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Número 15 - Octubre 2004

Jornadas Gerontológicas 2004 . Universidad Maimónides
El campo de la Psicogerontología en Uruguay

Robert Pérez Fernández
rperez@psico.edu.uy

I - Algunos datos del contexto 1

Cada año en América Latina mueren 1.000.000 de personas a causa de enfermedades que pueden prevenirse y evitarse con el grado de conocimiento actual. La actual capacidad de producción y desarrollo tecnológico que permitiría salvar estas vidas y que ha posibilitado el incremento de la expectativa de vida a nivel mundial, es la misma que permite al 15% de la población del mundo concentrar el 85% de la riqueza, o a las 200 personas más ricas del planeta acumular una fortuna igual al producto de 300.000.000 de Latinoamericanos (OPS, citada por Pérez, 1999).

Ubicado en una de las regiones de mayor desigualdad en la distribución de la riqueza, Uruguay, con un porcentaje de 17.3% de población mayor de 60 años, era en el 2000 el país de mayor edad de América. Casi la mitad de su población tiene más de 31 años y una esperanza de vida al nacer de 70 años para los hombres y 78 para las mujeres (CEPAL, 2000). Actualmente, con dos menores de quince años por cada persona de 65 o más, y una proyección al año 2025 de 1,44 a 1 (CEPAL, 2000), nuestro país presenta una singularidad demográfica: un perfil poblacional similar al de los países desarrollados, sostenido sobre una estructura socio - económica de país subdesarrollado, en una región cada vez más empobrecida. Ante la escasez creciente de recursos, y ante la actual falta de empleo, algunos han identificado este alto porcentaje de población mayor como un problema y una posible fuente de conflicto y competencia intergeneracional. Pero: ¿el hecho que las personas vivan más años, es en sí un problema?.

Para una visión "economicista" de la sociedad que concibe las relaciones humanas en función de aspectos de mercado y de oferta - demanda, una mayor cantidad de personas que no estén trabajando activamente, que no estén aportando económicamente desde el lugar de trabajador, de "activo" al Estado, pasa a ser "pasivo", y genera un problema a nivel económico. Este calificativo de "pasivo" desde esta visión, va generando una percepción subjetiva que hace que se traslade este aspecto a las diferentes áreas de la persona, la cual comienza a percibirse a sí misma de esta forma (Pérez, 1996). Este tipo de pensamiento explica gran parte de la dificultad colectiva de integrar esta población vieja desde su posibilidad de aporte a la sociedad.

Por lo tanto, en nuestro actual sistema de distribución de recursos que genera más exclusiones que bienestar colectivo, no se puede obviar que cualquier acción que apunte a delimitar un nuevo campo (en este caso poblacional) y acciones hacia él, implicará repensar las relaciones productivas, sociales e intergeneracionales, y por lo tanto será también una acción política. De la capacidad que tengamos para generar acciones explícitas y multiplicadoras en una dirección integradora, dependerá en gran parte la posibilidad de cambiar los vínculos interpersonales y permitir, entre otras cosas, que el hecho de que las personas vivan más años sea un beneficio para toda la sociedad y su desarrollo (Pérez, 1999).

II - Antecedentes en la construcción de un nuevo campo de trabajo.

Desde tiempos remotos los seres humanos han buscado la "fuente de la eterna juventud" como forma de lograr la vida eterna. Tal vez mucho de este mito y deseo se haya jugado de forma más simbolizada en los orígenes de la investigación sobre el proceso de envejecimiento. Ello, junto a la larga historia de la medicina y su poder, ha llevado a que la investigación científica en esta área fuese considerada, durante mucho tiempo, como patrimonio y dominio exclusivo de dicha disciplina (Lehr, 1988)

Hasta no hace mucho tiempo atrás, los estudios sobre el proceso de envejecimiento se centraban en sus aspectos biológicos y fisiológicos, quedando los aspectos psicológicos y sociales de este proceso subordinados a un segundo plano. La vejez entonces, capturada dentro de un único campo disciplinario, comienza a ser estudiada desde sus aspectos patológicos, aun antes de poder conceptualizar sobre sus aspectos de orden evolutivo.

De esta manera, todo lo que se alejaba de los parámetros de salud definidos para otras edades fue, durante mucho tiempo, considerado patológico en la vejez, asociándose cada vez más el envejecimiento a una enfermedad y no a una etapa vital. El método de investigación básico era la comparación entre sujetos de diferentes edades. De esta forma, los resultados concluían en una visión negativa de la vejez, la cual, se potencia claramente con un pensamiento social prejuicioso, conformándose una asociación entre viejo y enfermo (Salvarezza, 1988).

Esta manera de concebir el proceso de envejecimiento y la vejez ha sesgado (y aun sesga) "la mirada" de muchos investigadores de los aspectos psicológicos y sociales del envejecimiento. En 1961, este modelo deficitario cristaliza "científicamente" en un libro que, marcó (y aun marca) gran parte de las conductas prejuiciosas de los profesionales hacia los viejos. Se trata del clásico trabajo de E. Cummings y W. E. Henry "Growing old: the process of disengagement". Este libro, resultado de una investigación realizada desde la Universidad de Chicago, respecto a los aspectos sociales de la vejez, postula la "disengagement theory", traducida por diferentes autores como teoría de la desvinculación, del desapego, etc.. En sus aspectos centrales, dicha teoría sostiene que las personas, a medida que van envejeciendo, van perdiendo paulatinamente su interés por las cosas que los rodean (objetos y personas), volviéndose cada vez más sobre sí mismo, apartándose paulatinamente del entorno, como forma de evitar los conflictos y prepararse para la muerte. Fundamentada en procesos bio-fisiológicos, esta teoría se postula como inherente al envejecimiento, sin incidencia de lo sociocultural. Por lo tanto, la conducta a fomentar para con los viejos, ya sea en los profesionales, como en el resto de la sociedad, es ayudarlos en este "alejamiento" de las actividades. Más allá de las críticas que ha recibido esta teoría, así como a su invalidación científica posterior (ver al respecto, Lehr, 1988), su influencia llega hasta nuestros días, pudiendo ver sus efectos en muchas de las propuesta que actualmente se realizan para ancianos.

En forma casi simultánea a esta teoría - muchas veces como reacción - varios autores comienzan a desarrollar la llamada "teoría de la actividad", de la cual Maddox (citado por Lehr, 1988) es uno de los principales representantes. Este autor trabajó entre 1962 y 1965 en el estudio longitudinal de la Universidad de Duke, y sostiene que las personas deben mantenerse siempre con actividades. La jubilación, implica una pérdida de roles y actividades que repercuten en su entorno familiar y comunitario, por lo cual se debe encontrar otras sustitutas para no caer en un estado de alienación e inadaptación. De esta teoría también se han derivado varias consecuencias que se expresan actualmente en algunas propuestas técnicas, en las cuales los viejos deben estar siempre en una especie de "activismo". La finalidad de estas actividades es el "hacer algo" en sí mismo, estar en movimiento, independiente de su sentido.

Ambas teorías, aunque parecen contrapuestas, representan dos aspectos distintos de una misma concepción prejuiciosa de vejez, pues en ambas el viejo es despojado de su condición de sujeto deseante y de deseo, incapaz de devenir, al decir de Castoriadis, un ser reflexivo. El anciano es pensado como una sucesión de pérdidas y duelos, y el temor subyacente (¿de los técnicos?) es que si se detiene a reflexionar, a pensarse, se angustia. En ambas, los procesos subjetivos del viejo son un "impensado", pues se basan en una epistemología positivista y causal. Ambas propuestas le escamotean al viejo la posibilidad de generar sus propios proyectos vitales autónomos, a partir de una concepción de vejez pasiva (aun en el activismo), reproduciendo y reafirmando una conducta social prejuiciosa. Puestas las cosas de esta manera, se lo obliga al anciano a quedar anclado en el pasado, con un presente efímero y sin sentido (en la primer teoría, por medio del repliegue sobre sí mismo; en la otra, por medio de realizar actividades por el sólo hecho de estar en movimiento), y sin posibilidad de futuro (en ambas se parte de la base que el único futuro es la muerte y antes de eso sólo existe una especie de "sobrevida pasiva"). Ambas parten del mismo modelo involutivo en el ciclo vital, donde el envejecer conlleva en sí mismo la noción de declive en todas las áreas del ser.

Si embargo, cuando analizamos los resultados de los estudios longitudinales y secuenciales de cohorte, vemos como ambas teorías demuestran su inconsistencia, pues el envejecimiento se presenta como un proceso complejo, donde intervienen diversos factores, no existiendo un modo único de envejecer, sino que "se envejece como se ha vivido". Paulatinamente se ha ido conociendo que, dentro de la condición de ser "bio – psico – social" del ser humano, los procesos psicológicos y sociales no tienen porqué seguir los mismos patrones de desarrollo que los procesos biológicos. En efecto, mientras que en estos últimos el modelo es de desarrollo seguido de paulatino e irreversible declive hasta la muerte, en los procesos sociales y psicológicos existe un desarrollo en los primeros años, que puede ser seguido de una estabilidad o incluso de un crecimiento a lo largo de todo el ciclo vital, de acuerdo a diversos factores que hacen a la variabilidad individual (culturales, sociales, económicos, etc.).

Estos desarrollos han llevado a que últimamente se acepte como un aporte de la Psicología a la Gerontología, que desarrollo humano no es secuencial, sino alternado. No existe un crecimiento lineal, seguido de un declive, sino que cada etapa contempla aspectos de ganancia y pérdidas, en un interjuego entre crecimiento y declive (Fernández - Ballesteros, 1996).

III – El campo de la Psicogerontología en los estudios sobre el proceso de envejecimiento

Los fenómenos propios del proceso de envejecimiento y la vejez, por su complejidad exceden los sucesos de orden estrictamente evolutivo, o biológicos, o psicológicos, o sociales en sí mismos. Los contienen, pero son más que la suma de ellos. Son procesos caracterizados por su irreversibilidad, por ser impredecibles, aunque no inmodificables (Berriel, Leopold, Lladó y Pérez, 1994). La O.M.S. hace ya varios años que sostiene e impulsa un abordaje bio - psico - social del tema envejecimiento y vejez. Y en general la Gerontología mantiene desde una perspectiva interdisciplinaria, un discurso en este sentido. Pero en este abordaje bio - psico - social, por diferentes relaciones de poder establecidas en el mundo académico y científico, lo "bio" siempre aparece primero, y es el aspecto más jerarquizado. A modo de ejemplo, basta ver la inversión anual en investigaciones en el área biológica - fisiológica - genética que realiza la industria farmacéutica, y lo que destinan los gobiernos a la investigación en las otras dos áreas.

Ante esta situación, la Psicogerontología está llamada a realizar un aporte relevante a los estudios sobre el envejecimiento. Efectivamente, coincidiendo con el planteo que en 1999 realiza G. Zarebski, si nos planteamos el campo de la Psicogerontología, como el "estudio y abordaje de la vejez normal y patológica en el campo psi"(...) que abarca "la tarea preventiva, asistencial y de rehabilitación, desde una concepción compartida acerca de la normalidad y la patología en el envejecer psíquico de un sujeto"(p.172), su aporte consistirá entonces en profundizar la investigación e intervención desde una perspectiva integral del envejecimiento. Nuestra propuesta es realizar este abordaje desde una perspectiva psico - socio - biológica, donde el orden de los procesos haga al acento en el enfoque y la investigación. En ese sentido, es necesario construir y desarrollar un discurso psicológico dentro del tema, para desde allí dialogar con otras disciplinas en un aporte mutuo y de inclusión recíproca. Y posicionados desde este lugar, es necesario plantear claramente que concebimos al Ser Humano como un todo, en el cual intervienen diferentes procesos, y donde los aspectos sociales y psicológicos son parte inherente de su cuerpo, tanto como los biológicos lo son de su "mente". Al respecto, coincido nuevamente con Zarebski (1999), cuando sostiene que mientras lo biológico (el soma) y lo social (los lugares asignados) marcan el paso del tiempo, la dimensión psicológica se rige por otras lógicas y temporalidades.

Las investigaciones longitudinales sobre el envejecimiento (citadas por: Lehr, 1988; Belsky, 1996; Fernández - Ballesteros, 1996) ponen de manifiesto que el paso del tiempo, por sí mismo, no conlleva una disminución de la mayoría de los aspectos psicológicos (cognitivas, afectivas, vinculares, etc.). Si bien aparece una disminución en algunas funciones cognitivas específicas, tales como la memoria de trabajo, esta disminución puede ser ampliamente compensada por el incremento de la memoria semántica o la biográfica (Belsky, 1996). Las investigaciones indican que esto sucede en personas que no tienen una patología que las inhabilite, que están insertas en su comunidad y que son la enorme mayoría de los viejos. Por lo tanto, el paso del tiempo en sí mismo, no tiene significado ni sentido. Este sentido es el que le puede adjudicar la propia persona, en función de su cultura, su historia, su deseo, etc.. Como planteábamos en 1997 junto a F. Berriel, "en el envejecimiento, además de los aspectos biológicos y otros procesos de orden "natural", existen procesos de producción de sentido que hacen que el transcurso del tiempo, hecho que en sí mismo no presenta significación alguna, sea representado por el hombre de determinada manera en relación a esa etapa vital que se ha denominado vejez. El cuerpo, con sus cambios y sus representaciones, lejos de ser ajeno a este proceso de producción de sentido, sólo puede ser abordado inscripto dentro del mismo. (...) La vejez es entonces, también una producción subjetiva, y los sentidos que adopta no podrán ser comprendidos sin abordar al sujeto que los adjudica y los produce. Esta dimensión del envejecimiento involucra a los diversos componentes de una sociedad dada, asentándose en el plano psíquico y vincular y constituyendo parte determinante de lo que el proceso de envejecimiento y la vejez serán tanto en el plano social como individual y grupal". (p. 3 - 4).

Es así como el paso del tiempo, sus efectos sobre el cuerpo y los sentidos que se le adjudiquen al mismo, serán clave a la hora de pensar los procesos psíquicos. Este paso del tiempo no es un campo unidireccional sino que está compuesto por diferentes dimensiones y ritmos que coexisten y se potencian entre sí, en complejos procesos que van produciendo sentido. Los procesos biológicos, dentro de su inmanencia respecto a otros procesos, expresan una de estas lógicas temporales. La dimensión subjetiva se inscriben otras temporalidades, donde intervienen diferentes atravesamientos de orden simbólico e imaginario (Berriel y Pérez, 1996).

Así, existe un tiempo identitario (Castoriadis, 1993), compatible socialmente, que mide entre otras cosas los años que separan a una persona de su nacimiento. Otro un tiempo imaginario (Castoriadis, 1993), subjetivo por excelencia, que es el que singulariza, otorga un sentido a la realidad, a partir de una determinada historicidad. También interviene un "tiempo social", (Neugarten, citada por Salvarezza, 1988) que determina y marca determinados acontecimientos desde lo que se espera socialmente. Por su parte, los procesos inconscientes tienen su propia lógica temporal, distinta del sistema Percepción-Conciencia. Aquí, la energía psíquica transita libremente por distintas cadenas asociativas, ligando representaciones de diverso origen histórico. Estos impulsos son inalterables, no inciden en ellos el paso de los años y se rigen por el principio de placer (Pérez, 1996).

Por lo tanto, para poder pensar el proceso de envejecimiento desde lo singular, desde los procesos subjetivos, es necesario incluir el análisis de estas diferentes lógicas temporales. Incluir el análisis de la dimensión deseante del sujeto y el potencial polimorfismo de las pulsiones y sus objetos. Construir lo real desde aquí, sin duda nos ubica en una epistemología muy diferente de la que sostiene a la teoría del desapego o la de la actividad. Nuestro posicionamiento y aporte al campo de la Psicogerontología, de la cuál se desprenderán consecuencias teóricas y de intervención, parte de esta concepción psico – socio – biológica. De concebir un sujeto deseante y de deseo. De plantearnos el deseo como energía, como producción de lo real (Deleuze y Guattari, 1985). Este sujeto tendrá determinadas características que lo definirán a lo largo de toda su vida sin importar la cantidad de años que lo separen de su nacimiento: Su deseo será irreductible e indestructible y no disminuirá con el paso del tiempo. Lo que cambiará a medida que avancen los años, son las estrategias de expresión del deseo y la habilitación social a las mismas (Berriel y Pérez, 1996 y 2002). Esta habilitación social es la que muchas veces produce en los viejos, determinados mecanismos de elusión del conflicto que el deseo genera, llevando a una negación y/o sobre-culpabilización del propio deseo. Cuando esto se estereotipa, por lo general aparece un empobrecimiento de los intereses del sujeto y de sus niveles de actividad, reduciendo la expresión del deseo, a formas socialmente no conflictivas, tales como el síntoma o el proceso de declinación esperado (Berriel y Pérez, 1996).

Estos mecanismos instalados posiblemente conduzcan a la persona a un empobrecimiento vital en su capacidad de disfrute, en sus posibilidades de expresión del deseo y en sus proyectos de vida (Pérez, 2002). Desde este punto de vista, es que compartimos el planteo de G. Zarebski (1999) respecto a que el derrumbe psicológico en la vejez se da por fallas en la capacidad de simbolización de la persona y no por el paso de los años. El paso de los años facilita la pérdida de muchos soportes imaginarios, cuestionando la identidad de la persona y poniendo a prueba de forma tal vez más radical que antes, la capacidad de simbolización de diferentes aspectos del deseo. De acuerdo a las posibilidades que tenga la persona para hacer frente adecuadamente a estos desafíos, construirá un modo de envejecer donde predomine lo que E. Erikson. (1973) denominó como integridad o desesperación. Estos casos, llevados a su extremo patológico en cuanto a los mecanismos de evitación del conflicto asociado a la expresión del deseo, estas fallas en la capacidad de simbolización, es lo que produce el "desapego" o "desvinculación" de los viejos, y no un hecho "natural, inherente al envejecimiento" como se llegó a sostener en algún momento.

IV – La construcción del campo de la Psicogerontología en Uruguay

En Uruguay, los primeros trabajos en el campo de Geriatría y Gerontología se remontan a la primera mitad del siglo XX y corresponden a diferentes intervenciones en la esfera hospitalaria, donde comienza a brindarse atención específica a ancianos desde una perspectiva médico geriátrica - gerontológica. A pesar de este inicio temprano, el comienzo de la formación sistemática de profesionales capacitados en el tema envejecimiento y vejez, comienza recién en el año 1978, cuando en la órbita del Hospital de Clínicas, la Universidad de la República decide crear el actual Departamento de Geriatría de la Facultad de Medicina. Esto, a la vez que marca un hito histórico, delimitando el envejecimiento y la vejez como un nuevo campo de producción académica y profesional, también señala la realidad de las diferentes disciplinas por esa época, donde la medicina era la única que había abordado la vejez como área temática específica. Como contrapartida, el hecho que la formación sea concebida como un postgrado exclusivo para los egresados médicos, si bien permite profundizar ese enfoque, genera un estrechamiento en lo potenciales inmediatos de desarrollo gerontológico, que queda capturado dentro de una concepción geriátrica gerontológica orientada exclusivamente desde la medicina, donde las demás disciplinas ofician de colaboradoras. Se crean así diversos equipos interdisciplinarios de trabajo en diferentes áreas y policlínicas, equipos orientados desde una concepción y modelo de salud bio – médica.

En el año 1985, luego de 12 años de dictadura militar, en el país existe un cambio institucional, asumiendo un gobierno constitucional. Esto permite a la Universidad de la República retomar su larga tradición de cogobierno y autonomía, retornando sus legítimas autoridades. Comienza así, un nuevo período de reconstrucción universitaria, donde se restituyen los funcionarios docentes y no docentes, así como los estudiantes y egresados cesados por persecución ideológica, y se realizan llamados a concurso para los cargos docentes. Toda la década del 80 son años muy fermentales desde el punto de vista sociopolítico. Esto tiene su repercusión en el ámbito académico, donde hay una gran apertura a nuevas formas de construir la realidad. La Psicología Universitaria - que de licenciatura había sido degradada por la intervención militar al rango de escuela universitaria y al de técnico ayudante de médico - en 1988 se unifica, creándose el Instituto Psicología de la Universidad de la República, que en el año 1994 se transforma en la actual Facultad de Psicología.

En medio de este contexto, en la primer mitad de la década de los años 90 asistimos a un salto cualitativo respecto al tema envejecimiento, pues, junto a la puesta en marcha de nuevos planes de estudios en diferentes Servicios universitarios, se crean varias unidades académicas que permiten un importante desarrollo del tema: en 1992 el Programa APEX – Cerro, con su Sub Programa de Atención Integral al Adulto Mayor; en 1993, el Departamento de Salud del Adulto y Anciano en la órbita del Instituto Nacional de Enfermería; en 1994 el Servicio de Psicología de la Vejez (SPV) de la Facultad de Psicología (Pérez, 2004)

Con la creación del SPV podemos ubicar, en nuestro país, el comienzo sistemático de la investigación e intervención sobre envejecimiento y vejez, desde una perspectiva psicológica. Comienza así a gestarse un nuevo aporte a la construcción del campo psicogerontológico tal cual lo definíamos más arriba, con los aportes de nuevos enfoques sobre el envejecimiento, desde un perspectiva psico – socio – biológica. Este discurso, construido desde la investigación y la extensión universitaria, es retroalimentado continuamente por el trabajo docente con pasantes de grado, así como por la formación de postgrado (maestrías, cursos internacionales, etc.) que realizan los docentes.

Hoy, luego de 10 años de iniciado el Servicio de Psicología de la Vejez, se puede afirmar que se ha construido un nuevo campo de trabajo para la Psicología, existiendo una inserción profesional clara del psicólogo en diferentes ámbitos gerontológicos, desde una perspectiva diferente al modelo biomédico clásico. No obstante esto, no debemos llamarnos a engaños y tener presente que la mayoría de los posibles lugares de inserción del psicólogo en equipos interdisciplinarios que trabajan con viejos, pertenecen a instituciones que integran el sistema sanitario o el ámbito de las prestaciones sociales. En ambos sistemas, que funcionan en forma paralela, sin comunicaciones entre sí, salvo escasas excepciones, institucionalmente existe una fuerte influencia del modelo biomédico en el sistema de salud y del modelo de "activismo" en las propuestas de la órbita social, que atraviesan el abordaje de los diferentes equipos y su construcción de lo real. Conceptualizaciones tales como deseo inconsciente irreductible, temporalidades y producción de sentido con su influencia en lo biológico, capacidad de simbolización y su relación con el derrumbe psicológico, elementos de trasmisión transgeneracional y su influencia en las situaciones actuales, proyecto de vida autónomo, etc., si bien van ganando cada vez más un lugar en la forma de pensar el envejecimiento interdisciplinariamente, tienen aún su resistencia. Es tarea de los Psicólogos que trabajamos en el campo gerontológico y psicogerontológico el poder desarrollar más estas categorías, a partir de mostrar su operatividad en la investigación e intervención.

Actualmente, desde el ámbito universitario, en el Servicio de Psicología de la Vejez se trabaja en cuatro programas de extensión, que en su conjunto, intervienen en los tres niveles de prevención en salud. Todos estos programas integran a estudiantes pasantes, por lo que cumplen con la finalidad de extensión y docencia. Veámoslos brevemente:

- Intervenciones con Grupos y Organizaciones de Adultos Mayores: Se trata de un programa en la órbita social – comunitaria, que trabaja con grupos de adultos mayores de Montevideo y de diferentes ciudades del interior del país. Se realizan intervenciones a demanda de los grupos, con una perspectiva clínica en el abordaje de problemáticas grupales, organizacionales e institucionales.

- Clínica Psicológica de Trastornos Cognitivos: Se trata de un programa dirigido a pacientes ancianos con patologías que presentan déficits cognitivos severos (tales como demencias, afasias, etc.). Aquí se realiza diagnóstico y se interviene desde una perspectiva multidimensional de las patologías, a partir de diferenciar Sistema Nervioso Central de Psiquismo. Partiendo de la metodología de mapa de ruta de la enfermedad (Pérez, 2004 b), se implementan diferentes tratamientos no farmacológicos, donde jerarquizamos un abordaje psicológico combinado que, según las singularidades de cada caso, transita por uno o varios de los siguientes dispositivos: a) Psicoterapia psicodinámica con el paciente y su cuidador principal (individual o grupal); b) Talleres de desarrollo de los procesos creativos y rehabilitación cognitiva, adaptado a los déficits, que trabaja sobre las áreas potenciales; c) Intervención psicológica en la red social y/o en las instituciones vinculadas; d) Intervención psicoterapéutica familiar.

- Programa Psicosocial de Prevención de los Trastornos de Memoria: Partiendo de una concepción integral de memoria, este programa se centra en el diagnóstico y abordaje de los declives cognitivos asociados al envejecimiento con un dispositivo que articula un abordaje individual y grupal, para adultos mayores autoválidos, desde una perspectiva de APS. Se realiza una evaluación psicológica y neurocognitiva individual a los efectos de descartar patologías mayores asociadas a las dificultades cognitivas (demencias o depresión, por ej.). Quienes cumplen con los criterios definidos, ingresan a los talleres, que consisten en un programa de 18 sesiones grupales de estimulación psicosocial. Finalizado esto, a cada participante se le realiza un retest individual.

- Consulta Psicológica y Psicoterapia para Adultos Mayores: De acuerdo a la demanda y el diagnóstico, se implementan diferentes dispositivos de psicoterapia focalizada. Se trabaja en intervenciones individuales, de pareja o grupales.

Todos estos programas están vinculados a diferentes investigaciones: Factores afectivos y vinculares en la enfermedad de Alzheimer (Berriel, Leopold y Pérez, 1998); Necesidades de formación en Gerontología (Leopold, 1999); Envejecimiento, cuerpo y subjetividad (Berriel y Pérez, 2002); Imagen del cuerpo y representación social de familia, trabajo y salud en el proceso de envejecimiento (Berriel y Pérez, 2001); Memoria, Identidad, deseo y proyectos vitales en mujeres de edad avanzada (Pérez, 2002); Imagen del cuerpo, modelos y emblemas identificatorios en los adultos mayores (Berriel, 2003).

Todas estas producciones han permitido ir construyendo un discurso psicológico, que toma distancia de los modelos biomédico o de "activismo" dominantes. Partiendo de la base que, para realizar un verdadero trabajo interdisciplinario, cada disciplina debe tener previamente algo conceptualmente diferente que aportar - por lo que requiere de un necesario período de producción y profundización disciplinaria, para desde allí, construir un verdadero diálogo interdisciplinario (Pérez, 2004) - es que en el año 2001 comenzamos desde el SPV a coordinar acciones con otros equipos de la Universidad de la República que trabajan el tema envejecimiento (medicina, enfermería, nutrición, podología, psicomotricidad, entre otras). Estas acciones cristalizan en el año 2002 con la creación de la Red Temática sobre Envejecimiento y Vejez de la Universidad de la República (REV).

La creación de la REV ha significado otro salto cualitativo en el abordaje del tema envejecimiento en nuestro país, permitiendo comenzar a construir un diálogo interdisciplinario a partir de los desarrollos conceptuales de cada disciplina. Es así que para el presente año tiene planteado dos objetivos estratégicos en este sentido: definir una propuesta interdisciplinaria de formación de postgrado y trazar líneas interdisciplinarias de investigación.

V – A modo de cierre - apertura

Como podrá inferir quién nos haya acompañado hasta aquí en la lectura de este trabajo, en Uruguay tal vez no se pueda hablar aún de un campo psicogerontológico en un sentido estricto. Para eso sería necesario integrar otras disciplinas vinculadas al campo "psi", con sus aportes específicos en el tema. Lo que si podemos observar es un primer movimiento en ese sentido, desde los aportes conceptuales de la Psicología del envejecimiento y vejez al equipo interdisciplinario, luego de este primer momento de construcción de referentes teóricos y técnicos desde la investigación e intervención psicológica del envejecimiento. Las actividades conjuntas emprendidas desde la REV dan cuenta de la actual necesidad de aportar e intercambiar al trabajo conjunto con otras disciplinas. Aportar desde una concepción de sujeto y de envejecimiento, tal cual planteábamos más arriba. Desde el análisis de las mutuas influencias de la vida anímica y lo social en lo biológico y viceversa. Desde la construcción de este discurso psico socio biológico, antecedente inmediato y previo para cualquier abordaje psicogerontológico.

VI - Referencias Bibliográficas

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Salvarezza, L. (1988) Psicogeriatría. Teoría y clínica. Bs. As. : Paidós

Notas

1 Este punto y los dos siguientes son una versión sintética y revisada de la primera parte del capítulo Marco Teórico de mi proyecto para Profesor Adjunto Efectivo en el Servicio de Psicología de la Vejez (Pérez, 2001)

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