabadora, me acuerdo de muchísimas cosas; y tengo ganas de viajar. Lo que pasa que ahora el médico no me deja viajar, es decir, yo me siento internamente de 60, pero con 91.

Analía: Cuando yo digo que me gustaría tener una pareja -y acá esta Román que me gusta-, es para vivir como viven ahora los jóvenes, con mas libertad, no se tienen que casar para estar juntos. Y eso no es de mi edad. Acá también me criticaron por las cosas que digo pero yo me siento con ganas, por eso me siento de 70 y tengo 90.

Antes tu madre te controlaba las caricias que te hacían, por cualquier cosa corrías riesgo de pasar por loca o ser una vergüenza para la familia. ¡Qué desgracia la época que nos toco en cuanto a la sexualidad!, no sabíamos nada; y los hombres con los que nos casábamos tampoco. Y no sabíamos que no sabían por la falta de experiencia.

Mariano: (Se ríe) Con razón nos molestan los cuidadores. Yo me quejo todo el tiempo de las enfermeras ¡Nos deben recordar la edad!

 

Conclusión

Trabajar con estos grupos resignifica en el coordinador los temas atinentes a la vida y a la muerte, entre otros.

Pero también pone a revisar las convicciones técnicas y teóricas que puedan conducirnos a que "envejezcan" nuestros conceptos o las herramientas con las que trabajamos sin que halla renovación.

Trabajar con ellos es hacerlo con la capacidad de asombro y descubrimiento para que no queden capturados por la repetición

 

Bibliografía

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Bleger L. Pasik N. Psicoanálisis Grupal. Editorial Tecne.

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Solchi Lifac. Agrupabilidad: ¿Una cuestión de deseo? Revista de la A.A.P.P.G. Hermanos Tomo XXIV, 2001

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