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Curso Virtual:
Educación para el envejecimiento

Clase 9:
Los fantasmas del envejecer
2° parte: los miedos
Dra. Virginia Viguera

 

¿Qué pasa con los miedos?

Hemos visto como el Adulto Mayor se encuentra ante una serie de cambios, unos se realizan biológicamente, asistimos a ellos, los constatamos, pueden preocupar, tratamos muchas veces de disimularlos, negarlos, compensarlos, asumirlos.

Son distintas actitudes que se pueden tener. Es beneficioso siempre estar dispuesto para el cambio y para esto cierto grado de rigidez puede resultar un escollo.

Creí conveniente aclarar algunos términos que giran o se emparentan con los miedos para lograr un mejor esclarecimiento en torno al tema.

Palabras como ansiedad, angustia, miedo, fobia, depresión, son habitualmente usadas y no siempre con el sentido verdadero del término.

La ansiedad forma parte de la vida normal del hombre, es como un sentimiento difuso de peligro que nos pone como en actitud de espera.

La angustia es más fuerte y tiene manifestaciones corporales. La angustia (angor) duele, en el pecho, en el estómago, en el abdomen, a veces con taquicardia , sudoración, palidez y otros.

El miedo responde a la percepción de un peligro real o a la visión de un peligro que venga del exterior.

La fobia es un temor injustificado sobre objetos o situaciones externas pero desplazadas de otro miedo interno.

Ej. De fobias: la claustrofobia

la agorafobia

la eritrofobia

El término depresión da lugar a confusión, ya que cuando decimos que alguien está deprimido podemos estar hablando de cosas muy diferentes.

La enfermedad depresión no es tan frecuente como parece usarse y no es propia de los envejescentes.

Decir deprimido significa hablar de un estado anímico tristón, con desgano, deseos de llorar y esto puede responder a muchas causas y no ser por eso una enfermedad.

Los miedos son reacciones defensivas normales del organismo, mecanismos frente a posibles peligros que aparecen en situaciones nuevas, desconocidas o vividas como peligrosas. Se pone el organismo en alerta.

Los miedos asaltan al envejescente con mayor o menor intensidad. Muchos miedos están en relación con la toma de conciencia de la idea de tiempo, con la idea de vejez, con la idea de la muerte propia.

Si bien están ligados entre sí, se manifiestan de distinta manera y tienen , como todas las cosas que suceden en el envejecer, características singulares, únicas, propias de cada envejescente y en relación con su historia de vida.

Al encontrarse con la idea de tiempo, se pone en juego el pasado, lo que se hizo y lo que se dejó de hacer, asignaturas pendientes o situaciones que se hubiera querido vivir distinto; el presente con tiempo libre como nunca se tuvo antes y que hacer con él. Ya no se ejercen ahora roles que daban identidad, como el laboral o la educación de los hijos.

El aburrimiento y la rutina pueden ensombrecer este presente, la soledad es una compañera muy temida. El tiempo futuro trae de la mano la idea de la vejez y la de la muerte.

Decimos que es saludable enfrentar los miedos.

Negarlos solo sirve para transformarlos en temibles fantasmas. Al encontrarse el Adulto Mayor con los cambios que le suceden a nivel biológico, psicológico y social, esto le significa un monto de inquietud, de desasosiego, de incertidumbre, de inseguridad y por supuesto de miedo. Miedo a lo nuevo, a lo desconocido, o más aún a lo mal conocido.

Muchas veces se trata de no mirar los cambios, negarlos, disimularlos, no querer asumirlos. Se puede tener distintas actitudes frente a esto pero es beneficioso estar dispuesto al cambio. Desde la toma de conciencia del tiempo se desencadenan: · el miedo a la vejez · el miedo a la soledad

· el miedo a la muerte.

La idea de tiempo es inquietante, porque nos indica que somos mortales, finitos, perecederos, y aparece como mensajero de la ineludible meta final.

Este experimentar el transcurso del tiempo y en especial ese final es angustioso porque golpea duramente sobre nuestro narcisismo. Y entonces aparecen las preguntas,... como viví ?... qué hice?... qué dejé de hacer? .

Ya no hay "algún día" como cuando se era joven, se siente que el tiempo es impiadoso, lo vemos marcando huellas en nuestro cuerpo.

Se lo constata con los cambios que se ha tenido y es común que se diga... ya no es tiempo para tal o cual cosa...pero es necesario saber que sí es momento para muchas otras, para no quedarse así paralizado o anclado en el pasado. Esta vivencia de transitoriedad que da el tomar contacto con el tiempo desencadena el interrogante sobre el porvenir y éste se presenta a menudo con la cara de la vejez y de la muerte.

Hay una cierta resistencia a envejecer, la idea de la vejez produce desconcierto, sensación de desamparo, de soledad, de sufrimiento psíquico.

El miedo a la vejez tiene que ver con la idea que está instalada en el imaginario : declinación de todas las funciones, deterioro físico y psíquico, y la temible falta de autonomía que lleva implícita la dependencia. Este miedo está presente en la mayoría de los envejescentes. Miedo a la incapacidad motriz, a los trastornos de los sentidos, de la memoria, del juicio, pero básicamente a no poder auto-valerse. Cuando hablamos de educación para el envejecimiento, que es promoción de salud, creemos que se pueden evitar o por lo menos disminuir, muchas de las causas invalidantes de la vejez, aprendiendo nuevos recursos para compensar las limitaciones. Todos los últimos estudios muestran que el tiempo en que se permanece desocupado actúa como principal agente patógeno.

Es común ver que muchos viejos y porque no también Adultos Mayores ocupan buena parte de sus días, en enfermedades, médicos, análisis, medicaciones.

Miedo a la soledad Empecemos diciendo que estar solo no es lo mismo que sentirse solo.La soledad es una vivencia, y no depende de la cantidad de contactos que se tenga. Vivir solo puede significar o no, sentimientos de soledad. La soledad, como apunta Quinodoz: "...tiene dos rostros, puede ser una mortal consejera, pero, cuando se la domestica, puede convertirse en una amiga infinitamente preciosa.... domesticar la soledad no es suprimir la angustia sino aprender a hacerle frente y a utilizarla para ponerla al servicio de la vida". Algunas veces esta soledad está vinculada a carencias afectivas anteriores y otras a fantasmas que rondan al envejescente y más aún al viejo .Es muy común que la inactividad y el aburrimiento abonen la soledad.

Nosotros insistimos en que se debe reforzar la actividad corporal tanto como intelectual y social como medio de lograr un buen envejecer.

La actividad da motivos al envejescente , le aporta una imagen vital que es el mejor antídoto para la soledad. Además lo ayuda a conocerse y lo que es más importante a poder vivir consigo mismo.

Es necesario combatir la rutina y el aburrimiento. Algunas personas no soportan quedarse solas en la casa y salen en todo momento pero compulsivamente, casi como disparando de sí mismo. Es saludable salir motivado por una actividad a realizar: caminar, ir a un curso, a un encuentro con amigos, al cine, a una actividad programada, a una salida con los nietos, etc. Se puede quedar en la casa con la compañía de uno mismo, hablarse, acompañarse con lecturas o música o escritos o tareas gratificantes. En todos los casos tener programado el día, la semana, ayuda a combatir ese terrible aguijón que aparece al despertarse a la mañana, se siente un vacío... y ahora qué? Es decir ordenar el tiempo, incorporarle cierto ritmo, ritmo que por otra parte nos acompañó desde que nacimos. También por ese motivo recordamos que cuando hablamos de actividad no nos referimos a cualquier actividad, sino a aquella que genera placer ya por el contenido de la misma ya por el contacto social que conlleva. Y qué pasa con el miedo a la muerte?

Junto a la idea de tiempo y sin duda ligada a ella aparece en el envejecimiento la idea de la muerte que desencadena un estado muy peculiar,

porque si bien nos interrogamos siempre acerca de la muerte, algunas veces desde la realidad y otras desde la fantasía, este interrogarse toma otras características en esta etapa: la muerte se presentiza, se aparece como propia, ya no son otros los únicos que mueren, no está cerca o lejos pero afuera, ahora la pregunta es sobre la propia muerte.

Pero además de peculiar y de angustioso este encontrarse con la idea de la muerte permite preguntarse por otras pérdidas, resignificarlas y abordar duelos no elaborados en su momento. También la toma de contacto con la idea de la muerte al igual que la de tiempo aparece ligada a distintas circunstancias que la desencadenaron ( muertes cercanas, enfermedades, alejamiento de los hijos, separaciones, jubilación, etc.) No es posible vivir la propia muerte, porque no hay registros ni en la conciencia ni en el inconsciente de su experiencia.

La única vivencia cierta es la de "no ser" y esto a través del conocimiento que nos da la muerte de otros seres vivos. La idea de la muerte suscita temores desde dos perspectivas :

*- en relación al acto de morir y

*- al " después" de la muerte.

Ya sea que se considere al morir como el fin o como el tránsito a otra cosa, esto despierta temor. Sentimientos de posible sufrimiento pero en especial de extrema soledad y desamparo, aparecen entonces.

El temor a morir solo, o a enfermarse sin recibir asistencia, es muy común. Creemos que poner a disposición los adelantos tecnológicos como teléfonos ya programados al alcance de la mano que le permita llamar a una emergencia, a un vecino, a un familiar. La interrelación con pares y códigos de comunicación diaria, también un acompañante o un cuidador para los momentos más difíciles. Cuando hay enfermedades muy incapacitantes, o miedos muy marcados o inquietud de la familia, el vivir solo no se hace posible. Se abre ahí toda la polémica acerca de la eficacia o confortabilidad de los hogares para la vejez.

En cuanto al "después", se agrega el miedo a lo desconocido. Algunos sienten alivio si su creencia los lleva a pensar en nuevas vidas o reencarnaciones, como los orientalistas, o bien al encuentro con Dios o con seres queridos. Aunque trabajemos con los conceptos anteriores o con la idea de muerte como final , como no existencia, ubicamos el centro del enfoque en el vivir. De ahí que considerando la muerte como inherente y necesaria a la vida, deviene en valorizar el tiempo de vivir.

La muerte no es propia de ninguna edad, aparece en cualquier momento ,pero es sin duda mas esperable en la vejez. Las actitudes frente a la idea de muerte han ido variando a través del tiempo y de las distintas sociedades y culturas, pero también se modifica a lo largo de la propia vida y en relación a la realidad personal y socio-cultural de cada individuo, lo que le imprime un sello único. Depende en gran medida de las pérdidas vividas y de la elaboración de los duelos correspondientes, como así también del contexto afectivo con el que cuenta el adulto mayor. Ya la magia y la omnipotencia no le llevan a decir" yo no". Se puede negar o aceptar la idea de la muerte propia y en este caso hacer una aceptación pasiva, resignada, con sufrimiento y repliegue, que lleva implícito una espera aunque todavía no esté anunciada. Pero también se puede tener una aceptación activa, con reflexión y nuevos proyectos, esto es, una lucha por vivir. El poder hablar de estos miedos, escribirlos, dramatizarlos tantas veces como sea necesario, hace que dejen de ser temas tabú, prohibidos, peligrosos, y dejen de constituirse en fantasmas.

Además el tratar los miedos y prejuicios dentro de un ámbito grupal como lo hacemos en los Seminarios de Reflexiones sobre el Envejecer, refuerza el efecto tranquilizador, ya que el grupo, en tanto sostén emocional, posibilita generalmente un mayor alivio a través del intercambio, disminuyendo así el sufrimiento psíquico que estos miedos generan.

El grupo deviene en un nuevo lugar de pertenencia, un refuerzo de la identidad y de la auto-estima tan vapuleadas por las pérdidas. En el grupo , el Adulto Mayor escucha y es escuchado, se lo saluda, se lo menciona por su nombre( generalmente prefieren sus apodos), se lo espera, se lo extraña si no viene, vuelve a tener compañeros, configura nuevos vínculos.


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