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Se expresan los adultos mayores

La prima Elisa

Erica Clara

Dra. Hilda Beatriz Sciancalepore

3er Premio del 1er Concurso Literario (género Cuentos)
organizado por la Asociación de Médicos Jubilados de la Provincia de Buenos Aires.

...Y entonces llegaron los recuerdos. Con su presencia, sus formas definidas, colores nuevos, el sol caliente y el olor a dulces caseros.

Lo vi todo como si sucediera en ese instante: el toldo verde cubriendo sólo en parte el ardor del verano, el banco anaranjado, el loro, sus volteretas ridículas y sus carcajadas, el aroma a clavo de olor de las batatitas almibarándose en la hornalla de la cocina; mis primas, sus perfumes, el vuelo de las polleras, la algarabía hecha de risas, tacos altos, burlas, secretos. Y la prima Elisa, callada, flacucha, casi azulada de tan blanca. Se sentaba a un costado del patio, cerca de la jaula del loro, pegada a la pared, los pies muy juntos con las guillerminas de taco bajo.

Esa criatura, decían las tías moviendo la cabeza... si por lo menos se arreglara un poco. Todas pe nsaban, mejor dicho, decían sin disimulo ni atenuantes, que Elisa era una pobre chica, sin carácter, corta de espíritu y de entendederas, una inútil para las tareas; en fin, con poco futuro. Para colmo, se la veía tan debilucha! Aunque ahora que lo pienso, era la única que no se enfermaba nunca.

En cambio las otras primas, siete en total, éramos, a decir de las tías, amigos y allegados, lindas, estudiosas, inteligentes, simpáticas. Para qué abultar más; en esa familia en la que brillar era tan importante, Elisa pasaba a ser "el gen equivocado".

Pese a los pronósticos, terminó en el período normal de cinco años, la carrera de farmacéutica.

Pese a los pronósticos, aún más negros, y a sus pocos encantos, presentó a un novio y al año se casó. Para colmo, Carlos, que así se llamaba, era muy buen mozo; farmacéutico el también y con bolsillos gordos.

Elisa tuvo cuatro hijos robustos, tres varones y una mujer; una escalerita de peldaños casi pegados, a los que nadie se explica cómo, alimentó a teta hasta los siete meses.

Por pudor no les cuento los comentarios del conjunto de primas sobre el tema. Para ese entonces estaban todas casadas y con prole, menos yo, por ser la menor de todas; de ahí que me llamaran " La Chiquita".

Se sabía que Elisa , Carlos y sus cuatro hijos, solían pasar las vacaciones de verano en Bariloche, donde el abuelo paterno tenía una cabaña. Se sabía que estaban allí.

Llegó la noticia por TV antes que la llamada telefónica. Una lancha, decía el locutor, acaba de naufragar en las aguas heladas del Lago Escondido, en las inmediaciones de Bariloche. No se sabe aún el número de desaparecidos. Equipos de rescate están trabajando. Una heroica mujer, todavía no identificada, salvó a nado a sus cuatro hijos, dejándolos en la orilla, no muy alejada, uno tras otro. Fue rescatada en grave estado, vencida ya por el esfuerzo y el frío. Una verdadera acción sobrehumana, agregó el locutor.

Después llegó la comunicación. Habló Carlos a casa de los tíos y enseguida se ocuparon las líneas de toda la familia.

Supimos que él no había hecho la excursión, que Elisa los salvó a todos, que fue un milagro. " Ella está muy delicada, los chicos bien, en observación. Pero ella...hay que esperar", había dicho Carlos. "Si, si, los salvó a los cuatro a nado. No entendemos como lo hizo, si le tenía miedo al agua y, por lo que sabemos, nunca nadó bien", completaban las tías.

Recuerdo vagamente que los tíos viajaron al sur.

Recuerdo que llamaron diciendo que estaba reaccionando.

Recuerdo con certeza que un mes después la familia grande fue a recibirla al aeroparque.

Yo estaba muy conmovida cuando la vi bajar, tal vez más delgada, tal vez más pálida.

La aplaudieron, la abrazaron, le colmaron los brazos con flores que fue entregando a su marido para responder a las efusiones.

Alguien entre el montón dijo: "Qué linda está". El primo Luis lloraba a borbotones mientras decía: "Yo sabía que era una tapada". Martín coreaba: "Está hermosa".

Recuerdo que ella parecía más alta, que estaba elegante vestida con un dos piezas liviano color verde agua, que nos miró a todos con la calma de siempre y con una sonrisa que yo no le había visto nunca, y que cuando la abracé me retuvo y me dijo muy suave y al oído: "Chiquita, yo sé que vos nunca creíste lo que decían las mujeres". Me aparté un poco para mirarla de frente, así, desde muy cerca, y después, todavía prendidas de las manos nos nació una carcajada imperiosa, primitiva, barullera; inacabable. Como cuando éramos chicas... O como las de loro del patio de mi casa.

 

ERICA CLARA

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