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Número 15 - Octubre 2004

Jornadas Gerontológicas 2004 . Universidad Maimónides
Reflexiones e impresiones sobre la psicogerontología en España

Enrique Fernández Lópiz
elopiz@ugr.es
www.elopiz.com

RESUMEN

En el presente trabajo se exponen algunas consideraciones sobre el desarrollo reciente de la Psicogerontología en España. Las mismas se sustentan, inicialmente, en la experiencia vivida por el autor como Profesor Titular de la Universidad de Granada en esta materia de Psicogerontología. Se fundamenta la emergencia de esta disciplina en la Universidad española en tres pilares básicos. Primero, por la estrecha vinculación entre ciencia y políticas oficiales, lo que hace que, apoyado por las administraciones públicas en materia de investigación e intervención con personas de edad avanzada, la materia de Psicogerontología haya alcanzado una pujanza inédita apenas hace dos décadas. La segunda, por el notable incremento demográfico y el peso social de las personas de edad avanzada en la demanda de medios y recursos acorde a sus necesidades. En tercer lugar, por los avances de la Psicología Evolutiva, que sólo recientemente ha considerado la vejez como una etapa del ciclo vital con posibilidades de crecimiento y desarrollo humano. Al final de este ecrito, expongo una propuesta de formación en Psicogerontología, desde tres criterios articuladores; epistemológicos, ideológicos y personales, y nueve bloques temáticos, a modo de programa general de la materia.

 

1. Introducción

Me piden que escriba sobre la Psicogerontología en España y quisiera comenzar por algunas pinceladas de experiencia personal sobre este atrayente tema, de cómo el interés de la psicología española por la vejez ha ido en aumento en los últimos años, aun en la duda, ya de entrada lo apunto, de que palmariamente pueda hablarse de una Psicogerontología netamente "española", con unas señas propias de identidad. Tal vez resulte más apropiado hablar de una psicogerontología española con unos recientes antecedentes, pero sin unas trazas idiosincrásicas prescindidas de fuertes influencias foráneas, sobre todo del ámbito y modelo anglosajón dominante en esta área.

 

2. Recuerdos

Cuando acabé mi carrera de Psicología en 1977 en la Universidad de Salamanca, al igual que otros colegas psicólogos que se habían titulado en otras Universidades como Madrid, Barcelona o Valencia por aquellos entonces, apenas tuve la oportunidad de estudiar la ancianidad dentro de las asignaturas de la titulación, salvo en materias puntuales y en puntuales capítulos. Así, por el estudio de contenidos como las demencias propias de la edad avanzada, tipo Alzheimer y otras; en concretos apartados de la psicopatología como los trastornos delirantes del anciano, las depresiones o los cuadros hipocondríacos; o también en pequeños epígrafes de materias que hoy se hacen extrañas a la actual curricula de la carrera, como la Psicología Diferencial, en que se apuntaban diferencias entre población joven y población mayor en medidas de inteligencia tomadas desde la escala Wechsler, diferencias en pruebas psicométricas de memoria o alguna cuestionable distinción de rasgos de personalidad evaluados con tests psicométricos y proyectivos. Y poco más. La asignatura de Psicología Evolutiva, quedaba frenada en la adolescencia, y la vejez no se consideraba en esta asignatura salvo de pasada y como edad de deterioro. Pero sobre este extremo, retomaré más adelante.

Más de veintiséis años llevo en la enseñanza y la investigación universitaria y puedo asegurar que en España no fue sino a mediados de la década de los ochenta cuando por primera vez la psicología de la vejez y el interés por los procesos de envejecimiento, se vio, si bien tímidamente aún, recogida en las partes finales de la asignatura Psicología Evolutiva, asignatura troncal en la carrera de Psicología. Mas al estudiarse obviamente la vejez en la parte final del Programa de esta materia, raramente se llegaban a tratar en profundidad estos contenidos, y sólo se reparaba en esta fase de la vida muy superficialmente, y era impartida por profesorado que por lo común, por su formación académica e investigadora, no conocían esta fase del ciclo vital.

Fue sobre todo rondando los años noventa, cuando un grupo de profesores, provenientes precisamente del área de la Psicología Evolutiva, dimos un impulso a la materia de Psicogerontología. La causa fue, como en mi caso, habernos centrado en la investigación con este grupo de edad. Estas investigaciones, en no pocos casos fueron el motivo del trabajo de Tesis Doctorales. Tesis e investigaciones que aun teniendo objetivos y perteneciendo a esferas bien diferentes (memoria, instituciones geriátricas, satisfacción de vida en los mayores, etc.), sirvieron, empero su heterogeneidad, para que se fuera creando un cuerpo de docentes e investigadores, no ya advenedizos en el tema de la vejez, sino con probada suficiencia investigadora en este campo, quienes finalmente constituimos el arbotante sobre el que se está edificando en la actualidad la materia de Psicogerontología en el país. En mi Universidad, Granada, pero igual en otras Universidades, la asignatura de Psicogerontología se incluyó por primera vez en los planes de estudio académicos en el año 1994. Inicialmente, la materia se impartió en la Escuela Universitaria de Trabajo Social y al siguiente año se incluyó en la carrera de Psicología. Cinco años después, también constituye parte del currículo académico de la carrera de Pedagogía. En la mayoría de los casos, es el Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación, Departamento como todos "interfacultativo", desde donde se organiza e imparte la materia. De hecho, en la mayoría de las Universidades españolas, como digo desde dentro de los Departamentos de Psicología Evolutiva, esta asignatura es optativa con seis créditos de carga docente, que por lo común comparte la temporalidad entre teoría y práctica; tres para la teoría y tres para las prácticas (cada crédito es equivalente a 10 horas). A mí me cupo la satisfacción de ser, en Granada, el primer Profesor que impartió la asignatura, y también el autor de la primera Tesis Doctoral sobre el tema, que se centró, concretamente, en una investigación sobre la mejora del clima social en una Residencia Geriátrica (pueden verse publicado una parte de este trabajo en: Fernández Lópiz, 1993 y Fernández Lópiz, 2002).

3. Por qué aparece la Psicogerontología

Tendemos erróneamente a pensar los científicos del área que sea, que es la enjundia o la importancia de nuestra ciencia la que, a través de nuestra empecinada y esforzada labor, hace avanzar nuestra materia de estudio. Es este es un pensamiento de una gran ingenuidad, pues en general, pero más en los tiempos que corren, los avances de una disciplina están muy determinados por intereses sociales, políticos y económicos, que incluyen al científico como un peón (en el buen o en el regular sentido del término) de una urdimbre a veces difícil de desmadejar. Según este planteamiento de la determinación social en el avance de la ciencia, y más concretamente, de la cotización al alza de nuevas áreas de investigación como la psicogerontología, desde mi parecer, los aspectos que a continuación menciono, fueron claramente determinantes de la actual pujanza de los estudios sobre la vejez.

3.1. Ciencia y política

Durante décadas, la investigación en psicología del desarrollo ha estado guiada por la búsqueda de conocimientos que pudieran tener una rápida y eficaz proyección práctica sobre problemas de carácter social que se presentaban acuciantes en una época. El desarrollo de la psicología infantil y sus capítulos educativos "ad latere" son un ejemplo. Se sabe, pues, por estudios de historia de la psicología, filosofía de la ciencia, investigaciones bibliométricas, etc., que muchos de los trabajos de investigación propios del desarrollo humano fueron promovidos y estimulados por preocupaciones sociales y de la vida cotidiana que a una época urge solucionar (p.e. la necesidad de aconsejar a maestros y profesores, la necesidad de comprobar los efectos de la deprivación materna en el desarrollo infantil, el problema social de adolescencia en la contemporaneidad o la urgencia en encontrar alternativas a la ocupación del tiempo libre de los jubilados). Es decir, el estudio de poblaciones en diferentes edades: infancia, adolescencia o vejez, tiene un carácter ideológico, una visión axiológica por parte de los administradores y de los administrados que plantean necesidades, que nos ha de hacer cambiar el punto de vista convencional de la relación entre la ciencia y la política oficial. Habitualmente, entre los estudiosos de las ciencias sociales suele sostenerse que la política social debería basarse en el conocimiento científico. Mas hace ya décadas, Urie Bronfrenbrenner (1987), nos advierte sobre la plausibilidad de la tesis contraria en el concreto terreno de la psicología del desarrollo. Es decir, que según los intereses de la reciente investigación fundamental sobre el desarrollo humano, la ciencia elemental necesita a la política oficial aún más de lo que la política oficial necesita de la ciencia elemental. E insiste en que lo que se requiere no es sólo una relación complementaria entre estos dos campos, sino su integración funcional; o sea, que el conocimiento y el análisis de la política social son esenciales para el progreso de la investigación sobre el desarrollo humano porque llaman la atención del investigador hacia aquellos aspectos que son más críticos para el desarrollo cognitivo, emocional y social de la persona, y de igual forma, que es este ensamblaje entre las políticas oficiales y los investigadores (habría que decir Grupos de investigación, pues en los tiempos que corren apenas es relevante la investigación de individuos aislados, sino de equipos), los que revelan las edades que de forma perentoria interesan socialmente, como ha ocurrido con la Psicogerontología en el caso de las personas de edad avanzada. De hecho, este fenómeno deja ver las suposiciones ideológicas que sirven de base para la formulación de problemas y diseños para la investigación y, por lo tanto, el alcance de los posibles descubrimientos. "Una integración funcional entre ciencia y política oficial no significa, por supuesto, que ambas deban confundirse. Al examinar el impacto de las cuestiones de política oficial sobre la investigación elemental en el campo del desarrollo humano, resulta mucho más esencial distinguir las interpretaciones que se basan en pruebas empíricas de las que se originan en la preferencia ideológica" (Bronfenbrenner, 1987: 28). De estas palabras, que creemos reflejan con bastante exactitud la realidad, se puede concluir la existencia de múltiples criterios y supuestos ideológicos, éticos, políticos, religiosos, etc., que aportan una incuestionable explicación al auge que la Psicogerontología ha tenido en España y en tantos países, preocupados como están por el notable ascenso de la población mayor, población que tiene sin duda su peso, a través de la posibilidad del voto (votar no es obligatorio en España y a los altos índices de abstención se opone la alta participación de la población mayor en todas las elecciones que se celebran), en la decisión de quiénes serán los que gobiernen el país.

3.2. El peso de los mayores

Nada nuevo apuntamos al señalar que asistimos a un notabilísimo aumento de la población anciana en España y en los restantes países de nuestro entor-no, tanto en términos relativos como absolutos, sobre todo por un descenso de la natalidad y un aumento en la expectativa de vida. También han de considerarse en nuestro país la influencia de otros facto-res añadi-dos al envejecimiento de la población, como lo son la transición de un sistema social agrario a otro industrial y urbano, el incremento de la movili-dad social, los procesos migrato-rios, y otros factores concomitantes como la reducción del tamaño familiar y el paso de la familia extensa a la fami-lia nu-clear, la incorporación de la mujer al trabajo, nuevas nup-cias, etc., todo lo cual altera considerable-mente la permanen-cia y cuidado de las personas mayores en el contexto familiar y el desenvolvi-miento indepen-diente de este núcleo de pobla-ción, muy limitado como está por factores económi-cos, de salud, e incluso culturales y de generación. Además, políticos y administradores públicos y privados han obser-vado que las personas de estas edades son las que requieren de más cuidados, a la vez que tienen múltiples necesidades fruto de su dependencia. Por consiguiente, este cambio en la estructura poblacional, propio de las sociedades llamadas "desarrolla-das", comportó importantes cambios en los ámbitos político, eco-nómico y social en nuestro país.

Política y económicamente, el problema del envejecimiento de la po-blación ha constituido, desde nuestra transición política de la dictadura a la democracia, allá por el año 1976, una de las preocupaciones principa-les de los diferentes gobiernos que hemos tenido, no sólo por cuanto, como ya hemos indicado, dicha población supone un enorme caudal de votan-tes, sino sobre todo, por la importante responsabilidad moral e institucional que los poderes públicos adquirieron para con dicha población a través de la administración y el empleo de los recursos económicos del Estado en el pago de pensiones, en el abasteci-miento de las necesidades de este colectivo y, cómo no, en el fomento de la investigación gerontológica. Esto fue así tímidamente con el primer gobierno de Adolfo Suárez y su partido Unión de Centro Democrático; cobró pujanza a partir de 1982 con el gobierno socialista de González y se aquilató con los sucesivos gobiernos hasta hoy: Partido Popular de Aznar y de nuevo el PSOE de Rodríguez Zapatero. En este tiempo destaco dos cosas muy importantes: por un lado, la firma del llamado Pacto de Toledo, en el que todos los partidos políticos del arco parlamentario español se comprometieron a mantener el actual sistema de pensiones jubilatorias y otros logros de la llamada "sociedad del bienestar", para los mayores, como gratuidad de la sanidad, los medicamentos, el transporte público (también gratuito o con un precio muy reducido), etc. Y destacable, de otra parte, fue nuestra inclusión en la Comunidad Económica Europea (CEE), a través de la cual el despegue económico y el cambio de mentalidad se hicieron notorios en nuestro país, entre otras, con relación a la población mayor. Sirva como ejemplo que el año 1993 fue declarado por la CEE «Año europeo de las personas de edad avan-zada y de la solidaridad entre las genera-ciones», cuyos objetivos princi-pa-les fueron:

  1. Poner de mani-fiesto la dimen-sión social de la comuni-dad.
  2. Sensibilizar a la sociedad respecto de la situa-ción de las personas de edad avanzada, con las exigen-cias que plantea la evolu-ción demográfi-ca actual y futura, y con las consecuencias que el enve-jecimiento de la población compor-ta para el conjunto de las políti-cas comunitarias.
  3. Fomentar la reflexión y el debate sobre los cambios que serán necesarios para hacer frente a esta situación.

Y como conse-cuen-cia de dicha evolución:

  1. Promover el principio de la solidaridad entre las gene-racio-nes.
  2. Asociar mejor a las personas de edad avanzada con el proce-so de integra-ción comunitaria.

Justamente, ese año, los psicogerontólogos españoles celebramos importantes actos académicos y Jornadas relacionadas con el tema, lo que da una prueba de la importancia de nuestra aún reciente anexión política e ideológica a Europa, en el debate que para la psicología supuso la población mayor.

3.3. La oportunidad de la Psicología Evolutiva

Como antes decía, la psicología evolutiva sólo se ocupó, tradicionalmente, del estudio de la infancia y, a lo sumo, de la adolescencia, de modo que las fases ulteriores del desarrollo humano fueron prácticamente obviadas, pues se consideraba que eran los acontecimientos propios de las primeras etapas, los auténticamente moduladores del individuo en su desarrollo posterior. Esta panorámica supuso en España y en general, diría yo, durante décadas, un cons-treñimiento de los ciclos temporales en la observación del desarrollo humano, y un imperdonable olvido de la madurez y la vejez como etapas con sus propias posibilidades de cambio. Precisamente, fue la investigación y el estudio de la adultez y sobre todo de la vejez lo que precipitó un mayor descentra-miento de las primeras épocas de la vida en la psicología evolutiva, y un necesario reparo en el completo curso de la existencia.

Esta apreciación signifi-có, ahora hablo como profesor y como investigador, una forma de entender el desarrollo humano, que iba más allá de los tradicionales modelos organicistas propios de la psicología evolutiva tradicional. Es decir, si queríamos explicar y exponer argumentos descriptivos, explicativos y optimizadores sobre una etapa como la vejez, quienes iniciamos esta tarea, necesitamos antes, hacer una inmersión en modelos y perspectivas dialécticas y contextuales, a fin de cambiar perspectivas trasnochadas para las que la vejez es sólo una etapa de declive y pérdida. Por el contrario, a poco se tome contacto con la realidad de las personas mayores, es decir, si uno enfoca el estudio de los mayores desde las nuevas perspectivas, se comprueba que los mayores son sujetos que continúan su desarrollo, que existen en ellos posibilidades de modificación siempre presentes, que son participativos y que precisamente, los intercambios y las experiencias diversas de estas personas intervienen de una forma efectiva y comprobable en su propia evolución. En fin, la nueva generación de profesores que impartimos Psicogerontología en España entendemos (aún desde ópticas teóricas diferentes, hablo ahora de paradigmas) que los mayores edifican su mismidad, capacidades y posibilidades, tanto desde las experiencias de vida y el cúmulo de vivencias que tuvieron, como desde las posibilidades de participación, relaciones y afrontamientos diversos que ante ellos se presentan. Desde esta orientación evoluti-va, puedo asegurar que en nuestras clases, la vejez es entendida como un acontecimiento humano ligado a los contextos, como una etapa asentada en una caracteriza-ción epigené-tica del cambio y en una asunción del ambiente so-cial, cultural e histórico como sistema de influencia capital en esta fase de la vida.

Parte de estas premisas se pueden especificar, siguiendo en parte el prefacio del editor de la obra de Sorensen, Weinert y Sherrod (1986: XVII) cuando apunta:

Así pues, la psicología evolutiva, que en sus orígenes se centró esencialmente en el estudio de las primeras etapas de la vida, conforme fue avanzando en el ámbito de sus estudios e investigaciones, fue también interesándose cada vez más por las etapas posteriores (adultez y senec-tud).

4. Propuesta de formación en Psicogerontología

No hay un programa estándar sobre Psicogerontología en la Universidad española, por prevalecer el llamado derecho de "libertad de cátedra", según el cual es el Profesor Titular de la materia, según su formación y adscripción teórica, el que dota a la asignatura de unas características propias, a tenor de su criterio. Obviamente, para ser profesor Titular, ha de defenderse previamente, ante un tribunal cualificado de profesores Titulares asignados por sorteo en número de cinco, los conocimientos, el currículum docente e investigador sobre la asignatura, y el Programa y proyecto docente, en un concurso libre a nivel nacional. Es decir, no es algo caprichoso lo que apunto, pues hay que pasar unos filtros muy rigurosos. Mas como digo, hay tantos Programas de Psicogerontología como profesores de la asignatura.

Con relación precisamente a la adscripción teórica quiero aclarar dos extremos. El primero es que en España, la Psicología académica en general, salvo en contadas ocasiones, tiene un claro sesgo experimental conductista o cognitivo-conductual (no es mi caso). Esto hace que aún muchas investigaciones y gran parte de la intervención referida a población mayor, esté muy centrada en las llamadas "técnicas de modificación de conducta" (INSERSO, 1998; Izal, M. y Montorio, I. (Eds.), 1999), y en una perspectiva radical empirista que pierde con ello otros registros propios de una psicología dinámica, comprensiva y fenomenológica (ver Fernández Lópiz, 2000a: 254-255).

El segundo extremo que quiero aclarar, contrarresta esta tendencia general. Se trata de que al estar la Psicogerontología vinculada al área de la Psicología Evolutiva (como ya hemos señalado), y siendo que es esta materia una de las que más prontamente ha constatado la estrechez del modelo mecanicista en la explicación y descripción de los cambios con la edad (la conducta explicada en términos de causalidad eficiente, como hace el determinismo ambiental de las tesis conductuales), los psicogerontólogos han optado, en lo general, por otras perspectivas más propiamente europeas, entre las que se incluyen los enfoques constructivistas y los dinámicos; y sobre todo, han incorporado las tesis contextual-dialécticas que sustentan la llamada teoría del Ciclo Vital, según la cual, la vejez es sobre todo una etapa determinada por variables de tipo social e históricas, o sea, generacionales, educativas si se quiere (variables de cohorte).

En mi manera de ver, un programa formativo en Psicogerontología debe servir de puente entre lo que es el ámbito de estudio sobre la vejez y esos otros aspectos prácticos, investigadores y actitudinales, que constituyen una verdadera formación, productiva en el terreno de la práctica y positiva, humanamente, en la valoración de la vejez como etapa de la vida optimizable, mejorable. En tal sentido, la formación debe mantener unos criterios que consoliden y articulen esta triple realidad teórica, científica y práctica. A lo largo de mis clases y cursos de formación en Psicogerontología, ha sido para mí un empeño permanente, transmitir las enormes posibilidades que el curso del desarrollo alberga en la llamada edad tercera, y la posibilidad de crecimiento en muchos ámbitos: físico, cognitivo, afectivo y social, contrariamente a lo preconizado por las ideas puramente biologicistas que se suelen mantener, con relación a las posibilidades de progreso en este grupo de edad, una actitud nada halagüeña, o sea, una concepción de la vejez como deterioro y pérdida.

Mi idea es que la Psicogerontología debe estructurarse en bloques y capítulos atendiendo a principios y criterios como los que siguen y que en su momento ya hemos expuesto (Fernández Lópiz y Marín, 1998; Fernández Lópiz, 2002: 22-36).

A.- Criterio epistemológico. El profesor debe presentar al alumnado un espectro representativo de los diversos posicionamientos teóricos en que se desenvuelve la Psicogerontología, y a partir de ahí, ir acotando, justificadamente, su propuesta teórica singular de la materia. Es decir, el alumno debe tener claro que la ciencia psicogerontológica es diversa en sus planteamientos teóricos, sus intereses de estudio y la metodología de investigación que emplea. Obviar este asunto es negar las diferencias que distinguen las diversas maneras de hacer psicogerontología, el propio desenvolvimiento histórico de esta materia y las determinantes culturales que explican esta diversidad. En Psicogerontología los hechos no son tan locuaces como para hablar por sí mismos, a lo más contestan si se les pregunta, y el tipo de interrogantes que podemos plantearnos sobre la vejez es heterogéneo y depende, no sólo de la perspicacia del investigador, sino sobre todo de su bagaje formativo y de la perspectiva que posea. Dicho de otro modo: generalmente, hay una estrecha interacción entre objetivos de investigación y teorías, de tal manera que cada teoría selecciona los hechos que considera importantes, siendo que las teorías son siempre, al igual que toda manifestación humana, el fruto de un sistema "construido" en la propia formación del psicogerontólogo.

B.- Criterio ideológico. Referido a la valoración crítica de las diferentes tendencias. Hoy en día se tiende a interpretar la pluralidad teórica de la Psicología, en general, y de la Psicogerontología en particular, como un síntoma revelador de la intrínseca complejidad del hombre, de la multilateralidad de la vida en sus aspectos vivenciales y comportamentales, en sus múltiples sentidos social, personal y biológico. Precisamente, esta pluralidad de orientaciones es la condición necesaria para que la Psicogerontología vaya forjando su propia unidad, evitando empobrecerse en los confines de un único sistema. Según éste criterio ideológico, es fácil comprobar en las distintas épocas y culturas (la cultura europea, la norteamericana, la soviética en su momento, etc.), como la psicología ha derivado en posicionamientos diferentes (racionalismo, conductismo, reflexología, etc.), que ahora no es el caso exponer con más detalle. Pero además de esta dimensión social e histórica de la ciencia, la Psicogerontología ha de partir igualmente una actitud positiva a la hora de promover los valores correspondientes a una sociedad democrática, libre y solidaria, y hemos de procurar ser críticos y saber interpretar (a fin de ofrecer una perspectiva ajustada de la vejez como fenómeno humano multideterminado) las diferentes ópticas sobre la vejez y el envejecimiento: corrientes alternativas, cambios de enfoque, etc., para analizar paradigmáticamente la propia evolución de esta disciplina, que de forma particular, por tratar el delicado imperativo social de estudiar y atender a la población mayor, se ve irremediablemente atravesada por conflictos e intereses de poder.

C.- Criterio personal. Sin dudar la principal pertinencia de una formación científica en nuestra materia, es igualmente importante a mi parecer apuntar que la pretensión última de la formación psicogerontológica es aproximarnos lo más posible a una visión realística en torno a la vejez. Es decir, una vez ofrecido un conjunto curricular articulado con los datos teóricos y empíricos más notables en el estudio del envejecimiento, hay que reparar igualmente en una ajustada visión de los mayores. Y este es un eje principal también: descontaminar al alumnado de ideas preconcebidas y de prejuicios sobre esta etapa de la vida. De hecho, la presencia en nosotros de teorías implícitas sobre el envejecimiento (mitos y estereotipos viejistas), constituye una realidad que tiene múltiples efectos contraproducentes y perversos en nuestra actuación profesional e investigadora con este grupo etario.

Expongo a continuación algunos apartados que sirven para delimitar un esbozo de lo que ha sido una propuesta de programa de formación sobre la materia de Psicogerontología (Fernández Lópiz y Marín Parra, 1998):

Investigación y envejecimiento. La investigación de la vejez no puede deslindarse de una psicología de todo el arco vital. Esta apreciación significa, dentro del estudio del cambio psicológico con la edad, una visión en la que necesariamente el sujeto es estudiado a lo largo de todo el curso de la existencia, en base a diseños longitudinales; es decir, la mera investigación transversal no sirve, pues confunde los efectos de la edad con los efectos educativos del acontecer histórico propio de una generación.

Vejez, biología y salud. Es igualmente relevante conocer algunas ideas sobre el envejecimiento físico. Cuando nos referimos a la maduración física hemos de considerar la interacción simultánea de múltiples y variados agentes precipitantes y procesos interconectados. Del mismo modo, deben conocerse los cambios físicos que caracterizan a la vejez y sus efectos sobre el proceso de envejecimiento. Así, aunque tratemos los aspectos más netamente biológicos de la vejez, éstos no sólo tienen profundas repercusiones en el plano psicológico, sino que nuestro propio comportamiento puede incidir en el proceso de envejecimiento físico, de la misma manera que sobre la calidad de vida pueden influir las consecuencias de una adecuada formación de los encargados de la atención al mayor. También quiero apuntar, la necesidad de estimular el estudio de la salud, desde un plano diferente al tradicional enfoque médico, pues los procesos crónicos de enfermedad, mayoritarios en los viejos, precisan una asistencia continuada, de permanente lucha contra la incapacidad.

Sensopercepción y motricidad. Interesa, desde una óptica evolutiva, explicar y describir la naturaleza de esos cambios en la vejez y poner de manifiesto una adecuada perspectiva sobre la valoración de estos aspectos con la edad, que influyen y determinan la existencia de los mayores, sin que por ello tengan que resultar generalmente, una incapacidad infranqueable para el desenvolvimiento en la vida, más aún por cuanto en la actualidad existen múltiples posibilidades paliativas: protésicas, ambientales, programas de ejercitación motórica, etc. A tal efecto.

Memoria y aprendizaje. Un capítulo clásico en el estudio de la vejez es el que se interroga sobre la capacidad del viejo por memorizar y/o aprender. Este apartado amplio ha de procurar dar cuenta, aparte de los aspectos deficitarios, de las grandes posibilidades de aprendizaje en los sujetos mayores y, lo que es más importante, de los beneficiosos efectos que sobre tales posibilidades tiene la ejercitación a través de la educación, lo que se demuestra experimental y clínicamente ("plasticidad cognitiva").

Inteligencia y recursos de conocimiento. Dos cosas resalto en este apartado: en primer lugar, la insuficiencia de los modelos tradicionales derivados de posicionamientos maduracionistas (más referidos al estudio de la inteligencia en la infancia y la adolescencia), y la necesidad de enfoques que, teniendo en cuenta los aspectos experienciales y contextuales, refieren las posibilidades de conocimiento emergentes en la vejez. En segundo término, resaltar cuáles son las características del desarrollo de la inteligencia en la vejez, los factores incidentes en dicho proceso, las dificultades metodológicas presentes, así como las posibilidades de mejora del funcionamiento intelectual en esta edad. Igualmente, destacar que en el plano cualitativo, hay áreas principales de crecimiento cognitivo en los llamados "estilos de pensamiento postformal": pensamiento contextual, capacidades de pensamiento dialéctico, y las habilidades intelectuales relacionadas con la interacción social (p.e. la sabiduría: capacidad emocional, empática, procesos de reflexión, intuición y experiencia), así como aptitudes vinculadas a los saberes y pericias en según qué áreas, adquiridas y desarrolladas a lo largo de la vida (Fernández Lópiz, 2002a: 159-161).

Personalidad. Es llamativo, según mi parecer, en este bloque, advertir la delimitación del complejo concepto de personalidad y el bipolo dimensional "estabilidad-cambio" que interesa a su decurso con la edad. Conocer la realidad de la investigación empírica sobre los cambios de personalidad acontecidos durante el envejecimiento, su delimitación operativa en forma de rasgos y dimensiones, las investigaciones sobre autoconcepto y autoestima, y los elementos que pudieran relacionar el bienestar personal y la satisfacción vital con factores externos, ambientales.

Eventos vitales y vejez: consideraciones sociales. En este apartado ha de tratarse la ineludible consideración del envejecimiento como fenómeno influyente e influido en/y por los aspectos sociales. Una parte de este bloque deberá dar cuenta de las distintas perspectivas sociales que explican la vejez (desvinculación, actividad, antropología, etc.); así como la descripción y análisis de las características cambiantes de los roles y las relaciones sociales: las relaciones familiares y comunitarias, la viudez como acontecimiento disruptivo y sus consecuencias personales, la esfera afectiva y sexual de la pareja, el mundo del trabajo y la jubilación, así como el actual fenómeno social del ocio y las actividades de tiempo libre, derivadas del retiro laboral.

Psicopatología e intervención psicológica. Este bloque sirve para esclarecer qué trastornos, de qué manera y qué factores suelen desencadenarse, dentro del ámbito psicopatológico, en la vejez. El particular perfil diferencial que en la vejez cobran muchos aspectos biológicos, psicológicos y sociales tiene sin duda su repercusión en la emergencia de cuadros psicopatológicos particulares, en este período de la vida. Creemos importante prestar especial atención a los cuadros depresivos, derivados en gran parte de las constantes pérdidas: pérdidas biológicas y funcionales, pérdidas de seres queridos, de trabajo, de protagonismo social, etc., y los trastornos delirantes y cuadros hipocondríacos. También es centro de interés el amplio y complejo mundo de las demencias, así como algunos tipos de adicciones a drogas arquetípicas de las generaciones de mayores actuales, como el alcohol y los psicofármacos. Me parece de relevancia, también, incidir en las principales medidas y recursos técnicos relacionados con la intervención social y psicológica (individual y grupal) en la recuperación y en la atención de estos trastornos.

Ecología de la vejez. He reservado en esta propuesta de programa un último bloque a la relación ambiente-vejez: la llamada Ecología de la Senectud. A pesar de su juventud, esta área científica ha recibido un importante avance en la comprensión de la dinámica por la que los ancianos y los procesos de envejecimiento en sí, se ven afectados por diferentes rasgos del medio físico y social. La Ecología de la Senectud, así como el campo por ampliar de la ecología comportamental, es una perspectiva general de la investigación más que una teoría o método científico. Y es preciso conocer la existencia de una gran pluralidad conceptual y de procedimientos en este ámbito. No obstante, las teorías existentes, sirven como recursos orientativos útiles para sugerir de qué forma se organizan los elementos y los temas clave en este terreno a la hora de evaluar, planificar o intervenir en contextos ambientales dedicados a personas de edad, incluido el estamento social del ambiente (Fernández Lópiz, 2000a: 220-227; Fernández Lópiz, 2000b).

Conforme a los grandes bloques que apunto, lo que suelo hacer es organizar los contenidos en capítulos, dependiendo de la titulación a quien va dirigida la materia, por lo común, psicólogos, pedagogos o trabajadores sociales, aunque hay también cursos de postgrado o doctorado a los que asisten médicos, titulados en enfermería, farmacéuticos u otras profesiones diversas.

8. A modo de conclusión

Quisiera cerrar esta comunicación indicando que no he querido ser exhaustivo ni prolijo en fechas o acontecimientos, o en datos específicos, pues no me parecía lo más adecuado para esta breve disertación. Pero no quiero dejar pasar por alto y subrayar un señalamiento final, esto es, que en todo estudio sobre la vejez, la contextualidad y los sistemas culturales de influencia son vitales para entender al mayor y al mismo proceso de envejecimiento: la vejez es hija de su generación. De igual manera, la psicogerontología, más tal vez que otras especialidades de la psicología, debe estar presidida por principios humanistas y existenciales sin los cuales se hace difícil "comprender" y atender a este grupo de edad.

Agradezco a la Dra. Virginia Viguera que leerá este trabajo ante la imposibilidad de mi parte, muy a mi pesar, de asistir a este evento. Y a todos ustedes por haberlo escuchado. Quedo a su disposición.

BIBLIOGRAFÍA

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Sorensen, A.B. Weinert, F. y Sherrod L. (eds.) (1986). Human development and the life course: Multidiscuplinary perspectives. New York: Erlbaum, Hillsdale.

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