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Número 1 - Octubre 1998

El erotismo también madura

Dra. Sonia Blasco

sonblasco@arnet.com.ar

Quién no se maravilla con los avances de la modernidad. Viajar en camisón por Internet hasta los confines del mundo mientras mi marido mira un programa en la tele. Cuánto más sencillo resulta comunicarme con ese desconocido a través de la pantalla que con este hombre, acá, a mi lado.

El silencio de la pareja, su desinformación sexual, la insistente propaganda en contra de la sexualidad de la edad madura, todo favorece el distanciamiento erótico. La exigencia de nuestra cultura que centra el encuentro sexual en la penetración agrava la situación. El sentimiento de no ser querido se instala y daña a la pareja: ambos esperan del otro una señal de su amor que confirme su autoestima.

SEXUALMENTE MADUROS

La investigación de los últimos treinta años es categórica: la sexualidad puede mantenerse activa toda la vida. Sin embargo, ni la mujer ni el hombre maduros se atreven a manifestarse enamorados, excitados, contentos. ¿Qué dirán de ellos si muestran su pasión, sus ilusiones, sus proyectos?

Todavía hoy, como ciegos y sordos ante las evidencias, los prejuicios siguen condenando la sexualidad de los mayores. Lástima, justo ahora, que la mujer y el hombre tienen la oportunidad y el tiempo de encontrar la satisfacción por la que han luchado tantos años.

Víctima del modelo, cuando la pareja comprueba una alteración en la intensidad de la relación sexual, tiende a mal interpretarla. Justo ahora, masculla él, cuando ya no se atreve a buscarla como antes porque teme el fracaso de su potencia. Justo ahora, se lamenta ella, cuando la sequedad vaginal y el dolor a la penetración, la alejan del deseo.

POR SIEMPRE JOVEN

Las enfermedades de nuestra época -- el rechazo al paso del tiempo, la extrema valorización de lo efímero: la juventud, el dinero-- socavan nuestra autoestima.

Ahora que necesitamos encontrar un nuevo modelo para reestructurar nuestra vida, la parentela y demás relaciones, parecen aprovechar nuestros cambios para adjudicarnos sus propios conflictos. Sometidos al peso de la cultura "antiedad" y a nuestros propios prejuicios, aceptamos la condena como un hecho "natural".

Es que las relaciones con el compañero, con los hijos, con los padres y con uno mismo están profundamente modeladas en los hábitos de las propias familias de origen. Todos, mujeres y hombres, llevamos inscriptas en el cuerpo huellas de las experiencias más tempranas de nuestra vida. Muchas veces, sin que tengamos conciencia, repetimos los viejos modelos aún sin desearlo.

Las mujeres podemos anhelar una vida con mayores permisos sexuales pero, casi sin darnos cuenta, peleamos con nuestro compañero para evitar la intimidad o nos excusamos argumentando "molestias del climaterio". O no logramos concentrarnos en el placer durante el encuentro sexual, o elegimos un hombre desinteresado en el sexo. Algunas mujeres, sometidas a la condena cultural y religiosa, "aprovechan" los cambios del climaterio para dar cabida a las propias inhibiciones y conflictos con su cuerpo y con su sexo. Existen innumerables formas de sabotear nuestro deseo y de llevarnos, inconscientemente, a vivir en medio de la frustración.

También podemos preguntarnos: ¿Por qué necesitamos una coartada para poner en juegos nuestras ganas –o la ausencia de ellas?

Demasiado acostumbradas a someter nuestro deseo, a renunciar a nuestra excitación para complacer los apresuramientos y los estímulos masculinos, delegamos en ellos el cómo, el cuándo y el por qué de nuestra sexualidad. No atreverse a decir no cuando no tenemos ganas resulta tan perjudicial como no reconocer los sí que escondemos entre los antiguos pliegues del prejuicio. Nadie necesita una excusa si se sabe dueña de su vida.

Prejuicios y desinformación --dos de nuestros enemigos más tenaces-- ejercen un ataque que resulta más poderoso cuanto más inconscientes estamos de su poder.

Los cambios en la sexualidad no se producen de un día para otro. Pero el prejuicio y el descrédito convierten algún cambio, alguna vacilación, en enfermedad, en parálisis.

Aceptar que el erotismo también madura nos permite amoldar el encuentro sexual a nuestro deseo, huyendo de la rutina que impone un modelo de relación siempre igual, que desoye las necesidades del cuerpo, que no responde a los propios tiempos, que más que erotismo es otra de las imposiciones de la cultura contra el placer y el goce.

¿¿¿¿¿QUÉ ME ESTÁ PASANDO???????

El varón desconoce los cambios que ocurren en su respuesta sexual con el paso del tiempo.

Cuando comprueba que su erección requiere más tiempo, que no es tan firme, que se pierde con mayor facilidad, cree que está comenzando a envejecer, que su compañera ya no lo "despierta" como antes, que su sexualidad ha terminado. Cuando su deseo sexual se apacigua, el desconsuelo puede agigantar los cambios. Y cada cambio se le hace más difícil de remontar. Esta creencia, este error, lo lleva a temer, a eludir y, en algunos casos, a abandonar la práctica sexual.

Cuando la mujer observa que su vagina no se lubrica como antes, cuando la penetración le resulta dolorosa, cuando evita los juegos previos por temor a exhibir su cuerpo, el encuentro sexual se torna penoso y el placer, ausente. Ella posiblemente ignora que debido a la disminución hormonal de la menopausia, tiene dificultad de lubricar en la etapa de excitación; pero eso no quiere decir que no se excite. Por eso necesita más tiempo y mayor estimulación para permitir el coito. Si no, éste se vuelve doloroso. De ahí a la falta de deseo e interés sexual, no hay más que un paso. Más cuando comprueba la dificultad erectiva de él, su apuro por penetrarla, la brevedad de la relación. Claro: ella ya no le gusta como antes.

El fracaso de él, la desvalorización de ella, toman vuelo impulsados por sus propios prejuicios y los llevan a creer que ya no están para el sexo. Error que cierra el camino al diálogo o les impide buscar ayuda para solucionarlo.

La sexualidad ¿cambia con los años?

Sí. Por todo lo dicho anteriormente, responde más a un deseo elaborado que a una fuerza indómita. Algo que se recrea con la imaginación. Como dijo el escritor Octavio Paz: El erotismo es invención, variación incesante... En todo encuentro erótico hay un personaje invisible y siempre activo: la imaginación...

Imaginación que requiere tiempo, caricias, y aceptar los cambios sin críticas.

Saber que la excitación viene y va, que el placer – y la falta de ansiedad--, permiten un encuentro sexual más pleno. La vida cotidiana está atravesada por preocupaciones de distinta índole. Si éstas toman todo el espacio, el deseo sexual disminuye. Y recuerden: el cansancio y la enfermedad física son poderosos enemigos del placer sexual.

LA PAREJA

El conocimiento íntimo crece cuando se bajan las barreras y se busca una intimidad respetuosa. Los años no garantizan esa confianza; se la gana a fuerza de ser sinceros, respetuosos con los límites del otro y con los propios, y condescendientes con los deseos de ambos. Aprender a reemplazar viejos símbolos eróticos (la mujer en baby-doll, el varón siempre en erección) por la seguridad de contar con un compañero garantizado, que no está atento exclusivamente a la seducción superficial, que conoce y ama también nuestro interior.

Ahora podemos crear un espacio de intimidad novedoso sin miedo a ser interrumpidos. Al llegar a los cincuenta, cuando los hijos han crecido, el hogar se puede convertir en un espacio de juego; con el conocido y confiable compañero de siempre, pero en una situación nueva.

Es conveniente cultivar la pasión cuando no se despierta espontáneamente. Librarnos de los prejuicios que obligan a una sexualidad "ejecutiva", atender nuestros tiempos y especiales modos, nos permitirá disfrutar más.

A esta altura cada uno sabe qué le gusta y cómo; el desafío es animarse a ponerlo en práctica. Y encontrar la satisfacción lejos de los prejuicios que afirman que la sexualidad debe ser de esta o de aquella manera. Tanto como la penetración valen los juegos mutuos, las caricias, la autoestimulación, la literatura erótica, los videos, … y todo lo que se le ocurra.

Crear encuentros nuevos, en los que se propongan juegos, caricias, masajes; experimentar y descubrir con la pareja aspectos de la sexualidad no compartidos hasta entonces, es una de las maneras de recrear el deseo.

PIBAS Y PIBES DE 60 Y TANTOS

En Estados Unidos, donde la información acerca de la menopausia está al alcance de todos, las mujeres de 65 afirman que son tan activas ahora como a los 20. Y la edad promedio en que los varones tienen una vida sexual más intensa es a los 50, no a los 20.

Los que investigan la vida familiar encontraron que el bienestar de la pareja mejora cada año una vez alcanzados los veinticinco; los motivos son que las mujeres disponen de más tiempo y los hombres anhelan y necesitan más juegos eróticos. Debido a que ellos necesitan más estímulos para lograr la erección, debido a que la eyaculación se enlentece, la urgencia desaparece y el placer se incrementa de manera importante. La confianza en el compañero, la seguridad de sentirse querida y de querer, el afecto consolidado por los años, la felicidad de encontrar la misma mirada cada mañana, la seguridad de la presencia del otro, facilitan una intimidad y un bienestar reconfortantes.

También permite disfrutar de la sexualidad con menos tabúes. Cuando se alcanza la madurez y la seguridad en las propias experiencias, cuando las vivencias tienen más peso que los prejuicios, cuando se toma conciencia de que la vida es limitada, aparece el deseo intenso de vivir a pleno.

En los grupos de "Camino al orgasmo" las mujeres son las que dan el primer paso. Después de algunos encuentros, ellos también se atreven. Tienen 50, 60 años y más; quieren mejorar su sexualidad. Algunas buscan el orgasmo por primera vez. Ahora o nunca, parece ser la consigna que las trae, decididas a tirar por tierra los malos aprendizajes y a participar activamente para descubrir los mecanismos --dormidos-- en su cuerpo. Algunos maridos se regocijan como pibes cuando su mujer goza sus primeros orgasmos.

Y juntos aprenden a mimarse íntimamente luego de cerrar las cortinas para garantizar que los prejuicios que critican el goce sexual de la madurez, queden ¡¡afuera!!

 

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