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Número 17 - Noviembre 2005

La educación de adultos mayores a la luz de las teorías educativas

Olga Ester Vega
olgavega@fullzero.com.ar

1) INTRODUCCIÓN:

Hoy ya es casi un lugar común hablar del carácter vertiginoso que han asumido los avances tecnológicos en el nuevo siglo. Los desarrollos que se han producido en los campos de la televisión y la informática como así también las aplicaciones del rayo láser y la comunicación a través de fibras ópticas, han dejado atrás en muy pocos años sistemas considerados de última generación, transformando incesantemente hábitos y conductas sociales. Precisamente una de las condiciones más perturbadoras de estas transformaciones es la sustitución de tecnologías viejas por tecnologías nuevas, lo que produce el rápido envejecimiento de todo lo que hasta ayer podía ser considerado moderno. Los objetos de la tecnología han incorporado quizás como nunca antes las categorías de la fugacidad y la descartabilidad que están provocando una auténtica revolución en las costumbres de los usuarios.

Aquel mundo predecible, estable y tranquilo de nuestra niñez se ha vuelto inseguro, violento e inestable.

Vivimos en el tiempo de la globalización , un tiempo con permanentes transformaciones que producen nuevas formas de pensar, de actuar y de sentir.

Cuando hoy hablamos de la sociedad posmoderna estamos hablando también de una sociedad que requiere de mujeres y hombres competentes, que sean capaces y posean habilidades no solamente para reacomodarse a esta situación sino fundamentalmente para producir en ella los cambios necesarios. En una sociedad caracterizada, entre otras cosas, por la vida activa hacen falta ciudadanos que estén preparados para delinear un nuevo tejido social con personas que propicien un sistema social más equitativo, cooperativo, y fundamentalmente solidario.

Este tiempo de vertiginosas transformaciones, que influye en todos los ámbitos, trae consigo muchas dificultades, especialmente en nuestros países latinoamericanos que viven en condiciones de subdesarrollo y de extrema pobreza . Afectando muy especialmente a la educación y produciendo un marcado desequilibrio entre lo que la sociedad requiere y lo que ofrecen las instituciones educativas en todos sus niveles.

Hay estudiosos de las transformaciones sociales que afirman que este período de cambios tan vertiginosos no tiene precedentes, originando algo así como un síntoma psicosocial que se conoce con el nombre de "SHOCK DE FUTURO" . Este Shock sería el miedo y la inmovilidad que pueden llegar a sentir muchas personas a quedarse en medio del camino, atrasadas, y con pocas posibilidades de superación . Esto lo podemos ejemplificar claramente en el campo de la computación donde al adquirir un producto sabemos que por más nuevo y actual que sea a la semana, o al instante, ya es casi obsoleto.

Puede resultarnos interesante hacer una breve caracterización de la sociedad actual producto no sólo de los adelantos tecnológicos, sino, y en gran medida, impregnada de una ideología liberal y de un capitalismo salvaje.

Seguramente coincidiremos si decimos que se trata de una sociedad que está SUPER ACELERADA, donde LA VIOLENCIA ocupó el centro de laescena, que es altamente COMPETITIVA y EFECTISTA, monstruosamente INDIVIDUALISTA Y MASIFICADA.

Esta características nos inducirían a afirmar que estamos construyendo una sociedad donde para ser tenido en cuenta hay que producir con el fin de consumir y donde por un supuesto "vivir mejor" los hombres y mujeres trabajan de manera alienante, en apuro permanente y sin tiempos para el disfrute y el placer. Este tiempo nos obliga a convivir soportando nuestras cargas de neurosis, de angustia e insatisfacciones. Por lo mismo es que esta sociedad consumista, que apunta al "triunfalismo" y al éxito, es también causa de muchas frustraciones.

Se trata de una sociedad donde los centros urbanos están creciendo desmesuradamente, y el aparente confort que hoy disfrutamos produce desastres ecológicos, aumenta la contaminación ambiental y hace que la vida sea menos soportable y cada vez más despersonalizada.

Entonces, ¿como se hace para vivir en una sociedad así?

Las mujeres y hombres actuales, que está atravesando o enfrentando la realidad del envejecimiento en medio de una sociedad con estas características quizás que se perciban como minusválidos, como una especie de marginados sociales.

Probablemente se sientan como alguien que ya no cuenta para los demás, que no tiene inserción porque los demás ya no cuentan con él.

¿Cómo pueden percibirse los mayores en un mundo que presenta estas características?

Si sentimos que no tenemos espacio, que nuestra presencia no es necesaria, es probable que nos valoremos negativamente. Entonces quizás no resulte sorprendente pensar que muchos mayores estén vivenciando su autoestima deteriorada, menoscabada.

Si no se cuenta con elementos o herramientas que permitan "aggiornarse" para adaptarse a esta sociedad, es probable que se empiece a transitar una vida estéril, sin atractivos, una vida sin sentido, una NO VIDA, que inevitablemente llevará al aislamiento, a la enfermedad y a la discapacidad.

2)LA EDUCACIÓN PERMANENTE COMO MEDIO PARA MEJORAR LA CALIDAD DE VIDA.

Ninguno de nosotros dudará que la educación a lo largo de toda la vida es uno más de los Derechos Humanos fundamentales, pero que al mismo tiempo es una necesidad, el resorte o la herramienta imprescindible con la que contamos para evitar la discriminación a causa de la ignorancia, para aumentar la competitividad en las personas y ayudarlas a ser ciudadanos activos y responsables. Digo educación a lo largo de todo el CICLO VITAL remarcando con esto el concepto de EDUCACIÓN A CUALQUIER EDAD.

Entiendo por educación al conjunto de aprendizajes, formales o no, a través de los cuales las personas (cualquiera sea su edad) desarrollan sus capacidades, aumentan y mejoran sus conocimientos, sus competencias técnicas y profesionales, acorde con sus propias necesidades y con los cambios vertiginosos generados desde el seno de la sociedad.

Sin embargo para poder instalar estas ideas se hace imprescindible desterrar los prejuicios que sustenta la sociedad hacia las personas mayores, y lo que muchos adultos mayores piensan sobre sí mismos. La fuerza del prejuicio que rodea en este aspecto a la edad avanzada hace que la sociedad los margine y que los propios interesados se automarginen. Es bastante corriente la idea de que el aprendizaje corresponde a determinados períodos de la vida como la infancia y la juventud y que superados esos límites, el individuo ingresa en un período de receso en el que su capacidad de aprender se adormece y sus potencialidades se limitan al recuerdo de "aquellos gratos momentos de estudiantes ". Al menos, esta es la experiencia que nos han transmitido muchas veces nuestros padres y nuestros abuelos.

Reflexionemos: hace ochenta años era impensable que un sujeto de setenta o más años comenzara el estudio sistemático de alguna disciplina o que, por ejemplo, ingresara a una institución educativa para encarar una carrera. Además de impensable, era mal visto porque el adulto mayor tenía bien delimitado su campo de acción que fluctuaba entre las tareas hogareñas, las sociedades de beneficencia, el café de la esquina o el club del barrio, sin pensar simplemente en salirse de ese esquema. Es comprensible, entonces, que muchos de los adultos mayores de hoy sean herederos de tales restricciones y que, a través de ellos, sobrevivan prejuicios muy arraigados.

En este sentido, en consecuencia, resulta fundamental la experiencia que vienen realizando desde hace algunas décadas aquellos mayores que se han animado a enfrentar las imposiciones de una sociedad prejuiciosa, demostrando que son capaces de adquirir conocimientos a los 60,70, 80 y más años. Cada vez son más frecuentes las noticias que aportan los medios acerca de personas de "edad avanzada" que inician o terminan una carrera terciaria o universitaria. Como dijimos, no se trata solamente de un derecho. Para esos estudiantes mayores estudiar es una necesidad, les hace bien, los completa, da sentido a su vida. La pregunta es: ¿cómo podemos colaborar para vencer la carga de prejuicios heredados y para conseguir que los mayores se inserten como los demás actores sociales en el sistema educativo que ofrece el país?

Apuntando a responder a esta pregunta, vamos a ir abordando de a poco el tema a que nos convoca este panel: EL APRENDIZAJE COMO PROMOTOR DE LA SALUD MENTAL.

Partamos, entonces, de una simple definición que dice que "aprender es adquirir el conocimiento de una cosa por medio del estudio o de la experiencia". Se trata, en consecuencia, de realizar una acción para obtener algo que no se tiene y que se desea. El ansia de obtener conocimiento es, obviamente, natural en el ser humano, que vive, a cualquier edad, entre las dudas y las incertidumbres propias de la existencia. Por supuesto que el sujeto puede colmar esta necesidad de modo espontáneo, observando la naturaleza y el comportamiento de las sociedades humanas, o puede hacerlo mejor con la guía de un maestro y al abrigo de una institución que gradúe la adquisición de conocimientos y lo oriente de modo adecuado. Es a este aprendizaje sistemático al que nos estamos refiriendo. Todos ustedes saben que existe infinidad de teorías acerca del aprendizaje ya que es un tema que ha ocupado y ocupa a la sociología, la filosofía, la psicología y, por supuesto, a la pedagogía. En las últimas décadas del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, la teoría que ocupó centralmente la sociedad europea y, en consecuencia, la americana, fue el conductismo. Como se sabe, según esta teoría, el alumno es un sujeto "sin luz ", un ser pasivo cuya actividad de aprendizaje consiste fundamentalmente en disponerse a recibir las lecciones que un maestro " iluminado" le imparte. La larga vigencia de esta teoría contribuyó a formar decenas de generaciones de alumnos a los que les estaba vedada la interrogación crítica y cuyas principales actividades eran el acatamiento de la autoridad de los maestros y una silenciosa aceptación de todo lo que se les brindaba en las aulas. En el conductismo se formaron nuestros abuelos y muchos de nuestros padres, coincidiendo con un sistema social rígido y patriarcal. Los adultos mayores de hoy, cuyas edades oscilan entre los 65 y los 80 años vivieron casi exclusivamente bajo esa modalidad de aprendizaje y la intransigencia de sus principios y de su manera de vivir están vinculados de modo directo con ese sistema de aprendizaje.

Fue aproximadamente hacia mediados de los años 1950 cuando empezaron a producirse cambios significativos en el ámbito educativo, tanto en Europa como en América. Estos cambios en la Argentina llegaron de la mano del epistemólogo suizo Jean Piaget que por esa época fue introducido en la Universidad, con gran resistencia de docentes conductistas y, por supuesto, de autoridades militares. Como muchos de ustedes sabrán, Piaget fue el protagonista de una auténtica revolución en las teorías del aprendizaje, y el constructivismo (su teoría) revirtió por completo el papel que podían cumplir los alumnos en las aulas. De ser un sujeto pasivo con escasa formación para el debate, el alumno pasó a convertirse en el verdadero centro de la pareja enseñanza-aprendizaje y muchos maestros asistieron deslumbrados al desarrollo individual de los educandos. Piaget considera el aprendizaje como un proceso continuo de construcción en el que sujeto y objeto se relacionan activamente y se modifican mutuamente. Dice Piaget que todo sujeto tiende a permanecer en equilibrio, pero en relación con el medio, del cual recibe permanentes estímulos, se producen procesos de desequilibración que posibilitan el aprendizaje. Esto es así porque las estructuras cognitivas con las cuales el sujeto respondía a esos estímulos ya no le sirven. Se produce entonces el proceso de adaptación, el sujeto intenta asimilar el nuevo conocimiento a las estructuras cognitivas que posee y acomoda dichas estructuras a las nuevas situaciones.

Según Piaget no hay una simple acumulación de información, sino que hay una reestructuración de los esquemas de pensamiento. Se asimila, no sólo se registra.

Los cambios educativos en la Argentina, produjeron paralelamente el conocimiento y la difusión de las teorías del gran científico ruso Lev Vigotsky, largamente silenciado por pertenecer a un país que entonces era comunista. Este notable investigador enunció una teoría histórico-social del desarrollo, que propuso por primera vez una visión de la formación de las funciones psíquicas superiores como "internalización" mediada de la cultura y, por lo tanto, postuló un sujeto social que no sólo era activo sino, ante todo, interactivo. A pesar de las mentadas diferencias entre los teorías del suizo y el ruso, debemos reconocer que tanto Vigotsky como Piaget han enfatizado la actividad del sujeto en la adquisición del conocimiento y el carácter cualitativo de los cambios en el desarrollo. Piaget poniendo el énfasis en la tarea individual del sujeto para adquirir el conocimiento; Vigotsky marcando el peso de lo social en el proceso de aprendizaje.

¿Cómo ubicar a los adultos mayores en esta maraña de conceptos sobre el aprendizaje, si ellos fueron formados en un sistema conductista y, luego, como padres y como abuelos, asistieron al auge de teorías que le asignaban a los alumnos un papel preponderante en las aulas? Debemos reconocer que la tarea que enfrentamos es particularmente difícil: contribuir a derrumbar los prejuicios que aún sustenta la sociedad respecto de los individuos de edad avanzada y ayudar a los adultos mayores a desembarazarse del peso de viejas teorías de aprendizaje que los concebían como sujetos inertes y sin demasiada capacidad de decisión.

Puede ser muy útil apelar aquí a los conceptos vertidos por Enrique Fernández Lópiz, de la Facultad de Psicología de la Universidad de Granad a, en un artículo titulado "Ideas y actitudes improductivas en la enseñanza con alumnos mayores . Lo que resulta significativo en el trabajo de este investigador español es no sólo el preciso panorama que traza de las actitudes improductivas que suelen adoptar algunos docentes que trabajan con adultos mayores, sino la aplicación que efectúa de las teorías de Piaget y Vigotsky en el caso de los sujetos de edad avanzada, teorías que, habitualmente, parecían reservadas a la situación de los niños. En opinión de Fernández Lópiz, las universidades deben contraer una responsabilidad social ineludible para instituir procedimientos de formación que, a la vez, enriquezcan afectiva y cognitivamente a los adultos mayores y sirvan como recurso preventivo para mejorar la calidad de vida y el bienestar en la vejez. Como puede verse, el autor está abordando el tema del aprendizaje como promotor de la salud mental, tema central de este panel, y para ello comienza por desmitificar la falacia del deterioro cognitivo, es decir la difundida idea del declive de los recursos intelectivos en el adulto mayor, supuesto obstáculo para un buen aprendizaje. Fernández Lópiz estima que la tesis del deterioro cognitivo del mayor sigue siendo sostenida y difundida por un sector de la psicogerontología tradicional y por algunos educadores de la especialidad, alimentando una visión poco alentadora sobre los recursos intelectivos de esos alumnos. Según su perspectiva, las diferencias encontradas entre sujetos jóvenes e individuos de edad en pruebas psicométricas de inteligencia se han revelado ligadas de forma significativa a factores externos, no directamente vinculados por lo tanto a la edad cronológica. Para observar un desempeño insuficiente en tales pruebas ha sido necesario que concurrieran diferencias de escolarización, déficits sensoriales como dificultades auditivas, visuales o motrices, un enlentencimiento de los sistemas de funcionamiento que no se conectan directamente con el potencial inteligente, la ansiedad y el nerviosismo que genera la resolución de tests y, finalmente, la cautela que usan los mayores para dar respuestas rápidas, en comparación con la velocidad de reacción de los jóvenes. Las conclusiones a las que arribaron numerosos investigadores, entre los que se cuentan Baltes y Schaie, autores de la denominada teoría del Ciclo Vital, rompieron el mito del declive psicobiológico de la inteligencia en la vejez, demostrando que:

a) No se observó un decaimiento apreciable en todas la habilidades de las personas mayores; b) El decrecimiento se producía en aquellas habilidades intelectivas que implicaban velocidad en la respuesta; c) la capacidad verbal continuaba su curso de desarrollo hasta los últimos años de vida; d) La disminución de las capacidades intelectuales se producía probablemente en personas con trastornos cardiovasculares graves o en aquellas que habían vivido en ambientes socialmente deprivados y e) A nuestro juicio la más importante, las capacidades de aprendizaje se conservan hasta una edad avanzada y dichas capacidades, incluida la memoria, no decaen ni mucho menos en la magnitud en que se suele argüir, siendo que las mermas que a veces se observan son resultado de la ansiedad o de la premura en la demanda de la evocación.

En síntesis, puede afirmarse que los mayores que gozan de buena salud y que han tenido un buen nivel educativo presentan mermas intelectuales proporcionalmente pequeñas, que en muchos casos se mueven dentro del rango medio de los individuos más jóvenes. Respecto de la falacia del "declinar cognitivo" de los adultos mayores es sumamente reveladora la distinción hecha por Cattell y Horn entre inteligencia fluida e inteligencia cristalizada. La fluida, como forma de inteligencia capaz de resolver los problemas nuevos, parecería acorde con la conformación mental de la gente joven. En tanto que la inteligencia cristalizada, que es la que aplica a la situación presente el cúmulo de experiencias anteriores, estaría presente mayoritariamente en los adultos mayores. La inteligencia cristalizada sería entonces la propia de los sujetos de edad avanzada porque aumentaría o, en todo caso, se mantendría con la edad. En definitiva, no se podría hablar de la inteligencia como un constructo unívoco, exento de matizaciones, sino como algo cruzado de una irreductible complejidad, en algunos de cuyos aspectos salen ganando los adultos mayores.

Por último, Fernández Lópiz nos informa que recientemente se han realizado estudios de corte cualitativo tomando como punto de partida la teoría piagetiana. A través de ellos se ha demostrado la existencia de lo que se denominan estilos de pensamiento "pos-formal", en los que los adultos mayores aparecen preservados de descalificaciones y resultan favorecidos respecto de los individuos más jóvenes. Entre estas categorías cabe mencionar: a) la creatividad con relación al descubrimiento de nuevos interrogantes e invención de nuevos procedimientos de análisis, en la que se destacan los adultos mayores; b) el pensamiento contextual, que revela que los mayores manejan más adecuadamente los códigos de su época y pueden avanzar dentro de esa realidad; c) el pensamiento relativista , donde se ha puesto en evidencia la mayor capacidad de los adultos, respecto de los jóvenes, en la madurez del conocimiento ante el análisis de dilemas diversos; d) el pensamiento dialéctico, que se fundamenta en una reinterpretación de la obra piagetiana y donde se observa que los mayores tendrían mayor capacidad para asumir la contradicción y concluir alguna manera de síntesis dialéctica; y, finalmente, e) el aspecto central de la sabiduría, como un tipo de inteligencia capaz de operar con los principios de contradicción, antítesis y cambio, que conlleva una comprensión de los límites y valores de la vida y del vivir, y que sería un claro ejemplo de inteligencia conectada a la esfera social, a la capacidad de introspección y vinculada estrechamente a los problemas reales de la vida cotidiana en los que predomina naturalmente el pensamiento del adulto mayor.

Partiendo del concepto de inteligencia conectada con la esfera social y considerando que las actitudes y los contenidos mentales son el resultado de nuestra vida en sociedad, llegamos a la idea de "interactividad" enunciada por Vigotsky. En efecto, el autor ruso sostiene la génesis social del pensamiento y la determinación de la conciencia por las actividades sociales realizadas con otras personas en un entorno comunitario, por el trabajo cooperativo. Para Vigotsky el producto final de los cambios y progresos que acontecen con la edad son una función, entonces, de la interacción social. Esta concepción se encarna en el concepto central de Vigotsky llamado "zona de desarrollo potencial" y, en este punto, no podemos menos que coincidir con Fernández Lópiz cuando afirma que ese concepto "sirve para sintetizar la idea de desarrollo en el adulto mayor como apropiación e internalización de instrumentos provenientes de agentes sociales y culturales, en cuya virtud se definen aspectos cognitivos potenciales que están en proceso de desarrollo por la participación y la interacción en el aula". Esta coincidencia nos habilita para plantear con seriedad al aprendizaje como promotor de la salud mental en todas las etapas de la vida. Los derechos educativos que tradicionalmente les han sido reconocidos a los niños y a los jóvenes deben ser hoy extendidos más que nunca a los adultos mayores. Frente al fuerte incremento de la población añosa que registra en la actualidad la mayoría de los países del mundo, es preciso incorporar a la educación formal y no formal a un número cada vez más nutrido de adultos mayores. No se trata sólo de hacerlo como reconocimiento a un sector habitualmente postergado de nuestra sociedad, sino como un verdadero imperativo para optimizar la salud del mundo del futuro. Creemos que todos los emprendimientos privados a través de instituciones públicas y privadas son trascendentes, pero insuficientes. Hoy es una tarea que deben asumir los gobiernos de modo impostergable. Así como el estado toma a su cargo, aunque de modo a veces precario, la salud de los adultos mayores, debe en estos momentos tomar conciencia plena de la necesidad de proveer de educación superior gratuita a la creciente masa de gente mayor que reclama una mejor calidad de vida y la elaboración de proyectos individuales y colectivos.

 

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