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Número 17 - Noviembre 2005

El establecimiento de un estilo de ocio activo y saludable en la vejez

Silvia Martinez Rodríguez
smartin@fice.deusto.es

1. INTRODUCCIÓN

El disfrute de experiencias de ocio se ha revelado como un factor de calidad de vida y un recurso de primera magnitud para estimular el desarrollo personal a lo largo de la vida cumpliendo, además, una función terapéutica en determinadas situaciones. Las múltiples investigaciones sobre los beneficios del ocio justifican que sea considerado por parte de los profesionales de la gerontología, como un recurso a utilizar en las intervenciones dirigidas a las personas mayores. Por otro lado, el establecimiento de un estilo de ocio equilibrado que contribuya a impulsar el crecimiento y el bienestar personal es algo que, desde una perspectiva preventiva, debería formar parte de la sensibilidad y objetivos de cualquier acción dirigida a personas ancianas. En este sentido hay que señalar que, aunque las personas de edad consideran los aprendizajes sobre el ocio como algo necesario (Purdie y Boulton-Lewis,2003), la desvalorización del ocio que culturalmente ha sido transmitida al adulto frente al valor preponderante del trabajo, puede inducir a muchas personas a considerarlo como algo secundario para cuyo disfrute no es necesaria planificación o toma de decisión alguna. Por ello, la búsqueda de nuevos recursos que favorezcan un mejor uso del ocio, la valoración por parte del mayor como factor asociado a su calidad de vida y un posicionamiento consciente y decidido a vencer los obstáculos que dificultan su vivencia, resultan ser objetivos que no deben escapar a la intencionalidad de los diversos programas de intervención dirigidos a la tercera edad.

2. EL CONCEPTO DE OCIO

El ocio resulta ser un concepto complejo que ha sido definido de diferentes maneras y desde enfoques diversos a lo largo de la historia. En las últimas décadas el ocio ha sido entendido como un tipo de tiempo distinto del tiempo dedicado al trabajo, como un tipo de actividad, o incluso como un estado mental (Kelly & Freysinger, 2000). En este esfuerzo de comprensión y conceptualización del ocio ha resultado especialmente clarificadora la contribución que, desde una perspectiva psicológica, hicieron autores como Neulinger (1969, 1981), quién planteó que el ocio viene definido por dos circunstancias: la percepción de libertad por parte del sujeto y el tipo de motivación que le mueve a una determinada práctica. Desde esta caracterización se entiende que cualquier actividad (del tipo que sea, no necesariamente física o manipulativa), puede ser experimentada como ocio por la persona si ésta ha sido libremente elegida (libertad percibida) y si se siente movida a ella, predominantemente, por la satisfacción que la propia actividad le reporta (motivación intrínseca) y no tanto por las posibles recompensas que su realización pueda comportar. Esta concepción nos permite perfilar el ocio no como un tiempo determinado (vacaciones, fin de semana,...) o una serie de actividades concretas (leer, ir al cine, ver la tele,...) sino más bien como una experiencia personal y subjetiva, y orienta la acción del profesional hacia objetivos relacionados con el uso de la propia libertad y el desarrollo de intereses y motivaciones hacia el ocio, además de proporcionar claves fundamentales sobre las estrategias de intervención. Más adelante en este capítulo se profundizará en este aspecto.

3. LOS BENEFICIOS DEL OCIO PARA LA PERSONA MAYOR

El estudio sobre los beneficios que reporta el ocio a la persona es algo que ha interesado e interesa a los investigadores de múltiples disciplinas y ramas del saber como la educación, la psicología, la sociología, la medicina, la economía, etc. Tal y como recogen Driver, Brown y Peterson (1991) el beneficio que resulta de la práctica del ocio se refiere a un cambio que es visto como algo ventajoso; a la mejora de una situación o la consecución de logros a nivel personal, del grupo o sociedad.

Las actividades de ocio cobran una especial relevancia para la persona mayor (Vega & Bueno, 1995) ya que, cuando la actividad inherente al trabajo o la maternidad (nido vacío) desaparecen o se reducen, queda mucho más tiempo libre y las actividades con las que éste se llena son las encargadas de proporcionar al sujeto nuevas referencias y significaciones. Según Kelly y Steinkamp (1986) algunas de las motivaciones para el ocio en la tercera edad, que ayudan a la persona a hacer frente a los cambios que se produce en esta fase de la vida son: la interacción social, la autoexpresión, la percepción de competencia, llenar el tiempo y evitar el aburrimiento. Pero además, el disfrute del ocio en la vejez está directamente relacionado con la percepción de felicidad, el ajuste a las circunstancias vitales y la implicación en los procesos vitales (Katz, 2000). Se ha estudiado también que las personas mayores que disfrutan con cierta continuidad de experiencias de ocio que revisten cierto grado de complejidad, son personas más alerta desde un punto de vista intelectual (Schooler & Mulatu, 2001) y más implicadas socialmente y con su entorno (Iso-Ahola, Jackson y Dunn, 1994). También se han hallado evidencias que permiten asociar las prácticas de ocio en personas mayores (y especialmente aquellas que requieren un posicionamiento más activo por parte del sujeto) con un mayor bienestar psicológico y menores índices de depresión (Dupuis & Smale, 1995). Hutchinson, Loy, Kleiber y Dattilo (2003) se refieren en uno de sus trabajos a la potencialidad del ocio como recurso para hacer frente a las situaciones derivadas de la vivencia de enfermedades crónicas. En concreto estos autores hallaron que el ocio permitía a personas con enfermedades crónicas una percepción de autocapacidad y expresión de la propia valía. El ocio se convierte así, según estos autores, en un contexto en el que las personas se aceptan por lo que son, trascendiendo su enfermedad o discapacidad.

Refiriéndonos en concreto a los beneficios que el ocio reporta a las personas mayores más dependientes, hay que decir que son numerosos los estudios que hallan relaciones significativas entre el uso del tiempo libre y la incidencia de demencia, coincidiendo en que el ocio cumple una función "protectora" frente a ésta (Verghese, Lipton, Katz, Hall, Derby, Kuslansky, Ambrose, Sliwinski y Buschke, 2003; Kolanowski, Richards, 2002). En concreto Scarmeas, Levy, Tang, Manly y Stern (2001), hallaron que la implicación en actividades de ocio reducía en cierta medida el riesgo de incidencia de demencia incluso en sujetos en los que se daban otros problemas de salud, cerebrovasculares o depresión. Y Le Carret, Lafont, Lettenneur, Dartigues, Mayo y Fabrigoule (2003) también hallaron evidencias de que el ocio contribuye en alguna medida a la existencia de una reserva cognitiva de la que dispone la persona, que junto al nivel de estudios y el tipo de trabajo desarrollado (más o menos estimulante desde una perspectiva cognitiva) constituye un recurso fundamental para hacer frente a la demencia y sus síntomas.

En un esfuerzo de síntesis diremos que existen numerosas investigaciones que han hallado y siguen confirmando evidencias sobre los beneficios que el ocio reporta a las personas adultas de todas las edades, y son varios los autores que han intentado sistematizar estos hallazgos. Entre ellos es de destacar el trabajo realizado por Driver y Bruns (1999) que, desde la investigación al respecto, ordenan los beneficios del ocio en torno a cuatro categorías: beneficios personales del ocio, beneficios sociales y culturales, beneficios económicos y beneficios medioambientales.

4. EL DESARROLLO DE UN ESTILO DE OCIO ACTIVO Y SALUDABLE EN LA VEJEZ

A pesar de que el ocio reporta importantes beneficios a las personas de cualquier edad incidiendo positivamente en su calidad de vida, y a pesar de constituir un recurso de primera magnitud en el ajuste exitoso a las situaciones vitales que se pueden producir en la vejez (jubilación, enfermedad, duelo,...) lo cierto es que las estadísticas revelan que las prácticas de ocio de las personas mayores son, en general, más pobres y menos frecuentes y variadas de los que sería deseable. Este desajuste, que tiene múltiples causas, justifica la necesidad de incluir entre las intencionalidades educativas de los diferentes programas y procesos, la referente al ocio. Intencionalidad que deberá concretarse en función de la singularidad de los destinatarios, la peculiaridad de la entidad que oferta el programa, sus características, sus fines, sus recursos, etc. actuando como un "facilitador para el ocio" (Raymore, 2002). Lejos de ser algo reservado para las personas mayores con un gran nivel de autonomía, el establecimiento de comportamientos de ocio es también considerada como una de las funciones del ocio terapéutico, tradicionalmente desarrollado con personas con importantes limitaciones funcionales. Los más importantes modelos conceptuales de ocio terapéutico elaborados por autores clave como Peterson y Gunn (1984), Datillo y Kleiber, (1993) o Widmer y Ellis (1997) incluyen en la educación para el ocio entre las fases del proceso terapéutico a que es sometido al cliente y resaltan el impacto que tienen sobre una mayor libertad de elección, un mayor locus de control, motivación intrínseca y una mayor independencia (Stumbo y Peterson, 2000). En este trabajo nos centraremos en dos los principales objetivos de un programa que se proponga propiciar un estilo de ocio activo y saludable en la vejez, con el propósito de que sirvan para orientar la acción de los profesionales, sea en el marco de programas específicos de ocio y educación para el ocio, o como objetivos incluidos en otros programas de intervención.

1. La creación de actitudes positivas hacia el ocio.

Aunque se puede afirmar que socialmente la actitud hacia el ocio es mucho más favorable de lo que lo fue en épocas pasadas, la creación de actitudes positivas hacia el mismo es, actualmente, uno de los pilares de la educación para el ocio, y un tema que ha estado presente en los estudios sobre el ocio de las últimas décadas. Las actitudes son producto de las experiencias de la persona y están influidas por la interacción dinámica que el sujeto mantiene con el contexto sociocultural (Escámez, 1986). Aunque en la persona adulta ya existen actitudes muy consolidadas como resultado de su proceso madurativo (Ferrández & Puente, 1992), la posibilidad de intervenir en la creación o modificación de actitudes viene dada por la propia realidad dinámica de éstas.

Se ha comprobado que las actitudes hacia cuestiones como la religión o la democracia muestran cierta constancia a lo largo de la vida mientras que las actitudes hacia el ocio cambian en los diferentes momentos de la vida (Iso-Ahola, 1980). Así, frente a la hipótesis de que la orientación o inclinaciones de los sujetos se establecen tan firmemente antes de la edad adulta que cualquier cambio actitudinal es lento y difícil (Visser & Krosnick, 1998), diferentes estudios van demostrando que el cambio actitudinal puede darse a cualquier edad y reforzando así una hipótesis de cambio a lo largo de la vida como sugieren Brim & Kagan (1980), Gergen (1985) y Lerner (1984). Esto hace que el desarrollo o la modificación de las actitudes hacia el ocio sea un objetivo no sólo deseable sino también, alcanzable, que debe preocupar a los profesionales de la gerontología.

Según Gairín (1987) las actitudes se forman, refuerzan o cambian mejor cuando una persona tiene seguridad en sí misma y es capaz de aceptar los cambios. Ello nos conduce a plantear que los programas que se proponen formar al mayor en relación con el ocio deben promover la percepción de autoconfianza y autocompetencia.

Otro aspecto que recoge Gairín (1987) en relación con el cambio de actitud, es el cómo ésta se ve reforzada por la pertenencia a nuevos grupos. El aspecto social de los programas dirigidos a personas mayores es un común denominador a las diferentes iniciativas que, mucho más allá de la economía de medios, encuentra su sentido en la consecución de objetivos concretos (como el desarrollo de las habilidades sociales) y la potencialidad del grupo como medio y recurso para los propósitos de la intervención. Los contextos grupales propician el encuentro con otros y la exposición a influencias diferentes de las que constituyen el universo cotidiano del sujeto, lo cual favorece el enriquecimiento personal y el desarrollo de nuevas significaciones y posibles sentidos. Este aspecto constituye uno de los estudios considerados como clásicos por la psicología social según el cual el cambio de actitud y el cambio de comportamiento pueden obtenerse creando condiciones de participación activa de grupo (Triandis, 1974).

Conocer cómo se configuran las actitudes es especialmente útil para obtener conclusiones sobre el cambio actitudinal y las estrategias a utilizar en los programas educativos. Según Fishbein & Ajzen (1975) nuestras actitudes (también las referidas al ocio) se forman por tres posibles vías:

2. Suscitar nuevas razones o motivaciones para el ocio.

Junto a la creación de actitudes positivas hacia el ocio, el que la persona mayor llegue a tener una motivación suficiente para la participación e implicación en experiencias de ocio, constituye otro objetivo fundamental de todo programa de educación para el ocio. La proyección hacia nuevos intereses a través del descubrimiento, el desarrollo de conocimientos y habilidades o la confianza en la propia capacidad, entre otras, son claves para que el sujeto desee experimentar posibles ocios, encontrar nuevas dimensiones a sus prácticas actuales y/o simplemente continuar con las prácticas que ya desarrolla. El estudio de los elementos que motivan la conducta es fundamental para comprender la decisión de participar en las diversas actividades de ocio.

Beard y Ragheb (1983), en la creación de su Escala de Motivaciones hacia el Ocio, confirman en un análisis factorial cuatro factores, dos de los cuales hacen alusión a motivos intelectuales para participar en actividades de ocio y que implican actividades mentales como aprendizaje, exploración, descubrimiento, creatividad o imaginación; y motivos sociales entre los que se incluyen el estar con amigos, conocer a personas, etc. También Crandall (1980) establece unas categorías motivacionales, entre las que se encuentran el contacto social, el conocer a nuevas personas, la actualización personal, el ascetismo intelectual, la creatividad, evitar el aburrimiento y la búsqueda de estímulos. Y posteriormente Manfredo, Driver y Tarrant (1996), basándose en los resultados de sus propios trabajos, contemplan dominios de motivaciones entre los que se encuentran: conocer a otras personas, aprender, ser creativo y buscar nuevos estímulos.

Por otro lado, el dinamismo y cambio en las prácticas de ocio a lo largo de la vida también incluye posibles cambios en la motivación hacia las diversas actividades. Una persona puede sentir motivaciones diferentes hacia una misma práctica en diferentes momentos y puede comenzar una actividad por un motivo que, la realidad misma de la actividad, sus características e implicaciones pueden hacer que se vea modificada. En relación con esta cuestión Csikszentmihalyi (1978) habla de la motivación emergente, para referirse a la motivación del ser humano en cuanto organismo "abierto " que puede cambiar según interactúa con el entorno. Y Maehr (1976) habla de la motivación continua para referirse a la motivación para seguir haciendo algo una vez que desaparecen las recompensas o motivaciones extrínsecas. Motivación emergente y continua son dos formas de motivación intrínseca (Kleiber, 1985) que están a la base de las motivaciones de ocio de la persona a lo largo de la vida.

Reeve (1994) explica con gran claridad cómo los atributos que hacen que una actividad sea intrínsecamente motivante para la persona son de dos tipos: las características de la actividad (que sea atractiva e interesante y que suponga un nivel de desafío óptimo a la persona) y las percepciones de autocompetencia que permite obtener a la persona. Cuando la actividad resulta atractiva para la persona y se da un equilibrio entre las dificultades que implica y las habilidades de ésta para superarlas con éxito -sin que se produzcan experiencias no positivas como son la ansiedad o aburrimiento (Csikszentmihalyi, 1996)- ésta se enrolará y con gran probabilidad seguirá desarrollando una actividad que, por sí misma le brinda la oportunidad de vivir una experiencia satisfactoria. Al contrario de lo que sucede con la motivación intrínseca, cuando más motivados están nuestros comportamientos por recompensas externas, incluso intangibles como el reconocimiento o el "status" social, con mayor probabilidad su "empuje" tenderá a desaparecer hacia la mitad de la vida (Kleiber, 1985).

Las conclusiones a que permite llegar el conocimiento y comprensión del funcionamiento de la motivación intrínseca son decisivas para el desarrollo de procesos de intervención por parte de los profesionales de la gerontología. En estos programas los conceptos de "desafío óptimo" y "autocompetencia", así como el de "atractivo o interés" de la oferta o actividad, serán clave en la participación y en el desarrollo del hábito de participar.

Actitudes y motivación hacia el ocio pueden ser considerados como dos aspectos sustentadores de unas prácticas de ocio saludables en la vejez. Una vez que en la persona se dan actitudes positivas hacia el ocio y una inclinación hacia el mismo, el educador y gerontólogo puede proponerse otros objetivos de aprendizaje para el mayor como son: la ampliación y diversificación del repertorio de actividades del sujeto, el conocimiento los recursos para el ocio que existen en su comunidad, promover el contacto social como recurso para nuevos aprendizajes y el establecimiento de nuevas redes sociales y de amistad, el desarrollo de la creatividad, y el desarrollo de la autonomía personal en cuanto al ocio y la participación del sujeto.

 

5. IMPACTO DE LOS PROGRAMAS DE EDUCACIÓN PARA EL OCIO SOBRE LAS ACTITUDES Y MOTIVACIONES HACIA EL OCIO

No son muchos los estudios que ofrecen resultados sobre los efectos de los programas de educación para el ocio dirigidos a personas adultas y mayores. Por ello en el año 2002 se realizó una investigación que perseguía obtener evidencia empírica sobre la influencia de un programa de educación para le ocio en las actitudes y motivaciones de ocio de adultos mayores. Se trabajó sobre un programa universitario de educación para el ocio, denominado Ocio Cultural Universitario que se desarrolla en la Universidad de Deusto desde el año 1993. Se trata de un programa abierto a personas adultas de todas las edades (uno de sus objetivos es la intergeneracionalidad), sin el requisito de una titulación previa, sin controles o pruebas finales (motivación intrínseca), que intenta propiciar el disfrute de la diversidad y reúne a personas que tienen en común cierta motivación hacia el ocio y la formación. El programa se propone favorecer la creación de nuevos intereses, el desarrollo de habilidades que faciliten el encuentro e intercambio con otras personas y el disfrute de la realidad sociocultural.

Se realizó una investigación con diseño estático de dos grupos que nos permitió comparar a un grupo que sometido a un tratamiento o experiencia, en este caso el programa de formación permanente para el ocio, con otro grupo que no sufrió el efecto de dicho tratamiento. La muestra estaba formada por 128 personas que habían participado en ediciones anteriores del programa Ocio Cultural Universitario (56,25% del total de la muestra) y por personas que accedían por primera vez a un programa de formación de este tipo de los que ofrecía la universidad (43, 75% del total de la muestra). La edad de los sujetos oscilaba entre los 31 y los más de 65 años representando el grupo de personas de 50 años de edad en adelante el 66,5% del total.

Además del formulario a través del cual se recogieron datos de filiación e información sobre variables independientes (participación en el programa y otras actividades de ocio) se utilizaron dos escalas: una para la medición de las actitudes hacia el ocio, la Escala de Actitudes hacia el Ocio, expresamente creada para la ocasión, formada por 30 ítems y con un cociente de fiabilidad de la escala en su conjunto de .9122; y otra para recoger las motivaciones hacia el ocio de los sujetos de la muestra, la Escala de Motivaciones de Ocio de Gorbeña y Larrínaga (1999).

La Escala de Actitudes hacia el Ocio quedó conformada por cinco factores, a saber:

Beneficios del Ocio
En este factor se incluyen afirmaciones referidas al impacto del ocio sobre el desarrollo de las personas. Se parte de considerar que la actitud hacia el ocio está relacionada con la aceptación o no de su potencialidad en el desarrollo de las diversas facetas del ser humano. Los ítems recogen algunos beneficios como los referidos a la salud, la integración social, el aprendizaje, el relax o la evasión y el mantenimiento y desarrollo de destrezas cognitivas. Este factor queda integrado por frases como: Cuando estoy haciendo alguna actividad de ocio el tiempo se me pasa volando, Las actividades de ocio son positivas para la salud física y mental de las personas, etc.

Valor general que se concede al ocio
Este factor ha aglutinado las afirmaciones que reflejan el valor y la credibilidad que la persona concede al ocio, los sentimientos que provoca y el interés de la persona en encontrar sus tiempos para el disfrute del mismo. Incluye ítems como: Me gusta realizar mis actividades de ocio siempre que puedo, El ocio sólo es realmente importante cuando somos niños y pierde importancia cuando nos hacemos mayores.

Ocio como factor de cambio y superación a través de la implicación activa
Este factor ha resultado incidir en el cambio y superación personal a que puede dar lugar el disfrute del ocio. En este sentido el dinamismo e iniciativa personal se debe observar no sólo en la conducta activa de buscar o probar nuevas experiencias de ocio, sino también en la capacidad para hallar y constatar en cada vivencia de ocio una forma dinámica de profundización, crecimiento y desarrollo personal. Entre sus ítems están: Mis actividades de ocio me ayudan a superarme a mí mismo/a, Cuando tengo esa oportunidad me gusta probar nuevas actividades de ocio, Cuando realizo mis actividades de ocio me siento una persona capaz de alcanzar nuevas metas.

Posicionamiento ante los aprendizajes de ocio y la utilización de recursos socioculturales
Las afirmaciones que se aglutinan en este factor se centran en el posicionamiento de la persona hacia nuevos aprendizajes y conocimientos que favorezcan un mejor disfrute del ocio y en el valor que se concede a los mismos. Asimismo se centra en la oportunidad que los recursos e infraestructuras sociales y culturales brindan para el desarrollo de experiencias de ocio. Incluye ítems como: Participar en un curso de formación que he elegido libremente puede ser una buena actividad de ocio, Conocer qué infraestructuras culturales y recreativas hay en una localidad puede ser de ayuda para utilizar mejor el tiempo libre.

Ausencia de percepciones negativas sobre el ocio
Se parte de que las personas que menos aspectos negativos encuentren en el disfrute del ocio, tendrán una actitud más positiva hacia el mismo. En este bloque se enmarcan ítems como los siguientes: El ocio es algo que sólo está al alcance de las personas que no tienen ninguna obligación, Me agobia tener demasiado tiempo libre.

Para medir las motivaciones hacia el ocio de los sujetos de la muestra se utilizó la Escala de Motivaciones de Ocio de Gorbeña y Larrínaga (1999) basada en la de Beard y Ragheb (1983) que se compone de cinco motivaciones de ocio:

Relación interpersonal: evalúa el grado en que un individuo participa en actividades de ocio por razones de interacción social y de amistad. Está formada por cinco ítems. Su alpha es de .89.

Descanso y evitación de estímulos: evalúa el grado en que un apersona busca actividades de ocio para descansar, buscar la tranquilidad y reducir e nivel de actividad habitual, incluso buscando la soledad. Está formada por seis ítems y su alpha es de .76.

Actividad física: evalúa el grado en que a una persona le motiva estar físicamente activo en orden a desarrollar o mantener la forma física. Esta formada por cuatro ítems con un alpha de .85.

Competencia personal: evalúa el grado en que a una persona le motiva su propio desarrollo y comprobar su capacidad personal y la evolución de la misma, en orden a sentirse bien consigo mismo. En un plano intelectual, evaluaría la motivación para poder hacer cosas estimulantes que suponen un reto al sujeto. Está formada por cinco ítems y su alpha es .76.

Creatividad: evalúa el grado en que una persona busca actividades de ocio para desarrollar la creatividad y su imaginación. Está formada por tres ítems y su alpha es de .74.

Resumiendo de manera extremadamente sintética los hallazgos de nuestro estudio diremos que, aunque la actitud hacia el ocio de los sujetos que han conformado la muestra utilizada en nuestra investigación ya se presuponía favorable, como de hecho ha sucedido, los análisis realizados han permitido constatar que las personas que llevaban cierto tiempo participando en el programa de formación universitario tienen una actitud general hacia el ocio más favorable que aquellas que empezaban a participar en el programa de ocio universitario por vez primera.

En concreto, los análisis realizados han permitido apreciar que, frente a las personas que participaban en el programa de formación de ocio en la universidad por primera vez, aquellas que llevaban algún tiempo participando en el mismo, obtenían medias más altas en la consideración del ocio como factor de cambio y superación a través de la implicación activa y una mejor predisposición o apertura a nuevos aprendizajes que ayuden a un mejor disfrute del ocio y a hacer uso de los recursos culturales, sociales, recreativos,... que existen en la comunidad.

Ha sido revelador observar que aquellas personas que llevaban cierto tiempo participando en el programa de educación para el ocio y, además, habían participado en otras actividades formativas vinculadas al ocio y la cultura, eran las que obtenían las puntuaciones medias más altas. Es decir, la actitud más positiva hacia el ocio que demostraban tener quienes habían participado en el programa Ocio Cultural Universitario desde hace algún tiempo, parecía verse reforzada por la participación en otras iniciativas de formación. También hallamos que cuanto más variada era esta formación complementaria, más relacionada estaba con una mejor actitud hacia el ocio. Ambos hallazgos nos conducen a valorar positivamente el hecho de la participación en actividades formativas relacionadas con el ocio.

El número de cursos que la persona ha realizado dentro del programa de formación universitario ha sido tomado como un indicador sobre la intensidad con que la persona participa en el mismo, sin embargo los análisis no permiten relacionar una mejor actitud con un mayor número de cursos. Lo que en un principio podría resultar extraño, se hace comprensible si se tiene en cuenta que el cambio actitudinal va asociado a la experiencia personal y a la significación que ésta llega a tener para el sujeto y no tanto a la cantidad de estímulos o informaciones.

En este sentido y, a pesar de que el trabajo educativo sobre actitudes es complejo (por las características mismas de la actitud que para desarrollarse requiere la vivencia personal más que el mero acceso a informaciones), los objetivos prioritarios del tipo de formación al que se refiere esta investigación, centrados en el desarrollo personal, social y cultural, y su metodología flexible, parecen ser un marco propicio para el desarrollo de actitudes positivas hacia el ocio. Al encontrarse inserta en un proceso formativo que se adecua a sus necesidades, ritmos e intereses, la persona disfruta de experiencias positivas a través de una actividad como es la formación, que llega a convertirse en una actividad intrínsecamente motivante que se vive como experiencia de ocio y predispone positivamente hacia el mismo.

Por lo que se refiere al estudio sobre motivaciones para el ocio, los datos obtenidos también nos permiten confirmar relaciones entre la motivación, o motor que impulsa a la persona hacia la vivencia del ocio, y la participación en el programa de educación para el ocio desarrollado en la universidad. Utilizando la Escala de Motivaciones de Ocio elaborada por Gorbeña y Larrínaga (1999) hemos podido comprobar que las personas que llevaban cierto tiempo realizando cursos de programa universitario, se sentían más motivadas hacia un tipo de ocio que les permitiese poner a prueba la propia capacidad personal y asumir nuevos retos que favoreciesen el crecimiento y el desarrollo personal, que aquellas que se matriculaban por primera vez en dicho programa. La diferencia entre los dos grupos se acentuaba al considerar la participación en otras iniciativas formativas además del programa universitario. Las personas que además de llevar cierto tiempo participando en el programa universitario de ocio, participaban o habían participado en otras actividades formativas, además de una mayor inclinación hacia prácticas de ocio que permitan la consecución de logros, se sentían más inclinadas hacia actividades de ocio que les permitiese sentirse activas y utilizar su creatividad. Motivaciones importantes, todas ellas, en impulsar a la persona hacia la búsqueda de nuevos estímulos, informaciones, experiencias, que a su vez la proyecten hacia nuevas dimensiones a través de las que, desde una implicación activa, irá desarrollándose y autorrealizándose como ser humano.

Consideramos valiosa la aportación de nuestro estudio porque, en nuestra opinión ha conseguido aportar, a través del análisis de una experiencia concreta, evidencias que nos permiten relacionar la participación en un programa de formación que persigue educar para el ocio, con unas actitudes más favorables hacia el ocio y una mayor motivación hacia prácticas de ocio que reportan a la persona percepción de capacidad y oportunidad para el desarrollo permanente. Aunque el estudio se ha realizado con una única muestra y dentro de un único programa de formación, lo cual nos hace ser cautos en cuanto a la generalización de los resultados, las condiciones en las que se ha realizado la investigación, con un control óptimo sobre la homogeneidad de los grupos observados, nos permiten confirmar los hallazgos obtenidos.

 

6. CONCLUSIONES

El uso de actividades lúdicas y de ocio con las personas mayores no puede ser un recurso fácil para el mero entretenimiento. Se ha comprobado que las personas mayores que viven experiencias de ocio de manera regular se encuentran en mejores condiciones de salud, tienen más recursos para enfrentarse a la enfermedad, se adaptan mejor a situaciones de cambio y son más felices. Ahora bien, llegar a disponer de un repertorio de ocio satisfactorio y equilibrado requiere una apreciación del ocio por parte del mayor, una cierta capacidad para tomar decisiones sobre el mismo y la existencia de ciertos intereses o motivos que impulsen la conducta de ocio, frente a la pasividad o el desinterés generalizado. ¿Cómo estimular comportamientos de ocio autónomos que redunden cada vez más en una mejora de la calidad de vida de la persona mayor? Introduciendo en nuestros programas de intervención esta sensibilidad hacia el ocio y sirviéndonos de la metodología adecuada para favorecer su disfrute; poniendo en práctica una auténtica educación para el ocio. También será necesario evaluar de manera rigurosa los logros de los diferentes programas e ir definiendo de manera justificada las mejores estrategias metodológicas.

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