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Número 3 - Octubre 2003
Sombras y luces en psicoterapia: Aprender del paciente
Mauricio Montoya

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"Actualmente me encuentro en la interesante situación
de no saber si lo que tengo que decir es algo que se considera
obvio y familiar desde hace tiempo o si, por el contrario,
se trata de algo nuevo, interesante y embarazoso"
1.

Pretendo exponer algunas ideas en torno a la formación como terapeuta desde la experiencia de práctica clínica en el Consultorio Psicológico Popular (CPP) de la Universidad de San Buenaventura. Por ello es pertinente advertir que si bien el ensayo comporta elementos teóricos de referencia; el objeto fundamental estriba en otra orilla. Una orilla a la que con anhelo deseo algún día arribar. Se trata del relato de un "joven terapeuta"2 en su lacónico transitar por las rutas de la psicoterapia, pretendiendo adquirir destrezas y habilidades mediante los métodos técnicos tradicionales y que en un momento histórico de su accionar se interroga lo adquirido en términos de logros y satisfacciones, lo que conlleva a rescatar en el origen de su corriente epistemológica otras formas de aprender quizás más autenticas, veraces y satisfactorias, más allá de los textos, las doctrinas y las técnicas. A parece el paciente, el otro, como unidad de significados, dotado de saberes y con una verdad que decir. Una verdad encapsulada por las estructuras literarias, por los dogmas históricos y porque no, por las sorderas contratransferenciales de algunos.

Se Tratará de suscitar una disertación en torno a dos grandes y controversiales "zonas de sombra" que han acompañado el proceso de aprendizaje como psicoterapeuta bajo las fundas de tal o cual teoría 3 en tanto que se han ido develando a largo de este corto período experiencial de práctica en el campo clínico. Una primera zona tiene que ver con los movimientos frenéticos del "principiante" 4 aferrado a un "corpus teórico" como salvación ante las amenazas " patomorficas" 5 del consultante con el objeto de salir ileso de la situación. En segundo lugar una necesidad arrogante de parecer competente ante el paciente o ante una comunidad conceptual, afirmándose "como el que sabe la verdad de lo que realmente le sucede al otro". Finalmente se vislumbran a modo de conclusión los caminos luminos que propongo, tomar ante semejantes sombras.

LA TEORIA COMO DEFENSA.

Aunque no parezca, la teoría además de servir como punto de referencia se sitúa, sobre todo en el principiante, como un modo de defensa contra "un decir" del paciente y más aún cuando éste decir toca el "punto ciego" 6 del terapeuta. Por su puesto que el efecto se traduce, como es sabido, en la sordera de éste. Cuando la inexperiencia se cubre con "necesidad de hacer y de decir" lo que se logra es anular al otro como realidad externa y sumergirlo en el cause de la técnica o en el de la teoría. Empero dicho movimiento no es del todo al azar. Para sobrevivir al advenimiento del decir del otro y si ese decir nombra lo innombrable para el terapeuta, lo que se desata es una incansable necesidad de informar al paciente y coparlo de interpretaciones hasta que la deserción aparezca como último y definitivo remedio. En ocasiones el terapeuta se ve angustiado ante la masiva deserción –muy común en el CPP- de sus pacientes, si bien es cierto que los niveles de deserción se producen por las precarias condiciones económicas y sociales de la población que asiste al CPP, también lo es, que una mayoría de ellos son el resultado de una invasión defensiva del terapeuta al consultante que desemboca en la falta de deseo de éste para asistir a sus consultas, como en alguna ocasión mencionaba una paciente "Yo para que iba a volver si es que esa muchacha ni me dejaba hablar...". A mi modo de ver la angustia del terapeuta, no se genera, en este caso, tanto por la deserción de su paciente, como por lo que éste pudo haber tocado, suyo en consulta.

La teoría cumple un papel aliado para el terapeuta, le protege de las amenazas del paciente, como decíamos anteriormente, pero ¿Qué sucede entonces con el paciente? ¿Como salvar al terapeuta sin que "muera" el paciente?. La observación de Bion a uno de sus alumnos supervisados quizás nos ayude a construir respuestas: "No podré ayudarlo hoy en su sesión de mañana. Solo el paciente podrá hacerlo" 7. La teoría utilizada como defensa, atenta contra los descubrimientos dinámicos del paciente, obtura cualquier forma transferencial de vinculo y deteriora el progreso de la cura. Hay quienes opinan lo contrario. Que la técnica o la teoría son los protagonistas de un buen proceso terapéutico y que de ello depende su éxito o su fracaso, como si se tratase de un monólogo en el cual el terapeuta se convierte en productor e interprete de la situación atenuante del paciente, desconociendo con ello que en psicoterapia se produce un encuentro que supone una relación de dos, en donde uno posee "un medio decir" y el otro pos ee su equivalente. Yo me pregunto ¿Será la teoría tan segura que pueda suplantar los movimientos de descubrimiento con un paciente hasta arrebatarle el entusiasmo de producir el mismo una interpretación creadora?

NECESIDAD DE PARECER COMPETENTE

En las múltiples sesiones de asesoría que he tenido con mi supervisor de prácticas he podio descubrir que existe una rara necesidad de parecer competente ante el paciente y ante él mismo, que deja de ser rara cuando se interrelaciona con la omnipotencia del terapeuta. "Yo le mostré....", "Yo lo lleve a que..." "Usted me dijo..." etc. Todas estas afirmaciones y seguramente otras más, demuestran una necesidad de parecer competente. Un absurdo deseo de que el otro descubra en mí el "supremo saber". Hay colegas que llegan más allá, al colocar tareas a sus pacientes para que luego éstas sean revisadas, filtradas y aprobadas en la próxima consulta, por ese "excelentísimo saber" sentado del otro lado del escritorio. Dicha necesidad no es más que el acto manifiesto de la imposibilidad de reconocer en el otro, otra verdad, que como mencionábamos, resultaba ser amenazante, desbordante. A un terapeuta de éste estilo -decimos con Florez Beltran-:

"...Le interesa en primer término el contenido de sus convicciones. Le importa mucho más que se le reconozca como verdad de validez universal. Por consiguiente, ha de esforzarse por difundir y reproducir sus opiniones. Cuanto mayor sea el número de los que las aceptan, más seguro y a cubierto se sentirá en ellas." 8

El costo que implica asumirse como el que sabe en consulta, será la inevitable anulación del paciente, en donde este pasará a hacer un concepto más en abstracto, objeto de análisis, depuración e interpretación. Quien por el contrario, asume una actitud expectante, o que considera que aquí no se trata tanto de informar al paciente como de saber esperar el momento oportuno; obtendrá en la interpretación un "valor de progreso" 9 que permitirá ejercer una función co-creadora con el paciente, en donde éste reordenará en su imaginario aquello que en lo real, no le era posible nombrar y que en consecuencia le correspondería a su terapeuta. M. una paciente de 42 años de edad con diagnóstico psiquiátrico de "Esquizofrenia Psico-Afectiva", afirmaba en una escuela de padres lo siguiente. "Existe la mujer más sexi del mundo y yo la conozco, existe el hombre más poderoso de la tierra y yo lo conozco, existe el niño más inteligente del planeta y yo lo conozco, pero yo no conozco que exista el hombre más feliz del universo" para la gran mayoría de los presentes se trataba, sin lugar a dudas de una intervención más de M. "La loca". Para quienes ya la conocíamos en una relación terapéutica, sabíamos que se trataba de una lecci ón de vida. Su decir confronta, cuestiona y advierte un estado mental, diferente, en el cual quizás halla que aplazar el juicio y detenerse en ese pedazo de verdad que le pudiese devolver un elemento integral para su - por momentos - disuadido Yo. El terapeuta sumergido en tal omnipotencia, en vez de facilitar el intercambio, se convierte en una ruptura y se transforma en un agente de separación. Lo que realmente le debiera interesar no es tanto lo que sucede en la cabeza del paciente, como lo que sucede entre éste y él.

A MODO DE CONCLUSIÓN DOS CAMINOS LUMINOSOS PARA TOMAR.

Para quienes la teoría sirve cómo defensa, es necesario advertir que no habrá teoría tan consistente y suficientemente sólida, capaz de mantenerse en el tiempo y entonces no permitir que el "barco se hunda con todo y tripulantes". Será mejor admitir incertidumbres que posibiliten un encuentro más real con el otro, un acercamiento uno a uno despojado de abstracciones, de ideas preconceptuales y en un espacio transferencial adecuado. Lo contrario de optar por la teoría como defensa sería ampliar la lectura contratransferencial y permitirse la interpretación de la misma en un proceso terapéutico alterno. La teoría sirve como instrumento regulador y de equilibrio entre las resistencias del paciente y los prejuicios del terapéuta, luego entonces adquirir una actitud expectante en donde sea pertinente aplazar el afán técnico de aplicar la teoría, el favorecer un vinculo transferencial cálido y libre de prejuicios, y finalmente el hecho de promover el "decir del otro" como un elemento fundamental para el funcionamiento adecuado del proceso psicoterapéutico; serán alternativas posibles y luces permanentes para la superación de ésta zona de sombra.

El psicoanálisis nos ha enseñado a valorar la experiencia relacional en su dimensión del "desconocimiento" 10, en donde analista y analizado se entrelazan en una situación "libre de prejuicio" que otorga sentido a tal desconocimiento y donde quien crea la interpretación (paciente) como quien la produce o trabaja (analista) tienen mutua relevancia en el camino de la cura. En psicoterapia este principio es homologable. Instalar relaciones de autoridad y supremacía anteponiendo una verdad universal y una necesidad de parecer competente, lo único que logran es bloquear cualquier posibilidad de "hablar de verdad". Encontrarse con el otro en un espacio de mutuo desconocimiento facilita que se instituya un verdadero vínculo. Permitirse con el paciente sorprendentes y alegres, descubrimientos, recurrir a un "presunto saber" en vez de un saber universal supremo y posibilitar espacios creativos en consulta en donde la confluencia de saberes enriquezca los escenarios de resolución de conflictos; se me antojan como alternativas luminosas viables ante semejante sombra.

Insisto en que el afán por parecer competentes delante del paciente o de una comunidad académica especifica, y el utilizar la teoría como defensa; han llevado a más de uno padecer síntomas delirantes cuyas repercusiones en lo social no favorecen para nada el que hacer de la psicología hoy y por el contrario colocan en entre dicho su misión social. Se requiere de audaces propuestas para beneficio de la psicoterapia, se requiere en la academia de formadores que faciliten a sus supervisados aprender de sus pacientes, se requieren mentes abiertas a otras realidades inscritas en otras lógicas, capaces de reconocer el error como fuente de aprendizaje y al otro como agente co-contructor de un universo de sentidos que denominamos Psicoterapia. ¿Podrá la teoría y el saber supremo suplantar el nutrido contenido de conocimiento que se produce en el contacto humano desprevenido y sencillo?.

Gracias.

Este trabajo es el ensayo de acreditación en Psicología en la Universidad de San Buenaventura, Medellín Colombia

FUENTES

Bion, W.R.: Atención e Interpretación. Paidós. Buenos Aires.1979

Florez, Beltran, Hugo.; Bosquejos para el Desarrollo de una Psicología en Colombia. Prensa Creativa. Bogotá. 1985.

Freud. S. La Escisión del Yo en el Proceso de Defensa. Obras Completas. Edición Virtual

Irving H. Paul., Cartas a un Joven Terapeuta. Amorrortu Editores. Buenos Aires 1973

Lacan.J., Seminario, Libro I. Los Escritos Técnicos de Freud. Paidós. Barcelona. 1981.

Mannoni, Maud., La teoría como ficción. Critica Editores.1980.

Mannoni, Maud. De la Pasión del Ser a la Locura de Saber. Paidós. Buenos Aires.1989

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