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Número 3 - Octubre 2003
"Muchas cosas que no son psicoanálisis
que solo un analista puede hacer"
(*)
Andrés A. Pereyra

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Hace unos años leí en un Suplemento Literario una entrevista al escritor Héctor Tizón (1). Dicho autor comentaba entre otras cuestiones, sobre su concurrencia a un psicólogo que realizaba psicoanálisis. Me pareció al comenzar a leer la entrevista, una oportunidad válida para tener de un buen registro, una definición de lo que era, y aún hoy me parece así, (dado que la persona a la que se lo interpelaba decía entre otras palabras aún no haber comprendido en qué consistía) dicho dispositivo de atención para alguien que no había tenido un acercamiento a o desde la teoría psicoanalítica. Durante los años de la dictadura, Tizón se encontraba exiliado en un pueblo al Norte de Italia. Ya hacía varios años que se desempeñaba como escritor pero pasaba por una época en la que (casualmente también le permitían hacer poco en su patria) no le salía ninguna línea. No estaba escribiendo, dice él. Le dan la dirección de este psicólogo. Que vivía justamente en una ciudad cercana, por lo que comienza a concurrir vía el tren. Un día, después de algunos meses de ir y de no encontrar cambios según él, el mismo psicólogo antes de que se retirara de la entrevista, le pregunta sobre qué era lo que llevaba en una pequeña carpeta, bajo su brazo. "- Son cosas que yo estuve escribiendo mientras viajo hacia acá en el tren". Luego de su respuesta el psicólogo le extiende la mano para despedirlo y le pregunta "- ¿ ud. está curado? -". Agrega finalmente Tuñón: "- no sé por qué recién cuando él lo dijo, supe que ya había estado escribiendo. No tuve por qué seguir yendo - ". Al parecer estaba en tren de escribir.

Las coordenadas de esta situación pueden escapársenos pero sí se podría deducir que Tizón no iba a cuestionarse sí quería realmente escribir, sino al parecer cuándo comenzaría a hacerlo. Aunque creo que no se pasó al registro del por qué no podía ...

¿Era "necesario" hacerlo?. No digo más hay pocos datos. Sí a partir de esta viñeta, me pregunto sí se constituyó algo de un análisis. Me asombró la "supuesta" calidad de la intervención y los efectos que tuvo. "No tuve por qué seguir yendo". Ya iba para otro lado tal vez. Me parece una buena oportunidad para interrogar algo que cuestiona, que está en el título de esta Jornada de Residencias con versito.... y no es un verso "dispositivos en cuestión". Parece que hay algo de ese "cuestionar" a los dispositivos que es bueno que se presente en ellos, quiero decir, ese carácter de no saber en qué consisten finalmente pero si poder dar cuenta mínimamente de sus efectos "también" en la clínica.

Un residente en este caso, se puede sentir "cuestionado" por dichos dispositivos. Enhorabuena, si hay algo sobre los mismos que finalmente no alcanza, falla o lleva a querer preguntarse más, ¿vaya uno a saber por qué?. Para mantenerlos, modificarlos, para no sufrir - no gozar tanto en ellos, ¿de ellos? No lo sé. Pero creo que no es por el lado del saber. Saber de qué se trata, de que se trató el dispositivo en cuestión, por donde tuvo su mayor efecto en la experiencia del escritor mencionado. ¿Qué tal los residentes actuando sobre los dispositivos, decidiendo ya con el aval de Otro que no exilie por ser... escritor, analista en un hospital? ¿Es un Otro del cuál es necesario un aval?. ¿Por qué?. Creo que pensando muchas veces en ese Otro (algo oscuro también) nos olvidamos del dispositivo, desde el cual nos aplicamos.

En un texto que a mí me gusta mucho de Miller dice acerca del "procedimiento" (aunque Freud lo llamaba "dispositivo" también) "para permitir que el propio deseo se desenvuelva es necesario un lugar oscuro y, también, que se piense que hay algo que el otro que escucha no puede percibir. Tenemos que permitir al sujeto algunos engaños" (2). El tema podríamos plantearlo así, es cuando somos nosotros mismos los engañados sin poder producir un saber sobre ello, y nuestros dispositivos se nos transforman en lugares demasiado oscuros, comunes, en los cuales somos los que no percibimos qué podemos hacer. (Generalmente los lugares comunes suelen devenir como los más oscuros). Y no básicamente por poner el hincapié por ahora en un no saber, no estar preparados, etc. sino porque algo de lo que hemos puesto en marcha ha devenido en el mejor de los casos, en un obstáculo para los propios procesos subjetivos. Esta es la línea de dificultad que deseo abordar.

Dispositivo y urgencia subjetiva

He hablado de dispositivo pero no lo definí; si lo tomamos desde un punto de vista psicoanalítico, desde Freud: el mismo se instaura a partir de dos reglas: la de la asociación libre – atención flotante con otros dos preceptos déjenme llamarlos así, una regla de abstinencia y el cuidado al furor curandis. (El tema sobretodo con este último es despejar cómo debería articularse). Formalizado posteriormente por Lacan con los llamados cuatro discursos. De los cuales afirma en "El Reverso del psicoanálisis" "No son nada más que la articulación significante, el dispositivo, cuya sola presencia (creo que es importante ésto), el hecho de que exista, domina y gobierna todas las palabras que eventualmente puedan surgir. Son - entonces – discursos sin palabra...". Por lo que se lee, esta definición transciende aunque no necesariamente, a diferencia de la freudiana obviamente, el ámbito del análisis y es un aporte que se toma para el otro ámbito en juego en la práctica de los residentes, que suele darse a partir del "surgimiento de los – modernos - dominios de saber", como detalla Foucault en el "Nacimiento de la clínica", o sea las Instituciones, como el Hospital actual, por ejemplo, con sus prácticas sociales – disciplinarias propias, más aún "con nuevos sujetos y sujetos de conocimiento"(idem) como los residentes ¿por qué nó?. Este dispositivo, afirma en "El discurso del poder", "opera sin sujeto, estrategia sin estratega". "Es un conjunto heterogéneo- prosigue -, que implica discursos, instituciones, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, proposiciones morales, (...) tanto lo dicho como lo no dicho...". - también – "es la naturaleza del vínculo que puede existir entre esos elementos" – y – "es una especie de formación que en un momento histórico dado, ha tenido como función principal la de RESPONDER a una urgencia". Esto no quiere decir que despejo mi lugar y me abstraigo de formar parte del mismo a partir de no firmarle los libros de entrada al jefe de personal o al director del Hospital. Para Foucault la verdad del sujeto también es un producto del mismo.

De la cita anterior subrayo el verbo RESPONDER con la intensión de ubicar algo del registro de la demanda, y a su vez una demanda ante una URGENCIA. "Pequeño" trastabilleo subjetivo que se carga con ella o suele poner a prueba, a cualquier dispositivo hospitalario usual. Léase: rápida admisión o desde el vocabulario hospitalario: trámite de ingreso (podemos verlo después), reiteración de supervisiones, extenso ateneo posterior en el mejor de los casos, medicación, internación... entre otros procesos que desencadena.

Tales dispositivos crean como se dijo, vínculos, lazos sociales, transferencia, "comunidad hospitalaria"....

En este punto me aparto por un momento y me sitúo ahora, ya dentro de la institución, en un dispositivo más de la misma que se mantiene "tradicionalmente" (que bien pueden ser las Jornadas de residentes). Pero no. Uno de ellos que suscita a mi parecer gran parte de las incógnitas sobre cómo dar cuenta de lo que allí se hace, es la Admisión o se lo podría llamar El Ingreso.

El Ingreso a la comunidad

Entrar a tratamiento, ¿qué tratamiento? buena pregunta, ¿bajo qué coordenadas?. ¿Por qué se admite una persona a tratamiento? Si es admisión quiere decir que se puede no admitir. ¿A quiénes?. En los años en que yo estuve participando de ese dispositivo, no se dejó de admitir una admisión. Como corresponde a ese término. Bien, ahora. Si es que nosotros podemos despejar el lugar que ocupan necesariamente los Ideales de bienestar, de salud pública en el Hospital. Nosotros, advertidos por tanta literatura sobre el tema, no vamos a responder a ellos no accediendo a todo pedido de institucionalización. Recuerden el furor curandis, etc.

Sin embargo mi parecer es que los mismos, por los Ideales, etc... realmente no suelen constituirse en el mayor obstáculo para el accionar del residente orientado hacia el psicoanálisis, desde dicho dispositivo. Cuantos psicoanalistas trabajan ya en toda clase de instituciones sin tener que admitir todo pedido. Salvo el que creyó que el bagaje de la experiencia clínica es proporcional al número de pacientes que toma, por ejemplo. El tiempo, su mente y su cuerpo dicen lo contrario... pero eso es otra cuestión. El tema creo que es cómo me posiciono en algún momento para despejar una "demanda del enfermo" como una demanda de saber. Desde qué lugar realmente lo estoy haciendo, qué admito, que admito no admitir, y en función de qué.

Un joven de unos 22 años concurre a una entrevista de admisión, primera vez, nunca había acudido antes, como quieran llamarlo, diciendo que ya era el tercer psicólogo que consultaba en poco tiempo. Que ya no sabía que hacer, que no daba con la tecla, que le decían pavadas, etc... Que además finalmente le costaba mucho engancharse.
El psicólogo en cuestión muy amablemente luego de que el joven hiciera un silencio, le dice que tiene razón, que está bien y que cuando decida engancharse lo vuelva a consultar porque eso va a ser muy importante.

Un señor de unos 50 años consulta con una queja de que: por qué no puede estar solo, que él querría hacerlo pero no puede, no puede, de vez en cuando sale.... y vive solo, no está casado, no tiene hijos, pocos amigos.... y ha acudido durante cuatro años a una psicóloga y a un psicólogo posteriormente por cinco años más, dos veces por semana (ya sabemos quienes le hicieron compañía) con los cuales logró deducir que está enamorado de su madre, por eso le pasa, lo que le pasa.
¿Así?. ¿Cómo relaciona eso?. Porque a mí me pasa lo mismo – le dice el psicólogo...

En muchos, muchos casos el tema no es el tiempo en los tratamientos, si no desde qué coordenadas tomamos el tiempo con el cual trabajamos. Podemos observar tratamientos muy prolongados que grafican una usual presentación de la reducción de una existencia a la modalidad de la demanda de amor inherente al ser hablante. Más el Otro se moviliza, está disponible y se toma el trabajo de escuchar, más su idealización como objeto de la transferencia. La cuestión en algunos casos donde el saber psicoanalítico ha sido utilizado en un registro que ha reforzado aún más la "pasión de justificación de su ser" del neurótico, no es rechazar al sujeto sino rechazar la formulación de su demanda. Pero ésto en una institución hospitalaria y con la posición que pueden llegar a tomar los dichos del psicoanálisis y la manera en que se lleve adelante una práctica se complica en un primer momento, al menos doblemente. De allí la seriedad que conlleva un pedido de institucionalización junto al acceso rápidamente al mismo, como decíamos. Dado que la presencia de esta idealización que refería, es muy fuerte y se está más proclive a caer en ella.

"... Bien entendido, no existe el psicoanálisis en el hospital. Lo que existe son practicantes que han tenido o tienen la experiencia de diván y que ejercen en el hospital. (...) Pero ello además no seguiría existiendo si los analizantes (o las personas que están en transferencia con el psicoanálisis) en alguna medida no hubiesen formado una comunidad. (...) La evidencia está en que ellos tienen algunas cosas en común: la experiencia (...) de la transferencia y de la interpretación. Es todo el tumulto del mundo psi que se despliega allí: hijos de Freud." (3)

Los une la transferencia al psicoanálisis, como todo discurso: es lo que hace lazo. Puede formar comunidades así también sobrevive. Pero según lo enunciado por Miller ahora, eso no garantiza el estatuto de psicoanálisis para las prácticas que se desarrollan en tales instituciones. Es decir que dicho autor estaría cuestionando el lugar discursivo que como toda práctica posee el psicoanálisis desde los dispositivos hospitalarios en este caso. Respondería a otra lógica.

Otra cita con relación a lo que se admite como una posible demanda en este caso de análisis:

"No estoy para nada de acuerdo en que un pedido de análisis para estar un poco menos mal pueda ser aceptado por un psicoanalista. No creo que una demanda de análisis pueda hacerse si no hay síntomas, como lo dijeron ya Freud y Lacan. Un psicoanálisis para conocerse a sí mismo, para sentirse mejor en su piel, para estar menos mal con en el malestar en la cultura, para mí eso no va. Si no existe lo real del síntoma en un psicoanálisis no puede empezar. (...) Es el tipo que quiere cruzar la calle y se detiene en el cordón de la vereda y no puede dar un solo paso más. Y esto es absolutamente real, no puede. (...) Y agrega: " los que se suelen arreglar para dar un paso más, no necesitan ir al psicoanalista, para qué, si uno puede arreglarse solo. (...) El análisis tiene que ver con el carácter enigmático del síntoma, no con el estar mal por problemas en el trabajo o en la pareja. Más allá de que consulte no habría por qué plantearse que esa persona está desarrollando una demanda de análisis o analizándose" (4).

Jean Allouch que es del que tomo estos dichos finaliza afirmando: "Por mi parte no estoy seguro de que si no hubiera más psiquiatras ni psicoanalistas las cosas para la gente andarían peor con respecto a lo que se llama "enfermedad mental". En el país con mayor número de psi en el mundo por cantidad de habitantes algo se debería pensar con más detenimiento con relación a estos enunciados.

Y entonces?

Bien,... encima de tener que despejar cuando una demanda no sólo es de curación, disponerse a modularla, descartar que se haga análisis en un hospital, no tener por qué apresurarse a considerarla analítica, ahora en algunos casos nos dicen: ¿para qué un analista? O para qué no. Bien ¿por qué entonces se da esta presencia tan abundante en los dichos, de las concepciones teóricas del psicoanálisis?, hablar de análisis en un hospital, preguntarnos sobre él mismo, etc. ¿a qué se debe si se pueden despejar tantos preceptos que nos dicen que vayamos con más cuidado?.

Por las épocas en que transita nuestro país las presentaciones clínicas en la práctica desde hace varios años no suelen ser las de otras épocas. Para comenzar a situarlas algunas de ellas podrían ubicarse en el piso inferior del grafo del deseo, aquellas instancias de la subjetividad que hacen a las identificaciones / imagen del cuerpo pero sobre el presupuesto de su importancia sobretodo cuando se necesita por estos tiempos, de una vestimenta. La clínica con adolescentes es paradigmática en cierto sentido con este punto. "Antes de introducir a alguien en la experiencia analítica, con todo su rigor, tenemos que ver, eventualmente si no hay otros medios" enuncia Miller también en su artículo sobre el discurso del método psicoanalítico. Entonces ahora, a su vez con el análisis, mayor cuidado. Esto no significa dejar de ser analistas, sino más bien que el apresuramiento en esa dirección sería "el espanto que se apodera del hombre al descubrir la figura de su poder" refiriéndose Lacan a la dimensión de la palabra en "Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis". De allí la "urgencia" en algunos casos de la abundante presencia, por refugiarse en concepciones preestablecidas de la teoría, con lo que nos enfrentamos a la paradójica situación de que lleguemos a constituir un obstáculo con algo que no fue concebido como tal. Que ENTRE ¿a dónde?, Sin entrar a un tiempo, en ese movimiento con relación al caso, en que nos interrogue: "¿por qué consulta ahora y de esta manera?". O en palabras de Elida Fernández: "¿qué recursos subjetivos posee y por qué no los utiliza?".

Anteriormente transcribía algunas intervenciones que apuntaban a producir rectificaciones subjetivas, el cuestionar la posición que toma el que habla con relación a sus propios dichos. Pero reducirnos a una utilización de los diferentes sentidos del lenguaje, situar las contradicciones de lo dicho no es exclusividad del psicoanálisis. Al parecer como se enunció no parece constituirlo como tal y no implica una ENTRADA en análisis. Tampoco somos los únicos que ofrecemos una escucha.

Aún más, cuando abordamos una demanda no sólo en una comunidad hospitalaria, hasta no tenemos un lugar muy original. Estamos en una comunidad de posiciones con el médico como la de "aquel que tiene que responder a una demanda de saber", luego de seguir el camino de la diferenciación entre la demanda del enfermo y una demanda de curación. Podemos evaluar, sí el modo en que respondemos. ¿Pero bueno por qué se debería recurrir a esa teoría entonces? Hay modos y algunos que hacen borde con el dispositivo sin hacer uso de él. Ese es el principal aporte del psicoanálisis "también" para los propios analistas: no hay una respuesta Toda. ¿Por qué tomar al dispositivo como el de la admisión como psicoanalítico, a la manera de una entrada en análisis, como agentes de su dominio si este no ha operado y cuando tampoco es necesario que nos pongamos doctrinarios para que opere?. Aunque sí, al parecer, como dijo Allouch, hay un punto en que al mismo psicoanálisis le compete abocarse sino se desea que termine absorbido dentro de una práctica social más de la salud mental, que bien puede ser la de la atención hospitalaria. "La clave está en el cuestionamiento de lo que se refiere al goce" (Lacan, del Seminario "El reverso del psicoanálisis") (¿) más allá de la dimensión de la extensión en que nos encontremos(?).

Por lo tanto implica un cuestionamiento ético, podemos decidir que sí o que no y no por eso perder el carácter de extraterritorialidad. Y a partir de ahí vemos como seguimos. Aunque a su vez debemos despejar desde que lugar nos ubicamos en un discurso y no significa que por citar a Lacan o a Freud (o a otros) uno esté contribuyendo a la transmisión del psicoanálisis de acuerdo a su lógica, o a que no sea una práctica más, o a aclarar dispositivos. "Hay muchas cosas que no son psicoanálisis que solo un analista puede hacer"(*), decidir no hacer también es hacer.

Pero ¿en qué los residentes están enganchados "en cuestión" como para que se escuche tanto concepto psicoanalítico sin mencionarse las especificidades de los dispositivos en que se encuentran insertados? Como escribía anteriormente. Importante para ellos podemos decir el estar "enganchados", no les queda otra, o ¿no saben si les queda otra? ¿es un engaño al no planteársenos las coordenadas lógicas de entrar adónde?. Si no lo saben están enganchados. Bien desde dónde se cuestionan, ¿por qué ahora?. Tal vez solo sea para preguntar y quejarse, para que hablen los otros mientras ellos presentan casos sobre tal paciente, sobre algunas intervenciones... ¿Estoy hablando en plural no?. ¿Hay una comunidad allí que se sostendría por su transferencia con el psicoanálisis, con tal institución psicoanalítica, con tal grupo...? ¿O tendría que ser con la clínica?. No, ¿en primer lugar? son residentes de psicología, los nombra el hospital allí. Si bien pude haber estado hablando de la posición que cada uno puede tomar en la clínica sin adjetivos, no sé si se pueden despejar tantos lugares en un entrecruzamiento tan complejo como posibilitador, me refiero al hospitalario. Pero si posee como se dice, especificidades...

Existen a su vez instituciones como las psicoanalíticas que más allá de haber transitado por los distintos momentos lógicos de una cura algunos/ varios de sus integrantes, la envidia fálica circula bastante, y toda la gama de las pasiones imaginarias que cristalizan posiciones muy gozosas, más allá del dispositivo, algo que hace al carácter de lo institucional.

Lacan tomo cierto recaudo para ello y dando cuenta en diferentes párrafos de sus seminarios sobre los fenómenos de agrupamiento y lo gozosos que pueden llegar a ser, a constituirse, los fantasmas grupales, tratando de que no solo se empobrezca la producción, creo el dispositivo del cartel, el cual muchos sostienen que no a dado los resultados esperados. Recuerden que Freud compara a su grupo con la horda primitiva, con lo cual puede ser que la hayan pasado bien. Bien, la residencia tiene todo como grupo para constituirse de esa manera, un grupo relativamente estable, con cierto punto de que fui ADMITIDO, ENTRé. Con el correlato de aplicar el psicoanálisis respetando a su modo las formas hospitalarias, que por otro lado fueron varias de ellas tomadas desde la medicina. Bien, pero ¿cómo abordan lo que queda por fuera, lo no inscripto por los significantes de una teoría? ¿Los fenómenos grupales por ejemplo con su identidad como residentes?. ¿Cómo es ADMITIDA la posición de residente/ s?. Ah, se puede responder... con el análisis individual, desde la teoría analítica. Pero ¿y la institución?. El discurso es la institución. Un residente, cualquiera, por hablar, citar conceptos psicoanalíticos, no va a estar situado de acuerdo a las coordenadas lógicas del discurso del analista. Eso no significa ser analista ni dejar de serlo. No creo que sea allí donde tiene que serlo. Estar así en el hospital según Miller, sólo (le) "sirve" para formar comunidad de analizantes... de residentes. Con los códigos que hacen a toda comunidad. Pero no sé si le sirve al residente como posible analista, no creo que sea necesario que en el hospital tenga que nombrarse como tal. Me refiero al pretender traducir la dinámica de todo dispositivo/ s desde UN campo del saber, no sólo lo constituye como sujeto dividido, angustiado, tal vez cuestionándose una y otra vez sino que esa misma posición implica al discurso pero como saber, un discurso universitario por un discurso analítico. Este es un lugar que si no se despeja, introduce obstáculos en la clínica al no poder asumirse el sujeto más que como producto de un saber necesariamente cerrado (cuanto mejor cierra mejor) y por lo tanto degradado o bien que en el mejor de los casos, producto de este cierre falla (de ahí los síntomas que pueden darse en la histeria) y se le revela como no toda respuesta, sin dejar de producir su división y/ o sus síntomas. Que bien pueden ser grupales, sociales, institucionales. Como estas Jornadas desde dónde se preguntan, hacen cuestiones.... Sin a su vez poder tomar la riqueza que tiene esta formalización de Lacan al acceder a emplear los cuatro discursos a partir de los recursos (valga la redundancia) institucionales, discursivos, sociales. No sólo teniendo que asumir la posición "universitaria" de analista (y no por la universidad obviamente sino por constituir el discurso como saber), en la clínica y sus dispositivos, al prolongarse este discurso en los mismos técnicos residentes.

Cuando por ejemplo, Freud en un sentido inverso, se preocupaba por tomar de los saberes de su época para el psicoanálisis. (Por ejemplo para la temática que menciono, preguntarse cómo se originó históricamente el dispositivo médico hospitalario que estemos utilizando). El mismo Lacan al parecer, advirtió acerca de ésto, no quería más instituciones utilizando el discurso del analista considerado como saber, justificado por su vinculación directa con los bienes del goce, y el goce de los bienes que procura el saber. Dinero, prestigio, etc. y solo eso. Los efectos más perjudiciales se observan a nivel de la transmisión. Los alumnos (los "no iluminados") van a aprender el saber adquirido junto a los maestros. La Institución Universitaria transmite una y otra vez sólo parcialmente y sufriendo (al ser "entendida" así) la transmisión, una degradación cada vez más acentuada. Lo más evidente es que se hace sin recoger un significante nuevo salvo que ocupe su sitio en el orden de un discurso constituido. En el ámbito de la residencia puede observarse esto por ejemplo en las supervisiones (Lacan prefería llamarla superaudición (5)), en las cuales sin despejarse los entrecruzamientos, se puede escuchar al estilo de una supervisión médica (que no es que esté mal, no creo que sea ese el punto) el despliegue de una extensa historia clínica para tomar aproximaciones a la teoría para aprender un poco más, a ver que te dicen, donde el silencio suele ser el imperante al ser dejada de lado la transferencia con el supervisor, o no voy a hablar si no sé, y de la cual varias veces he salido pensando que lo dicho para un caso bien puede aplicarse al de la supervisión anterior y así, como corresponde al menos al conocimiento que se pretende científico. Sin que en muchas oportunidades o no hay una pregunta que inaugure un otro espacio al que sin embargo se alude desde los términos constantemente: ¿por qué traes este material, cuál es el punto de obstáculo para el psicólogo que lo trae?, o sin que el mismo dispositivo hospitalario se enriquezca o responda en función de las necesidades de la institución. Más allá de las muchas veces abarrotadas listas de espera (recuerdo haber leído algo de esto con respecto a lo que pasaba hace algunos años en la A.P.A. para acceder a un didáctico) hay hospitales que han implementado desde breves pre admisiones, dispositivos grupales con adolescentes, aplicación de Horas de juego... Aunque no sé si son las variaciones en los artefactos las que abundan...

La riqueza de poder despejar que uno puede interrogarse como sujeto desde una posición analítica, con esto termino, frente a los dispositivos (ahora sí) institucionales podría ponerse en juego desde el obstáculo, si no se los considera desde el saber que me puedan dar. Si es que por aquí va la respuesta, el sujeto con el que trabajan no está, no hay "rectificación subjetiva", cambio de posición ante los impasses que describí (ideales, saberes, urgencias, goce de bienes). Decía, algo de la categoría de sujeto (más del orden "analítico"), podría estar, en la relación de los residentes, agentes hospitalarios también como comunidad que reside en función no sólo de la transferencia al psicoanálisis sino al hospital (no todos tienen/ han tenido esa experiencia) con aquellos significantes de los dispositivos que los constituyan y que por suerte, los sintomatizan llevándolos a constituir tal vez un espacio de referencia más propio y sí apropiado.

Andrés A. Pereyra
Psicoanalista

Texto presentado en las III Jornadas de Residentes del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires "Supervisión, Ateneos, Admisión.... Dispositivos Institucionales en cuestión" - Mayo del 2002.

 

Citas bibliográficas:

(*) Frase de Donald W. Winnicott;

(1) Suplemento de Cultura – Diario "La Nación". Octubre de 1995;

(2) "El diagnóstico en psicoanálisis" en "Introducción al método psicoanalítico", (1997), Ed. Eol-Paidós, Buenos Aires, 1998, pág. 41;

(3) Cartas a la dirección. Revista Psicoanálisis y hospital N° 20, (2001). Ediciones del Seminario. Buenos Aires. 20002, pág. 249;

(4) Reportaje a Jean Allouch. Revista Agenda N° 57. (2001). Edit. Letra Viva; Buenos Aires, Marzo 2002; pág. 54;

(5) Conferencia en la Universidad de Yale, Estados Unidos, de 1975.

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