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Se expresan los adultos mayores

En blanco

Colibrí

Dra. Iris Elida García

1er Premio del 1er Concurso Literario (género Cuentos)
organizado por la Asociación de Médicos Jubilados de la Provincia de Buenos Aires) .

14 de mayo- Una serie de acontecimientos extraños y perturbadores me llevaron a tomar la decisión de registrar diariamente los hechos. Ya no sé que pensar. Por momentos creo que soy yo, que no admito mis errores y olvidos y que no quiero aceptar el padecimiento de una enfermedad o, sin llegar a ser tan trágica, los estragos que provoca el paso del tiempo. Pero otras veces, no me resigno. Me aferro entonces al convencimiento de que el problema lo provoca alguien desde afuera, quiero creer que desconocido para mí, lo que todavía lo hace más misterioso y enloquecedor.

Paso a registrar: hace una semana comencé a escribir una historia. Esta actividad, (nueva para mí, a los setenta y cinco años), llena mi tiempo y me hace feliz sin importar los resultados literarios. Debo aclararlo para que nadie piense que estoy bajo algún tipo de presión.

El personaje de mi ficción sería un escritor llamado Esteban Page (elegir nombres me divierte), quien se dispone a escribir una historia sobre otro escritor, y éste a su vez escribiría sobre otro escritor y así hasta el infinito.

Encantada con este argumento que me parecía muy borgeano (salvando las distancias, por supuesto), redacté dos páginas describiendo a Esteban Page y los pormenores más importantes de su vida.

Como me gusta trabajar con luz natural, cuando comenzó a caer el sol, decidí que era suficiente y guardé mi obra en la carpeta de "Mis escritos" bajo el título de "En blanco", ya que todavía no tenía uno definitivo. Cansada y satisfecha, apagué la computadora y seguí con mi vida.

Al día siguiente, sintiéndome inspirada y ansiosa por continuar, busqué el archivo "En blanco" y no aparecía registrado. Recurrí a otras torpes maniobras de búsqueda, que no es mi fuerte en el manejo de la computadora, y no lo encontré.

Maldiciendo mi distracción decidí, ya sin tanto entusiasmo, rescribir la historia de Esteban Page y al mismo tiempo, me pareció interesante atribuirle mi error con los archivos. Él lo haría a su vez con su personaje y así toda la cadena.

Al terminar mi día y resuelta a tomar las debidas precauciones, imprimí mi texto y después de archivarlo en el lugar preciso, grabé todo en un CD.

Voy a abreviar: durante cinco días estuve escribiendo esta espiralada y (ya lo tengo que admitir), absurda historia de torpes e infinitos escritores que boicotean su propia creación. Utilicé todas las formas conocidas de preservar mi escrito: imprimiendo primero una y luego varias copias, en el disco rígido, en varios CDs, pendrives, diskettes y en Internet. También me animé con amigos (sin decir lo que pasaba), y les enviaba un mail adjuntando el escurridizo archivo. Siempre el mismo resultado: la página en blanco, la inexistencia de los archivos, de las grabaciones, nadie recibía nada, ni siquiera por fax.

Desempolvé la vieja Remington de mi difunto marido y aporreando el teclado por un momento me sentí Hemingway. Después de varias tentativas, los errores, tachaduras, ruptura de la página y vuelta a empezar, me hicieron desechar este método y buscar en el antiguo manuscrito la manera de perpetuar mi texto. Lamentablemente, mi letra es ilegible para mí misma, que es lo único que me importa ahora. Porque podía dejarlo todo, abandonar esta loca porfía; pero no, es superior a mí: debo seguir, quiero seguir. Ya no es placentero...

16 de mayo- Continúo registrando en lo que no sé todavía si es un diario o un testamento. Debo aclarar algunas cosas. Si escribo cartas comerciales, personales, tarjetas de felicitación o este mismo diario, todo es normal: lo imprimo, lo guardo lo envío y no pasa nada extraño. Desaparece solamente "En blanco". Y yo, obstinada, sigo y sigo con el mismo tema.

Sabiendo que esta historia es poco creíble, con mucha precaución, hoy se lo conté a mi hijo:

–Vos siempre tuviste problemas con tus archivos, no es algo nuevo. ¡Poné atención! ¡Guardás en cualquier lugar! -me dijo admonitorio.

-¿No será un hacker? -al notar su mirada, me arrepentí de la pregunta.

-¡Pero, mamá! ¿Cómo se te ocurre que alguien pueda estar interesado en destruir tus escritos? ¡Qué decís! ¿Por qué no descansás un poco y te vas de viaje con alguna amiga? También podés ir a un médico. A lo mejor necesitás algo para la memoria.

¿Será esto? ¿Seré yo? Un problema de memoria. Si, a veces tengo olvidos. Pero ahora no son solamente olvidos: parece un delirio. ¿Es así la locura?

18 de mayo- Buscar un médico no es tan fácil. Después de algunas desafortunadas experiencias, los eludo. No preguntan, y si preguntan no escuchan la respuesta, no inspeccionan, no auscultan, sólo piden estudios complementarios. Y después, está el tema de la Obra Social. Elegí al azar, uno de la lista.

-¿Qué te está pasando, abuela? -me dice en forma supuestamente campechana, mi supuesto nuevo nieto, supuesto psiquiatra.

Hago lo más creíble que puedo mi relato de la escritura que no puedo archivar y que por lo tanto, se borra una y otra vez.

-¡Pero, abuela! La computadora es para los jóvenes. ¿Cómo te vas a hacer problema por una máquina? Vos tenés que tejer, hacer ricas tortas, cuidar las plantas, algún pajarito. ¿Tenés nietos? Haceles bufandas. ¡Qué disco rígido! ¡Ponete un disco de Gardel! -me dice el repugnante hijo de puta (esto lo escribo porque se trata de un diario íntimo o algo así; a mí, en realidad no me gusta la literatura con malas palabras).

Se terminó la consulta de quince minutos y me voy con una orden para una Tomografía Computada, para descartar un Alzheimer, "por la edad ¿viste abuela?" (¡Nieto de pu..!).

20 de mayo – Casi no duermo por las noches y me siento agotada. Todos los días rescribo la historia de Esteban Page y los que le siguen. Con el convencimiento de que se borrará, transformo el texto, que cada día se va haciendo más disparatado. Ya no importa qué escribo, sólo deseo que permanezca. Un día, Esteban, además de escritor es profesor de yudo, al siguiente, travesti, después asesino, vampiro, hoy cocinero. (Esto último tiene que ver con el envase de Puloil y la sucesión de cocineritos, uno dentro de otro hasta el infinito.) Mi creatividad, cada vez más exuberante, desborda en el vacío.

24 de mayo- Sin comentarlo con mi hijo, hoy llamé al técnico de computadoras. Me sobrepuse a la vergüenza de explicar lo inexplicable. Con cara inexpresiva, revisa el aparato y me comunica que funciona normalmente. Yo no debía hacerlo, pero no me pude contener y expuse mi teoría:

-¿Y un hacker o algunos virus, gusanos o troyanos? -(¿para qué me habré hecho la sabionda si de esto no entiendo nada?).

-¡Qué dice, señora! –por lo menos, de éste no soy la abuela -¿Cómo va a ser algo selectivo para sus cuentos? Y dígame ¿usted baja mucha pornografía o escribe cuentos pornográficos? -me dice burlón.

-¡Noo!! ¿Por qué? ¿Tiene algo que ver? –le pregunto con injustificada turbación, ya que al fin y al cabo, lo único relacionado con sexo de Esteban Page, fue lo del travestismo y esto, de manera muy superficial.

-No, curiosidad nomás –y tuerce su sonrisa. (No quiero escribir más malas palabras, pero, las pienso.)

28 de mayo- Hoy fui al médico con el resultado de la tomografía. Estaba (y estoy) aterrada. No puso buena cara o a mí me pareció. Luego, me tomó un test para evaluar mi memoria. Yo estaba tan nerviosa que no recordaba ni dibujos, ni palabras, ni frases. Y menos aún la escala descendente del siete desde el cien (no creo que a él le salga tampoco). Después de este resultado catastrófico, escribió una lista interminable de medicamentos y me dijo que tenía un "principio de deterioro" y "dejá la computadora abuela, y tejé, tejé".

30 de mayo- Para distraer mi pensamiento y en el intervalo escritura-pérdida, hice una búsqueda en internet de "Esteban Page", también Steve, Stephen, Etienne, y para mi sorpresa, encontré varios: un profesor, un cantante de rock, otro de ópera y un actor. Había una corta referencia a un escritor inglés de literatura fantástica, Stefan Page (1829-1852), muerto misteriosamente en plena juventud. Sus únicas obras conocidas: "La sombra de Mr. Bromwick" y "En blanco".

31 de mayo- El recurso de registrar los sucesos ha dado resultado. Ayer, después de leer la información sobre Stefan Page, quedé en un estado tal de sorpresa y terror que apenas tuve fuerzas para consignarlo en el diario. No lo podía creer y hoy repetí la experiencia: la información ha desaparecido de internet.

¿Soy yo? ¿Es mi "deterioro" entonces? ¿O son los otros: un hacker, un virus, el médico, los medicamentos, el técnico de la computadora y todos los que sospechan de mí? ¿O lo que es peor aun, un fantasma: la sombra de Mr. Page, que flotando en el espacio cibernético fagocita mi texto para evitar un plagio, o para algo más grave e inquietante todavía, como el hecho de destruir mi mente, llevándome a un estado de confusión y delirio? Debo confiar en mi diario.

5 de junio - Esta semana estuve bastante tranquila, puede ser efecto de los ansiolíticos. Pero la memoria no mejora: durante este tiempo perdí mi tarjeta de crédito y, después de una búsqueda agotadora, encontré la factura del teléfono en el cajón de las medias.

En cuanto a Esteban, ya no tiene ganas de escribir: ahora se dedica a la jardinería. Los encadenados jardineritos quedaron a la deriva y ya nadie se ocupará de sus vidas. ¡Qué loca me parece esa historia!

8 de junio- Ahora duermo bien de noche, pero durante el día estoy como zombie. Hoy olvidé ponerle el huevo a las milanesas para mis nietos. Estaba tan desanimada que no encendí la computadora.

15 de junio- Acabo de comprar lana celeste para la bufanda. La tejeré punto Santa Clara. Es el menos complicado si pierdo los puntos.-

Colibrí

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