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Número 15 - Octubre 2004

La República de los espejos
2° parte

María del Verdún Domínguez Umpiérrez
maverd@adinet.com.uy

(Ver la 1° parte)

"Pero la patria, como entelequia del país, como justificación última de las fronteras, quizá esté pasablemente representada por esa imposibilidad de volverse ajeno a una determinada realidad. Más que una bandera, un escudo o un himno, la patria es la casa y la mujer propias, la cadena de amigos, el sabor del cansancio, la voz de los hijos, el hueco del colchón, la playa en invierno, el plato predilecto. Cuando se está en el extranjero, no es imprescindible detentar el monopolio de la nostalgia para echar de menos esa suerte de patria individual, casi privada. Entonces la distancia borra lo accesorio, el derroche cotidiano de lo que no sirve, en la economía casi mágica de la nostalgia, lo que queda es lo auténtico, lo irremediable. La pasión inesperada por el lejano y propio alrededor…..entreviendo las calles de su ciudad, un cielo que tiene más estrellas que otros cielos, la arena con pisadas, con olas, sin pisadas, la rocas coronada de gaviotas, incanjeable olor del afecto familiar…..la horrible, fastuosa, casi melancólica silueta del Palacio Salvo.

El uruguayo es triste, triste desde el tango y hasta en su carnaval……En nuestra población no existe el indio, ese indio en quien la tristeza es algo así como su piel. Resta un hilo de folklore, pero ya no queda entusiasmo que lo patrocine"
El país de la cola de paja,
Mario Benedetti
, pp. 125/7

Podemos considerar a la historia como un registro de todas las realizaciones del hombre en todas las esferas: política, económica y social; pero que también comprende una crónica de sus sueños e ideales, de sus triunfos y fracasos. Para los que simplemente creen que la historia es algo fijo e inalterable, están presentes los hechos, los porfiados hechos como decía Lenin, que debemos interpretar para poder sacar conclusiones sobre su significado.

En este contexto y luego del recorrido histórico que escribiera a manera de introducción del tema que me ocupa, intentaré analizar la emigración de los viejos, con su connotación psicológica y social, y porque en el Uruguay es un hecho que asume características inusuales.

Es necesario diferenciar el exilio político, ocurrido durante la dictadura, del exilio económico que ocurre en la democracia. En el primer caso, las personas emigraban escapando a la prisión, a la tortura y aún a la muerte; mientras que en el segundo, otros son los infortunios que provocan la emigración y que vienen de la mano de las políticas neoliberales impuestas por los obsecuentes gobiernos de turno. Esta última emigración presenta un rasgo atípico, que es el tema de este artículo, tal cual es la emigración de los adultos mayores. Se da entonces que la mayor parte de la emigración, son jóvenes, que arrastran a los padres y ahora también a sus abuelos; por otra parte, se está dando en este momento una emigración de adultos que están atravesando la mediana edad, que a veces también arrastran a sus padres, hay otra faceta, que también cabe mencionar que son los viejos que se quedan solos porque sus descendientes han emigrado y ellos no desean abandonar el país.

Este país, la República de los espejos, en los que se refleja lo que vemos con el corazón y no la realidad existente. De igual modo los viejos no se reconocen en el espejo y tampoco reconocen a este Uruguay de hoy y siguen viendo al Uruguay del ayer que se les aparece tan presente como un engañoso espejismo, que al igual que al sediento en el desierto se le aparecen los verdes oasis hasta que todo se evapora, la refrescante sombra y la vital agua. Lo único que no desaparece es la sed, real y atormentadora, de la plata que no alcanza, y la estrategia cotidiana para realizar el milagro de llegar a fin de mes y de poder pagar las cuentas imprescindibles, a esto le agregamos la desocupación, y sobre todo un factor que considero fundamental, el desencanto.

En el año 1971, había un slogan publicitario partidario, que decía "hermano no te vayas, ha nacido una esperanza", hoy en el 2004, ese partido político, tiene grandes posibilidades de ser gobierno, ya se ha convertido en un partido tradicional más, y poco queda de su plataforma original, la palabra revolución, ya no existe en sus discursos, y no estoy hablando de revolución armada, sino en la revolución como cambio, sin hipotecar el futuro de su pueblo.

Algunos de los motivos por los cuales se produce el exilio económico:

Ahora bien, al estudiar el tema que estoy desarrollando, intentaré reflexionar epistemológicamente sobre el viejo que emigra, un protagonista más de este problema social, en sus aspectos psicológicos, e ir complejizando la problemática, planteando hipótesis sobre el acontecer en la vida, en la cotidianeidad, de los viejos que emigran en lo que considero un "exilio económico".

Ello lleva implícito un gran desafío, primero que nada triunfar de alguna manera, sobre todo en lo económico, esto impulsa al viejo para tratar de vencer los altibajos, y pareciera que les genera una energía adicional para enfrentar la nueva situación, y ayudar activamente, y no sólo colaborar con la familia.

Al fin y al cabo no son derrotados, sino desplazados de su país de origen que buscan recuperar la esperanza que han perdido, y por que no, un futuro mejor, en lo que les resta de vida, ahora la esperanza no está acá, está fuera, en el exterior.

La otra cara de la moneda, es que también implica desprenderse del grupo de pares, lazos que ha hecho a lo largo de toda la vida y que lo colocan en un lugar de vulnerabilidad, ese empezar de nuevo, con esa energía nueva, que a la vez puede estar enmascarando una depresión, ya que también existe un duelo por la pérdida del continum de la identidad social.

Los adultos mayores se arriesgan en una aventura que los lleva a un lugar casi siempre desconocido, en el que las costumbres son distintas y con un idioma diferente, que o bien no conoce, o bien no domina en su uso diario. Entonces, ¿Cómo comunicarse en la nueva comunidad?

En este punto creo posible establecer un osado símil de la inconmensurabilidad, tal como la definiera Thomas Khun, con lo que vengo escribiendo para el caso de los viejos, ellos tienen, sin duda, dificultades no sólo de traducción de un idioma diferente o hasta del propio idioma, sino también dificultades taxonómicas que refieren a una ontología distinta, tal como se da con las teorías científicas. Se enfrentan a un mundo diferente, con entidades y esquemas conceptuales distintos.

Juan Carlos Carrasco habla de que el hombre es un "ser en situación" y que la persona es inseparable de la situación en la que vive, y el concepto situación contiene los elementos de espacio, tiempo, hechos y acontecimientos, variables correlacionadas y que a la vez están subordinadas al proceso histórico que precede y determina la situación.

Existe un quiebre de la identidad y de la cotidianeidad, ya que apuntan al mismo significado, porque la identidad es un fenómeno colectivo, la propia referencia al yo, que la noción de identidad contiene, se elabora en función de un "otro". Dejamos de ser ese yo cuando nos cambia el marco existencial, y con gran esfuerzo comenzamos a formar ese otro yo, comenzamos a cambiar. Carrasco menciona que el exiliado vive a la vez en dos mundos al mismo tiempo:

Hay una ruptura histórica, que a la vez es trasplantada en otro lugar (espacio-tiempo), porque el hombre es a la vez sujeto y objeto de la historia, ya que la historia es un desarrollo longitudinal, y la situación es un corte transversal en el curso de ese desarrollo.

Este desarrollo longitudinal (que el emigrante trae de su país de origen) se entremezcla con otro desarrollo histórico diferente (que es el existente en el país al cual se emigró) y que a la vez tienen puntos en común.

A partir de ese encuentro se comienza la construcción de un nuevo desarrollo histórico que a la vez es un punto cero (en ese lugar) y a la vez no lo es, debido al desarrollo que traen el viejo emigrante de su país de origen. Este proceso significa un desgaste muy grande de energía, ya que hay un equipaje que es la herencia de la historia que se trae del país de origen.

Ahora, en este momento cero se comienza a rescribir la historia rellenando los lugares que son las lagunas (debido a resistencia) que nos deja la memoria, es desechar (proyectando) lo que no agrada, y por sobre todo empezar en ese otro espacio-tiempo, en el que en un principio no nos podemos reconocer ni identificar, y esa es la ardua tarea que le espera al que emigra, ser producto y productor de esta vieja-nueva historia, modificar el medio y a la vez modificándose a sí mismo.

Carrasco afirma con respecto a la cotidianeidad que tiene dos caras:

La cotidianeidad consiste en un todo inseparable del hombre y de la calle por la cual camina, y a la vez de las personas con quien comparte la calle y su vida. Cada persona en su vida cotidiana efectúa una síntesis de lo individual con lo colectivo y de esa manera se conforma la identidad.

Esta cotidianeidad supone una continuidad de tiempo y espacio, supone un reconocimiento de sí mismo.

La pérdida de la cotidianeidad constituida por ruidos, olores y paisajes, cambia radicalmente hasta convertirse en una ajeneidad. Las más simples y habituales cosas, como comprar arroz Patna "el de la bolsita azul", o el dulce de leche Conaprole, marcas conocidas para los uruguayos, no existen en otros países, entonces algo cotidiano y que a la vez era muy sencillo, no requería ningún esfuerzo se convierte en una odisea.

En todo emigrado encontramos un curso de vida truncado, y todo un proyecto de vida que se vino abajo. Es un quiebre en un doble aspecto:

Este quiebre le puede traer aparejado al viejo, una mayor dificultad de inserción, ya que le cuesta aceptar los cambios; no podemos olvidar que nuestro país es una aldea comparada con otros países, por lo tanto, los cambios son realmente abismales, este hecho margina aún más, el rechazo al cambio que por lo general tienen los adultos mayores.

Por otra parte, se ve obligado a adaptarse, ya que no se puede permitir fallar, no puede permitir marginarse aún más, y se vuelve al tema del desgaste de energía y la extrema vulnerabilidad en que se encuentra el adulto mayor.

Como si todo lo mencionado fuera poco aún le queda conocer nuevas calles, nuevos recorridos de ómnibus y el subte (que en nuestro país no existe), y caminar entre rostros desconocidos tratando de ver alguna cara que le hable del país natal.

Los viejos a menudo se ponen "nostalgiosos", hablan de la "multi del London", de la tienda Angescheidt o del café Sorocabana con sus intelectuales. Entonces se encuentran con que entre los suyos aparece al instante, la sonrisa cómplice o el ¿te acordás, qué tiempos aquellos?, pero ahora esos simples comentarios generan interrogación en el interlocutor, "Quiénes eran Fadol, Benito Nardone, Tortorelli?", hay que explicarle todo, y asimismo no puede comprender la realidad de "aquellos tiempos", ya no tiene gracia el comentario. Por otra parte, y lo más importante, ya no es compartible el recuerdo, la mayor riqueza del viejo es su historia y ya no tiene con quien compartirla. Como canta Joaquín Sabina "amargo como el vino del exiliado", amargo como no poder compartir lo que ha sido su vida, lo que ha sido su Uruguay, su Montevideo.

Los recuerdos construidos con fragmentos del pasado que conserva el viejo muchas veces son una pesada carga en su valija, y el quedar pegado al pasado no es bueno para su situación actual, el emigrante por lo general idealiza lo que dejó atrás, los recuerdos son pintados de colores alegres, tienen luminosidad y belleza, y podría ser que hasta la veredas con las baldosas flojas y los basurales de Montevideo se recuerden como un hecho pintoresco y no molesto como en realidad lo son.

Ahora sienten que son viejos que se han quedado sin parte de esa identidad que está integrada por la garra charrúa, la viveza criolla, y las caminatas por la rambla. Aún más, sienten que se han quedado sin el cerro de Montevideo, uno de los símbolos del escudo nacional, que no es mucho más que una suave ondulación del suelo, pero que para los uruguayos es como si se tratara del Himalaya esperando a los osados alpinistas que se animen a escalarlo. ¿Y el mate?, se preguntan, ¿Cómo es que aquí nadie toma mate? Esa sensación de no pertenencia, de ser extranjero, de ser "el diferente", y además ser viejo, siendo muchas veces la vejez otro tipo de exilio, y ahí se complica más ya que es un exilio dentro del exilio.

Y sueñan con ese pequeño país que gobierno tras gobierno lo han ido vaciando, no sólo de riquezas naturales, sino también intentando vaciarlo de las empresas estatales, orgullo de la uruguayez y obligando a la emigración de quienes nunca pensaron que llegaría ese momento.

"Al erguir sobre una misma montaña los fantasmas del exilio y de la muerte, los antiguos griegos dieron cuenta de una refinada crueldad. Más todavía, de su devota visión teatral de la criatura humana, movida sin pausas, al antojo del viento del destino. Que el condenado optara entre el naufragio de su alma en la lejanía no buscada, y como tal irredenta, o la entrega del cuerpo al tan ávido como demoledor pico de las aves de carroña…… La única estrategia del sobreviviente es el delirio continuo del paraíso perdido. La sed nunca saciada es una llaga".
El espejo roto, Vicente Zito Lema,
Palabedrio, Nº 3.

Muchos coinciden en que la emigración en nuestro país ya es estructural, siendo la diferencia entre los nacimientos y las defunciones desde 20.000 a 22.000 y las personas que emigran serían 20.000 por año, aunque no hay cifras exactas, Se da un fenómeno bastante particular en la vejez que se ha quedado sin pasado y sin contemporáneos.

Pero, lo más grave es que nos han vaciado de personas, cada vez somos menos, nos han robado todo, la memoria también, en muchos casos porque hay temas de los que no es conveniente hablar, "no hay que tener ojos en la nuca" dijo un político conocido, que no vale la pena nombrar, pero, además con la emigración de los viejos, nos roban la memoria del país, que se pierde debido a que son los viejos esa memoria, que cual trovadores medievales nos cuentan lo que ha sido nuestra historia, de que somos una caricatura cruel de lo que éramos, somos una rémora adherida al pasado, nos borraron la cara y no sabemos quienes somos, otra vez el espejo nos hace trampas, no somos eso que se refleja en él.

Junto con el patrimonio nacional nos han robado también los sueños, las ilusiones y las utopías, y aún para los viejos que se quedan aferrados al terruño con su memoria de la vida vivida en él, entonces al ver la desocupación que lastima a sus hijos y nietos, la injusticia social, la asimetría y la desigualdad de oportunidades, así como la jubilación que apenas les permite vivir, la rabia y el hambre que golpean diariamente a la puerta, todos estos motivos y tal vez muchos más, les hace pensar en emigrar junto a ellos.

Parafraseando a Borges: descubren en el fondo ilusorio de los espejos, algo monstruoso, ya no son los mismos, el tiempo ha pasado con su inevitable desgaste y aún así deciden emigrar.

Los emigrantes deben adaptarse rápidamente al nuevo país, eso significa a las costumbres, comida, clima, idioma, aunque la adaptación de los viejos sea más lenta, genera estrés, también el cuestionarse si tantas penurias realmente valen la pena y tal vez sentirse Penélope, destejer para empezar a tejer de nuevo, empezar a tejer sueños, ilusiones, lejos del terruño, pero con nuevos bríos, sin nostalgias, sí con reminiscencias.

En el Cabildo realizado el 15 de julio del 2003 en el Centro UNESCO de Montevideo, La emigración en el Uruguay actual. ¿El último que apague la luz?, Andrea Pellegrino, Mariana González y Lydia Gumiel Rodríguez, comentan sobre un artículo de Arcela (Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires), publicado en La Nación, y que en el mismo se hace mención a cuatro fases que atravesarían los emigrantes:

Si bien no he tenido acceso al artículo, quisiera profundizar en estas fases, pero, analizándolas cuando el que emigra es un viejo.

Este desarrollo y la profundización de algunos de los ya expuestos serán la tercera y última parte del presente artículo.

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