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Número 1 - Noviembre 2000
Ezquizofrenia: Nombre propio y alucinación
Giselle Churba - Alejandra Piatigorsky - Mariela Vitto

El concepto

Las primeras denominaciones surgen de las palabras mismas,
son instrumentos para delinear las cosas. Toda ciencia, entonces,
permanece largo tiempo en la oscuridad, enredada en el lenguaje.

Jacques Lacan

Seminario 1

¿De qué hablamos cuando hablamos de esquizofrenia desde el psicoanálisis?

Intentaremos, en principio, rastrear el confuso origen del término esquizofrenia.

Este término es introducido por Bleuler en 1911. A diferencia de la paranoia, que es un concepto puramente psiquiátrico, la esquizofrenia surge a partir de los desarrollos psicoanalíticos de Freud.

Bleuler engloba en el grupo de las esquizofrenias a la demencia precoz de Kraepelin, la melancolía, la manía, las confusiones alucinatorias y las hipocondrías incurables.

La esquizofrenia bleuleriana se caracteriza por la disociación de las diferentes funciones psíquicas, y esto será lo que dé fundamento a su nombre. Es un síndrome caracterizado por un déficit que produce un proceso de disociación. Bleuler aplica la doctrina freudiana y rescata la manifestación psíquica de los síntomas, pero sostiene que estos enfermos sufren de algo que es de origen orgánico, ya que la causa de la enfermedad es un factor hereditario, en el sentido de "temperamento esquizoide".

Bleuler introduce, además, la noción de enfermedad atenuada, que va a dar como consecuencia el ampliar hasta desnaturalizar el sentido que, como enfermedad, tenía la demencia precoz de Kraepelin. La demencia precoz queda así comprendida en la inmensidad de la esquizofrenia.

"La vieja demencia precoz disfrazada de esquizofrenia se encuentra donde cada uno quiere verla" (Pereyra, Esquizofrenia. Demencia precoz).

Kraepelin toma como criterio diferencial la evolución hacia la demencia para distinguir la demencia precoz de otras entidades. Bleuler, al englobar bajo el concepto de esquizofrenia varias entidades clínicas, produce una modificación sustancial: la destrucción de este criterio distintivo.

A este lenguaje bleuleriano Lacan lo denomina "lenguaje de la psiquiatría-psicología". Miller dirá: "Bleuler fue un vanguardista de la resistencia de la psiquiatría al psicoanálisis. Es una resistencia por integración".

Freud justifica el paso que dio Kraepelin al fusionar en una entidad clínica junto con la catatonía mucho de lo que antes se llamaba paranoia, aunque considera desacertados tanto el término de demencia precoz como el de esquizofrenia, que solo sería utilizable si olvidamos su sentido literal, ya que Freud sostiene que la esquicia está desde el origen. Lo importante sería considerar la paranoia como un tipo clínico diferente, y propone bautizar la demencia precoz con el término de parafrenia, acentuando así su vinculación con la paranoia y recordando la hebefrenia.

Freud, en realidad, no dedicó a la esquizofrenia ningun historial clínico, como lo hizo con la neurosis obsesiva, la histeria, la fobia, etc., ya que en su abordaje al caso Schreber trabaja el aspecto paranoico de la "dementia paranoides". Sin embargo, lo destacable de su aporte es el esfuerzo por mantener dos entidades clínicas diferenciadas estableciendo sus mecanismos específicos.

El término mismo esquizofrenia no forma parte del vocabulario clínico de Lacan. Una de las pocas referencias presentes en su obra aparece en L‘Etourdit donde habla de "el dicho esquizofrénico", en el sentido de "el llamado, el supuesto esquizofrénico". Hay que tener en cuenta esas comillas que Lacan nos enseña a poner sobre las categorías comunmente aceptadas.

No podemos abordar las psicosis y menos aun la esquizofrenia sin introducir allí la función del sujeto. Lacan indicará una sumisión completa a las posiciones subjetivas del enfermo que a menudo son sólo reducidas al proceso mórbido. Lacan lo hará vía el análisis de la alucinación.

La alucinación

Lacan postula la alucinación como una cadena significante independiente del sensorium que se impone al sujeto en su dimensión de voz.

No se tratará de pedir razones al percipiens por el perceptum sino de interrogarse por la estructura de ese perceptum. Esta estructura es distributiva, es decir, de varias voces que pone al percipiens pretendidamente unificador como equívoco. Si bien no se produce la unificación del percipiens, su identificación reasegura su existencia amenazada.

Lacan recurre a las categorías gramaticales de Jakobson cuando aborda el análisis de las alucinaciones, considerando la estructura de la alucinación como estructura de palabra. Indica dos de las relaciones entre código y mensaje como formas prevalentes en el discurso de los psicóticos. Estas son, por un lado, los fenómenos de código y, por otro, los fenómenos de mensaje.

Fenómenos de código: por ejemplo el neologismo. Se trata de un código constituido por mensajes sobre el código. "Las alucinaciones informan al sujeto sobre las formas y empleos que constituyen el neocódigo". Los lingŸistas lo han llamado mensaje autónimo: es el significante mismo, y no lo que significa, lo que constituye el objeto de la comunicación.

Fenómenos de mensaje: Es el mensaje reducido a lo que en el código indica el mensaje, por ejemplo las frases interrumpidas. El mensaje se interrumpe en el punto donde termina el shifter, es decir, la partícula del código que indica el lugar de quién habla en el mensaje; sólo tiene el valor de indicar sin predicar nada de él.

Como dice Lacan "Los mensajes de código y los códigos de mensaje se distinguirán en forma pura en el sujeto de la psicosis" ("Subversión del sujeto...") . Es decir, un código en el lugar del mensaje, un mensaje que es todo código. Lacan destaca la predominancia de la función significante en ambos órdenes de fenómenos. Tiene la misma estructura que la del nombre propio, que sólo adquiere su estatuto en el interior del código. Nombre propio que, en tanto puro significante que no significa nada, tiene la función de designar al sujeto en su absoluta singularidad, no predicando nada del mismo.

"La relación del nombre propio con la voz ha de situarse en la estructura de doble vertiente del lenguaje hacia el mensaje y hacia el código" (Lacan "De una cuestió n preliminar...")

Ante la pregunta ¿quién soy?, el neurótico responde con su yo. A esta pregunta, la alucinación que lo nombra, es la respuesta posible para el psicótico que le llega al lugar del nombre propio.

Nombre propio

El lenguaje preexiste a la entrada que hace en él cada sujeto … Y también si el sujeto puede parecer siervo del lenguaje lo es mucho más de un discurso en el movimiento universal del cual su lugar ya está inscrito en el momento de su nacimiento aunque solo fuese bajo la forma de su nombre propio.

Jacques Lacan,

"La instancia de la letra…"

El nombre propio, si bien accidental y accesorio, es irremplazable. Tiene la función de designar al sujeto en su absoluta singularidad. Se lo puede pensar como el modelo de la esencia identificatoria del rasgo unario (Uno de la diferencia). Es una pura marca diferencial que tiene como función primordial la de distinguir, y no la de significar.

El nombre propio se funda en la letra, soporte material del significante, pura marca distintiva. "Entonces, si la letra así concebida presentifica la esencia del significante, la función de identificación no es en primer lugar de significación sino de nominación" (Bruno, El dicho).

Lacan, en "LíEtourdit" lo menciona como el "dicho esquizofrénico". Se puede pensar, el dit (en francés) en su doble vertiente: como participio pasivo y como sustantivo: "el sujeto sería dicho por un dicho del Otro, pero no llamado en el sentido de la nominación".

El esquizofrénico no tiene un nombre, falta que se le haya dado un nombre en el discurso del Otro materno. Podría plantearse que lo que diferencia la esquizofrenia de la paranoia es que en la esquizofrenia el Nombre del Padre está ausente del discurso de la madre y ello, de forma extrínseca a la posición paterna, es decir, el Nombre del Padre simplemente no ha sido promovido. No hubo nada que nombrara al deseo del que, sin embargo, surgió el niño, éste no era más que un cuerpo cómodo o molesto para la madre. Debido a tal ausencia de nominación puede decirse que ese deseo es anónimo. Con lo cual, si no hay un deseo que extraiga al sujeto del anonimato de la lengua: "eso habla de él sin nunca dirigirse a él".

Tomando el aporte de la lingŸística (Oswald Ducrot, Decir y no decir), podríamos rescatar el valor del acto ilocutorio como la pretención de producir una transformación jurídica, creando derechos y obligaciones para los interlocutores. Los participantes en el acto ilocutorio son el locutor y el destinatario, pero además, plantea que se puede ser auditor del acto, sin ser destinatario. El auditor es aquél ante quien se habla y el destinatario es aquél a quien se habla. Si bien el destinatario es siempre auditor, el auditor no es siempre destinatario.

Planteamos que el esquizofrénico es auditor pero no destinatario de su propio nombre.

Tomemos un caso:

Gabriel tiene 20 años. Ingresó al Hospital de Día en febrero del 95, luego de cinco meses de internación. Se lo interna con alucinaciones auditivas, visuales y kinésicas e ideación delirante y mística. Su desencadenamiento parece producirse cuando ingresó a la escuela secundaria, comienza a escuchar voces que lo cargan pero, en principio, como no le molestaban no dijo nada. La situación empeora, comienza a ser medicado en el Alvear pero no funciona la medicación e intenta tirarse debajo de un colectivo: "No podía soportar más las voces, lo mejor era matarse".

Gabriel tiene un hermano dos años mayor que él. Dice su madre: "Entre A. y Gabriel tuve cinco embarazos, pero el padre me los hizo abortar porque pensaba que no eran hijos suyos. De Gabriel pensó lo mismo. A Gabriel nunca lo quizo, siempre hizo diferencias entre los dos hermanos, simpre le hizo hacer las peores tareas. Yo decidí no separarme para que los hijos vieran las actitudes del padre".

En la actualidad sigue teniendo alucinaciones: "veo como en una película que cargan a la gente", "siento que me tiran balines, que me cortan la planta del pie, la garganta", lo manejan, lo hacen bailar, saludar, hacer chistes: "me lo hacen hacer directamente, no me dicen que lo haga, me lo hacen hacer".

Gabriel dice: "Las voces me dicen ‘Tontoní, ‘Tontón Fatalityí. Antes era peor, era como un disco rayado: ‘Tontón Fatalityí, ‘Tontón Fatalityí todo el tiempo. Ahora es dintinto, hablan distintos temas, cuentan lo que hago, cuentan cosas mías, cosas íntimas: ‘Tonton tiene 20 añosí, ‘Tontón se hace 3 o 4 … por díaí [son medias zarpadas], ‘Tontón sos un inutil, no sabés hacer nadaí".

Sobre este "Tontón" dice: "Tontón es por tonto. Es el sobrenombre que me pusieron las voces, me llaman así". "Todas las voces me llama Tontón, me quedó ese sobrenombre, se ve que están acostumbradas ¿no?".

Gabriel no puede discriminar las voces que escucha, no las diferencia, no las reconoce, no sabe por qué le hablan. Dice que no lo molestan tanto como antes, pero que cuando está aburrido le empiezan a hablar. Cuenta que casi todo el tiempo lo tratan mal y eso lo hace bajonear, le dicen "Tontón bobo", "Tontón puto", "Tontón anormal", "Tonton inutil, no sabés hacer nada". Si no lo cargan a él, cargan a la gente, hacen chistes sobre los demás, los hacen ver como deficientes mentales, "me quieren hacer reir, pero a mi no me gusta burlarme de la gente, me aguanto *hace una mueca*: ‘Esa enferma es la novia de Tontóní ". "Hay veces que las voces están contentas y me tratan bien *dice sonriente* me dicen: ‘Tontón te amo, bebé, mi amor, papito, Tontón te amoí, debe ser la voz de una mujer ¿no?". Le pregunto si esto le gusta y dice "Si, a todos le gusta que le digan cosas lindas, lástima que me lo dicen poco".

La madre dice que en el período previo a su internación él mismo enunciaba su alucinación: "así que te compraste un reloj, Tontón", "Estás lindo hoy, Tontón". Inclusive le decía a gente del barrio "Yo me llamo Tontón".

Podríamos pensar, por los dichos de la madre, que el Nombre del Padre no ha sido promovido. La función del Nombre del Padre de darle un nombre ha fallado. Gabriel ha sido auditor pero no destinatario de su propio nombre.

Diremos entonces que ante esta falta de inscripción del nombre éste emerge en lo real vía la alucinación, o mejor dicho, la alucinación viene al lugar del Nombre propio. La alucinación lo bautiza ahí donde Gabriel está perdido en el anonimato de la lengua. Así, el paciente sería auditor y destinatario de un nombre: Tontón. Que, si bien lo nombra, no lo encadena a un linaje

Dice el paciente que Tontón viene de tonto. Así, Tontón supo ser, en su origen, una injuria. "El insulto es un juicio que convence al sujeto pues tiene la función de asegurar su existencia". "El insulto pone fin al diálogo, interrumpe la vacilación del sujeto en la ambigŸedad y retorna sobre él como soporte identificatorio" (J. Jinkis "El insulto y la metáfora"). Esta función restitutiva es precaria ya que proviene de una significación y, por ende, no llega a sustituir la función nominación. Tontón, distingue a partir de que significa.

Tomando a Benveniste, Tonton sería un eufemismo, es decir, un disfraz, un ocultamiento del caracter injuriante de esa palabra. El sujeto aprovecha esta caracterización significativa de la injuria para darse un nombre.

Lo que sucede es que en un primer momento la alucinación resulta injuriante para el sujeto, luego Tonton se sustantiviza, pierde el carácter injuriante y pasa a ocupar el lugar vacío del "Nombre propio". Ahora, tiene sólo valor injuriante cuando viene acompañado de puto, inutil, anormal en tanto predicación que adjetiviza el sustantivo Tontón.

La injuria intenta así reemplazar la función de nominación.

Retomando el recorrido que guió nuestro trabajo, que fue el de seguir la indicación de Lacan de someterse a las posiciones subjetivas del enfermo para un tratamiento posible en la psicosis, intentamos diferenciar, en la esquizofrenia, aquellas alucinaciones que tienen un valor nominativo en tanto vienen al lugar del nombre propio. Pero, si bien tienen una función restitutiva, ésta es fallida, en tanto este nombre no es diferenciador sino como sedimentación de un significado, de una significación injuriosa.

 

Bibliografía

Benveniste, "Blasfemia y eufemismo", Problemas de linguística general.

Bleuler, Eugene, Demencia precoz, el grupo de las esquizofrenias, Hormé.

Bruno, Pierre, "El dicho *Sobre la esquizofrenia*".

Ducrot, Oswald, "Ilocutorio y performativo", Decir y no decir, Anagrama.

Freud, Sigmund, "Observaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia ("Dementia Paranoides") autobiográficamente descripto", Obras completas.

Jinkis, Jorge, "Transferencia y alucinación" y "El insulto y la metáfora", Lo que el psicoanálisis nos enseña, Lugar Editorial.

Lacan, Jacques,

Miller, Jacques-Alain,

Pereyra, Carlos, Esquizofrenia. Demencia Precoz.

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