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Número 13 - Octubre 2003

Afrontamiento frente a la crisis del envejecimiento

Deisy Krzemien
dekrzem@mdp.edu.ar

La vejez como crisis del desarrollo

La problemática del creciente envejecimiento poblacional significa que más personas se enfrentan a los cambios físicos, psicológicos y sociales de la última etapa de la vida. Estos cambios convergen con las modificaciones sociales de la cultura actual– rotura de lazos de solidaridad, el creciente individualismo y las transformaciones en la conformación y función de la familia tradicional- que afectan las condiciones de vida de los adultos mayores y plantean desafíos de adaptación, exigiendo nuevas formas de afrontamiento al envejecimiento.

A la situación de crisis y la vivencia de pérdida del envejecer se suman los efectos de la representación social de la vejez predominantemente negativa, contribuyendo a la marginación y dificultando la inserción social del adulto mayor. La mujer senescente sufre especialmente los efectos de esta situación, agudizada su exclusión social por la desigualdad de género y la mayor longevidad en comparación al hombre, que la expone a la viudez y soledad. Según Castel, (1991) el prejuicio social hacia la vejez y la segregación consecuente suponen un quiebre del lazo social representando una verdadera crisis psicosocial.

El envejecimiento representa una crisis del desarrollo (Erikson, 1963). Según Slaikeu, (1991) una crisis es un estado temporal de desorganización cognitiva, emocional y conductual, caracterizado por la dificultad de abordar situaciones utilizando estrategias de afrontamiento acostumbradas, y la exigencia de un sobreesfuerzo para manejarlas sin llegar a sentirse desbordado. La crisis del envejecimiento está caracterizada por ciertas preocupaciones, sucesos o desafíos adaptativos (Erikson, 1963; Fernández-Ballesteros, Izal, Montorio, González, Díaz, 1988; Neugarten, 1977; Pearlin y Skaff, 1995) que se deben enfrentar y que presumiblemente afectan los recursos de adaptación de la persona. Entre los estresores típicos de esta etapa vital, podemos diferenciar, según nuestra perspectiva, tres tipos de sucesos a afrontar: vitales normativos, críticos y cotidianos estresantes.

El último de los estadios del ciclo vital que describe Erikson, (1963) presenta el desafío de mantener la "integridad personal" con una sensación de satisfacción por la vida, como opuesto a la experiencia de "desesperación" promovida por el sentido de que la vida tiene escaso propósito o significado. Es decir, este autor considera la vejez como la oportunidad de que se realice un balance que puede desembocar en la "integridad del yo" o en la "desesperación". Esta crisis normal del envejecimiento, estaría caracterizada para este autor por preocupaciones como la adaptación a pérdidas vitales, enfermedad, jubilación, reconciliación con los logros y fracasos, resolución de la aflicción por la muerte de otros y la aproximación de la propia.

La conservación de la integridad de la identidad en este momento del ciclo vital dependerá de cómo se signifiquen estos cambios y se inscriban psíquicamente los sucesos críticos, habiendo una estrecha relación entre la forma de enfrentar la vejez y la manera en que se ha vivido. El estilo de vida previo determinará cómo el individuo sobrellevará este proceso (Monchietti, Krzemien, 2000). Según el modo de elaborar estos cambios, se puede quedar sujeto a un estilo pasivo de afrontamiento (coping-style pasivo) o participar de experiencias de integración social nuevas y movilizar estrategias activas de afrontamiento (coping-style activo).

Estrategias de afrontamiento y envejecimiento

El término afrontamiento (coping) fue definido por Lazarus y Folkman (1986) como "los esfuerzos cognitivos, emocionales y conductuales dirigidos a manejar las demandas internas y ambientales, y los conflictos entre ellas, que ponen a prueba o exceden los recursos de la persona."

La mayoría de los estudios sobre afrontamiento (Lazarus y Folkman, 1986; Moos, 1988; Carver, Sheier y Weintraub, 1989; Páez Rovira, 1993) concuerdan en determinar tres dominios de las estrategias según estén dirigidas a:

En la tabla 1 presentamos las estrategias de afrontamiento según los dominios conductual, cognitivo y emocional, y según sean formas activas o pasivas de afrontamiento.

Tabla 1

Estrategias de afrontamiento según nivel de adaptabilidad y dominios
conductual, cognitivo y emocional (Carver, Scheier y Weintraub, 1989)
.
AFRONTAMIENTO ACTIVO PASIVO / EVITATIVO
CONDUCTUAL Activo

Planeamiento

Renuncia

Autodistracción

COGNITIVO Reformulación positiva

Humor

Aceptación

Negación

Religión

Uso de sustancias

Autoculpa

EMOCIONAL Apoyo emocional

Apoyo instrumental

Descarga emocional

En general, las formas de afrontamiento activas (active coping-style) se refieren a esfuerzos para manejarse directamente con el suceso conflictivo y son usualmente descriptas como exitosas. Las formas pasivas (passive coping-style) consisten en la ausencia de enfrentamiento o conductas de evitación y negación, consideradas como menos exitosas, (Carver, Scheier y Weintraub, 1989; Lazarus y Folkman, 1986; Moos, 1988). Se ha observado que las personas que desarrollan estrategias activas y centradas en resolver problemas presentan menos niveles de ansiedad y depresión tras un estresor, tanto a corto como a largo plazo. Por el contrario, los sujetos que están centrados en sus emociones negativas no utilizan actividades placenteras para distraerse de sus emociones, no emplean estrategias estructuradas para resolver el problema y presentan un alto riesgo de episodios depresivos graves y prolongados.

El "estilo de afrontamiento " se refiere a las diferentes estrategias particulares que cada uno adopta para sobrellevar determinadas situaciones o acontecimientos vitales, es decir, para convivir con las propias posibilidades biopsicosociales y adaptarse a las nuevas alternativas.

El balance entre lo que se creía poder alcanzar, lo logrado y lo que se puede seguir proyectando es lo que va también a determinar cómo aceptar los cambios en uno mismo y en los demás durante la vejez. El desenlace satisfactorio de esta crisis conlleva una vejez plena y significativa, al servicio de la necesidad de integridad personal que proporciona una aceptación activa de la vida limitada por la muerte y que se designa como sabiduría y madurez.

A partir de las ideas precedentes, creemos que la crisis supone una perturbación, pero, a la vez, posibilita una oportunidad de cambio y desarrollo personal, (Erikson, 1963; Lazarus y Folkman, 1986; Slaikeu, 1991) que mediante el uso de estrategias apropiadas permitiría alcanzar un mejor nivel de adaptación y mayor capacidad para afrontar situaciones (Lazarus y Folkman, 1986; Menninger, 1999; Moos, 1988). Es decir, el empleo de estrategias apropiadas de afrontamiento en la vejez permitiría responder en forma positiva a las nuevas demandas. La resolución de una crisis vital supone, así, el desarrollo de nuevas estrategias de afrontamiento, de modo que comprende una reorganización y reintegración del suceso de crisis a la vida.

La forma de afrontar las situaciones dependerá principalmente de los recursos de que disponga y de las limitaciones que dificulten el uso de tales recursos en el contexto de una interacción determinada.

El modelo mediacional cognitivo de Lazarus y Folkman, (1986) considera al afrontamiento como un proceso dinámico y cambiante, a medida que se modifican las demandas de la situación y la apreciación cognitiva que el sujeto hace de ella. Los pensamientos y actos se modifican de acuerdo a las demandas situacionales dadas. Muchas veces, la novedad y la complejidad de las situaciones críticas pueden afectar, inhibiendo o activando los modos de afrontamiento. Pero, además de las características críticas o la naturaleza objetiva de la situación, Lazarus y Folkman enfatizan el significado subjetivo que la persona le atribuye a esa situación. Ha sido demostrado que los sucesos estresantes que los adultos mayores deben enfrentar, la apreciación subjetiva de ellos y su significación para cada sujeto particular, son significativamente diferentes en comparación con otros grupos de edad. Cabe suponer que también la forma de afrontamiento a los sucesos críticos sería diferencial en la vejez. El envejescente puede enfrentar las situaciones conflictivas con mayor o menor éxito en función del estilo de afrontamiento que habitualmente adopte y de ciertas variables mediadoras que influyen en el proceso de afrontamiento, como por ejemplo la autoestima, el locus de control, el apoyo social, recursos materiales, el nivel educativo, y agregaríamos el estilo de vida.

Estilo de vida activo y afrontamiento

El desafío principal de la Organización Mundial de la Salud en relación a la vejez, es promover los factores que tienden a mantener el bienestar en la edad avanzada. Las Naciones Unidas en un intento de responder a los retos que afrontan los adultos mayores en el siglo XXI, en sesión preparatoria para la Segunda Asamblea Mundial sobre Envejecimiento, 2002, declaran:

"Llegar a la vejez en un estado de bienestar y buena salud requiere de un esfuerzo individual de adaptación a lo largo de toda la vida y de un entorno propicio que brinde asistencia y apoyo, permitiendo mantener estilos de vida saludables que favorezcan el afrontamiento al envejecimiento".

La clave principal es el concepto de vejez activa. En este sentido, el enfoque de la promoción de la salud vincula variables individuales que hacen a la biología humana, con variables psicosociales, subrayando la importancia del estilo de vida en la vejez (Baro, 1985; Darton-Hill, 1997). De esta manera, se hace evidente los complejos nexos entre la dimensión adaptación y variables psicosociales, entendiendo que la intervención en el campo de la psicogerontología debe contemplar la promoción de estilos de vida activos y la participación social del adulto mayor como recurso eficaz para desarrollar un modo de afrontamiento adaptativo a los sucesos críticos del envejecimiento.

Bibliografía

Baro, F. (1985). Factores psicosociales y la salud de los ancianos, en Hacia el bienestar de los ancianos, OPS, Washington , Pub. Cient. 492.

Darton-Hill, I. (1997). El envejecimiento con salud y calidad de vida, Salud para todos, Buenos Aires, Mensuario de Salud y Acción Social, 5, 47.

Carver, C. S., Scheier, M. F., y Weintraub, J. K. (1989). Assessing coping strategies: a theoretically based approach. Journal of Personality and Social Psychology, 56, 267-283.

Castel, R. (1991). La dinámica de los procesos de marginalización. Topía, 1 (2).

Erikson, E. (1963). Identidad, juventud y crisis. Madrid: Taurus Humanidades.

Fernández-Ballesteros, R.; Izal, M.; Montorio, I.; González, J. L. y Díaz, P. (1992). Evaluación e intervención psicológica en la vejez. Barcelona: Martínez Roca.

Lazarus, R. S. y Folkman, S. (1986). Estrés y procesos cognitivos. Barcelona: Martínez Roca. (Orig. 1984).

Monchietti, A. y Krzemien, D. (2000). Relación entre calidad de vida y estilo de vida en la vejez Revista Tiempo de Psicogeneontología, 6.

www.psiconet.com.ar/tiempo

Moos, R. H. (1988). Life stressors and coping resources influence health and well being, Evaluación Psicológica, 4, 133-158.

Menninger, W. W. (1999). Adaptational challenges and coping in late life. Bulletin of the Menninger Clinic, 63 (2), suppl. A. 4-15.

Neugarten, B. L. (1977). Personality and aging. En J. E Birren y K. W. Schaie (eds.), Handbook of Psychology of Aging, Nueva York: Van Nostrand Reinhold, 626-649.

Naciones Unidas, (2002). Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento: Construyendo una sociedad para todas las edades, Madrid.

Páez Rovira, D. (1993). Salud, expresión y represión social de las emociones. Valencia: Promolibro.

Pearlin, L. I. y Skaff, M. M. (1995). Stressors in adaptation in late life. In M. Gatz (ed.). Emerging issues in mental health and aging. Washington: American Psychological Association.

Slaikeu, K. (1991). Intervención en crisis . México: Manual Moderno.

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