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Número 16 - Abril 2005

El cuento terapéutico
Presentación en la Jornada"El cuento terapéutico"
(Mesa redonda)día7/9/04 en la Univ. Maimónides

Rosa Rur
rosarur@yahoo.com.ar

Esta presentación empieza como un cuento: Cuando comencé en este trabajo, en el año 1990, me había recibido de Psicóloga Social. Mi intención era formar grupos de adultos, grupos operativos, donde los integrantes pudieran a la vez crear vínculos, profundizar los existentes, escuchar y ser escuchados, compartir momentos de reflexión, poder hablar sobre temas cotidianos, sobre alegrías y tristezas.

Pero no lo quería hacer a través de métodos conocidos.

Siempre me gustaron los cuentos, las poesías, la literatura en general.

En mi niñez primero fueron los libros de la escuela primaria, las revistas "Superman", "Intervalo" (¿las recuerdan?); los cuentos universales: "Caperucita roja", "Blancanieves", "La cenicienta", la poesía de Rubén Darío, "Platero y yo"; más tarde, la literatura adolescente "Juan Cristóbal", "Mujercitas", "La cabaña del Tío Tom", los versos de amor de Gustavo Adolfo Bécquer, Pablo Neruda, luego los autores latino-americanos: Mario Benedetti, Galeano, Borges, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa....

Autores de diferentes épocas con los cuales me identifico, que dicen cosas que yo siento...

Mi herramienta privilegiada mientras fui Maestra Jardinera fueron los cuentos, los títeres, las canciones... Con ellos lograba llegar a la sensibilidad y al pensamiento de los chicos.

Ya en el 90, coincidiendo con la internación de mi mamá en un geriátrico, teniendo 91 años ,ella decía: "La vejez no es mala, sólo es un poco incómoda"

Sentí necesidad de que le fuera menos incómoda. Ese fue el comienzo.

Me pregunté ¿qué pasaría si le llevara cuentos?

Cuando decimos la palabra CUENTO aparece en nuestra imaginación una abuela contándole a un nieto, una madre a su hijo, un maestro a sus alumnos, y talvez no imaginamos a una hija contándoselo a su madre y así, esa costumbre milenaria se sigue utilizando a pesar de la computadora, la televisión, Internet...

Empecé a llevarle cuentos, biografías, artículos de los diarios. Ella había sido una gran lectora, pero el paso del tiempo suele traer, en muchos casos disminución visual y auditiva, y ya no le resultaba fácil leer, de modo que yo era el vehículo.

Sus compañeros de internación se iban acercando silenciosamente y también escuchaban. En ocasiones hacían comentarios, opinaban, discutían, participaban, se quejaban de las desventajas y de las dificultades que trae el paso del tiempo, de sus experiencias, los sucesos del pasado, me contaban de la inmigración, muchos habían venido de tierras lejanas, cómo fue cambiando la vida, a comparar pasado y presente....

Ya no me alcanzaba con contar cuentos

Necesitaba saber más:

Conocer a la persona que envejece me iba a dar la pauta para la búsqueda del cuento adecuado.

Sabía que los cuentos pueden:

Se trataba también de aprender a escuchar. En un mundo tan complicado y acelerado:

En aquél momento mi hija Andrea se había recibido de psicóloga, y su última materia, optativa, fue VEJEZ. Me dio sus apuntes, y empecé a estudiar. Más tarde conocí a la Lic. Graciela Zarebski, directora de la carrera de psicogerontología de esta institución, que me da la oportunidad de cursar dicha carrera. Ese fue un punto de inflexión, por eso y por su permanente estímulo le estoy tan agradecida

Así iba logrando mi objetivo, conocer a la persona que envejece para elegir el cuento adecuado. Pero claro, también quería contarlos bien, mejor dicho, a leerlos bien, ya que así me manejo. Escuchaba, y sigo escuchando, con profundo placer a Ana María Bovo y otras narradoras de quienes fui aprendiendo.

Esa combinación: VEJEZ y CUENTO me fueron dando esta herramienta que utilizo desde hace 14 años.

Cuando cuento un cuento puedo pedir y dar afecto, palabras de consuelo, seguridad... A partir de él, creo un espacio confiable, de intimidad, donde se puede hablar de todo.

Esther de 87 años, médica, comenta después de un cuento llamado "Los retoños del ombú": "los hijos son como las plantas, cuando van creciendo hay que ponerles a veces un tutor para que no se tuerzan, pero cuidado! Sin atarlos muy fuerte sino se ahogan".

Fue un punto de partida para un intercambio muy importante de opiniones en el grupo. Cada uno pudo hablar desde su propia experiencia.

Tal vez alguno piense que sin el cuento también hubiera podido lograr lo mismo, es posible, no obstante lo sigo eligiendo como disparador.

María de 92 años, cuando termino de contar "Chico Carlo" de Juana de Ibarborou dice: "Recuerdo a un amigo de la infancia..." Se frena, pero me pide que traiga el tango "Rosas negras" cantado por Jorge Falcón, un cantor que yo ni conocía. Pregunté qué le pasaba y lagrimeando me dijo: "recordé a quien fue mi primer amor adolescente, un amor no correspondido...". Yo recién comenzaba en esto y sus lágrimas me preocuparon, me pregunté y le pregunté si el recuerdo le había hecho daño: "al contrario" dijo "recordar es revivir, y qué bien me hizo".

Freud dice que se recuerda lo que no puede ser olvidado.

Crear un espacio para compartir recuerdos, pasado y presente es otro de los objetivos; y el cuento se convierte así en una herramienta terapéutica.

De esta forma me iban surgiendo nuevas preguntas:

Digo habitualmente, en mi tarea docente, que al elegir un cuento éste debe respondernos: ¿Para qué?, ¿Por qué?, ¿Para quién? y ¿Cómo?.

Mi experiencia personal gira, sobre todo, con personas de alrededor de 75 a 98 años. En edades avanzadas, ¿cambian los temas que le interesan al ser humano?, ¿hay cuentos específicos para la vejez?.

Borges decía que " los temas de la literatura se podrían contar con los dedos de una mano, sólo cambian las anécdotas".

Los deseos, las necesidades, alegrías, tristezas, celos , egoísmo, solidaridad, amor. Los mismos temas a cualquier edad.

Claro que hay cuestiones específicas que suceden con el paso del tiempo:

El cuento adecuado, posibilitará al coordinador disparar cada uno de los temas que serán elaborados en el grupo.

Estimular la memoria a través del texto literario, que es mi tema, se puede hacer de diferentes modos: un cuento, una poesía, una canción...

Fechas patrias, actos escolares, versos y canciones, "Febo asoma", "Salve Argentina", la historia en forma de canción. Quién no recuerda el patio de la escuela, el guardapolvo blanco. Sí, ya se que "Febo asoma" se llama "La marcha de San Lorenzo" y que "Salve Argentina" es "La canción a la bandera", pero en el recuerdo se llaman así y con ese recuerdo es con el que trabajamos.

¿Cualquiera puede contar un cuento o leer una poesía?

Dice Ana Padovani, narradora oral en su libro "Contar cuentos": "...se puede aprender en la medida en que ello supone un descubrimiento personal. (...) Por esto es necesario la búsqueda, la reflexión y la práctica, más allá de las dotes naturales que se posean".

Como ven, en cada uno de los aspectos es cuestión de capacitarse. Narrar supone un ritmo determinado, un tono de voz, claridad en la vocalización, mirar al que escucha. Todo se aprende.

Darle la posibilidad al integrante del grupo de contar, cantar, recitar, crear juntos cuentos individuales y colectivos, jugar con las palabras.

Para que esta tarea sea fructífera se necesita: un lugar lo más aislado y tranquilo posible, un momento en que uno la proponga y los demás estén dispuestos a recibirla, y conocer el texto lo suficiente para no estar atado a él.

Pero lo más importante en esta y en todas las tareas que tengan que ver con el ser humano, es el afecto. La mirada, la caricia, la mano que transmite confianza, cariño, fuerza.

Recordar es revivir. Dice Galeano: "Recordar: del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón".

La característica del recuerdo, dependerá de la personalidad de cada uno, su memoria, el espacio para la reminiscencia... Cada cual a su manera.

Es tarea del profesional, ayudar a rescatar los momentos de la vida, recuerdos alegres, dolorosos, tantos recuerdos.

Dicen que la tristeza compartida se vuelve la mitad, la alegría se vuelve el doble.

Para venir hoy acá no fui a mi trabajo habitual. Les conté a los integrantes del grupo que coordino de este encuentro, les pregunté a ellos si saben qué es terapéutico y esto me dijeron:

"terapéutico es sanador, ayuda, hace bien, es preventivo, curativo".

Entonces pregunté: ¿el cuento es terapéutico?, a lo que respondieron:

"Sí, es terapéutico porque es como un remedio para los sentimientos, para la memoria, para sacar lo que uno tiene adentro, porque recrea, porque se recuerda. Dicen: a veces uno piensa lo que uno hubiera querido ser, es como un tónico. Le hace pensar a uno que hace bien para la salud, porque uno va hablando, recordando. Te hace ver que lo malo no era tan malo, te hace más optimista."

Yo había contado hace dos o tres meses el cuento "Un canasto sobre el Tiber" de Alberto Moravia. Cuando hago estas preguntas, Isaac de 98 años me dice: "cuando la protagonista abandona su muñeca no solo abandona su muñeca supera su niñez".

Otros opinaron: "uno se identifica con los personajes, trae recuerdos, es un espejo para la vida, te hace sentir mejor, actúa sobre los psíquico, para reflexionar, para aprender, para distraer, para entretener, para sentirse mejor, para modificar actitudes, para mejorar la autoestima".

Ellos saben que los traje, y esta jornada me obligó a repensar mi tarea. En la vejez como en cualquier otra etapa de nuestra vida necesitamos un espacio propio, un momento en el que pasemos de ser meros espectadores, a protagonistas. Y somos nosotros, profesionales preocupados porque la vida siga teniendo sentido, quienes debemos procurar ese objetivo.

Mi conclusión es: sí, el cuento da afecto, y es terapéutico.

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