El desarrollo del cachorro humano
José R. Kremenchuzky
N. Manavella, C. Sykuler, I. Sobol, G. Bernztein, N. Filidoro
Cada niño presenta una situación distinta. Cuando un trastorno ya está instalado, es difícil revertirlo y los progresos son muy lentos, con gran sufrimiento familiar. Antes de que se consolide el problema, especialmente antes de los dos años, se puede dar cuenta de signos que permiten detectar cuestiones en la estructuración psíquica, investigar la causa y elaborar estrategias que permitan, tal vez, cambiar la historia.
El término problema -en lugar de trastorno- ofrece mayor funcionalidad cuando los niños están presentando las dificultades y con la detección precoz de los signos se pueden elaborar estrategias para lograr el apego. Hablar tempranamente de Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD) o Trastorno del Espectro Autista (TEA) implica cargar al niño con diagnósticos que hablan de pronósticos muy difíciles de esquivar, clausurándose los caminos que deben transitarse para buscar un entramado originalPrólogo
Este libro recorre un conjunto de cuestiones que fueron apareciendo a lo largo de los años en mi trabajo cotidiano, atendiendo niños como médico de cabecera. Desde hace bastante tiempo siento la necesidad de dejar por escrito mi punto de vista para compartirlo con los que atienden niños y puedan así recoger una referencia, en algunos casos distinta, en otros, cuestionadora. Agradezco a Graciela Bernztein, Norma Filidoro, Norma Manavella, Irene Sobol y a Claudia Sykuler el acompañamiento y el trabajo que han aportado al proyecto. También a Marcela Pereira y al equipo del sello editorial, quienes recibieron el manuscrito y tuvieron la paciencia necesaria para ordenar, en poco tiempo, el desorden acumulado y permitieron que surgiera un hilo coherente para las ideas que quería expresar.
Vivir y sentir el clima del Hospital de Niños al ingresar en el ‘72, abrir los sentidos, incorporar una mística, enfrentar el dolor, recibir las enseñanzas de nuestro querido “Tano” Gianantonio cuando afirmaba que cada pedíatra lleva sus cruces sobre las espaldas. Padecer el significado real de este enunciado, que no me abandonó hasta estos días. Encontrar a Margarita Vitacco, con su paciencia, aliviando ese peso, el de las cruces. A partir de ahí, yo ya no sería el mismo; desde allí continué actuando en otra vuelta del camino, para seguir junto al cachorro humano. Por momentos en ámbitos más institucionales, más tarde en otros de mayor soledad y creatividad en el consultorio, sin correr desesperado a ver qué decían la norma y el vademécum del Hospital; encontrar reparos en lecturas antes sagradas, como la de las “Clínicas de Norteamérica”; buscar grupos interdisciplinarios; seguir las vueltas de un río con mi conciencia de lastre que actuaba contrarrestando la contundencia de nuevas modas -que a veces tienen su razón de ser y otras son simples… modas, pero que ejercen un efecto deletéreo-, ése fue mi rumbo entonces. Y, finalmente, intentando una vía diferente para la transmisión, otra distinta de aquella que hubiera deseado para las generaciones más jóvenes, en gratitud y siendo consecuente con lo que mis “mojones” dejaron en mí.
Quiero tímidamente escribir, como aficionado, según afirma Cortazar de él mismo, no con falsa modestia de su parte, sino con el claro convencimiento de que era su única forma de hacerlo.
Polemizar, no para generar otra verdad, sino para que sirva a aquel que, quizás en las antípodas de una idea vertida, pueda relativizar algo de su propia creencia. Nuevamente al estilo de Cortazar en Rayuela, para que el lector pueda tener un cuento diferente de acuerdo con el modo en que lo lea y deje de ser pasivo para tomar la posición activa. Para entender la complejidad del humano, la que no se resuelve ni se abarca con ninguna dicotomía entre lo orgánico y lo psicológico, lo estructural o lo funcional y le permita abandonar los bandos. Dejar la linealidad a un lado.
Tampoco se trata de un ataque a las neurociencias, de las que esperamos grandes avances y respuestas en sus distintos campos: molecular, genética, inmunología, imágenes, etc., que permitan solucionar cuadros diversos, degenerativos, errores del metabolismo, lesiones anátomo-funcionales que hoy no tienen respuesta.
Tal vez el camino se retome por otra senda que no será la de catalogar conductas, uniformarlas para un tratamiento conductual, nominarlas, con lo que sólo se consigue obturar y tolerar lo que no se sabe, sino permitiendo búsquedas de entramado causal, más difíciles, pero con otro resultado a más largo plazo.José R. Kremenchuzky
José R. Kremenchuzky
Médico (UBA). Especialista en Pediatría y miembro Titular de la Sociedad Argentina de Pediatría. Ex residente y ex jefe de Residentes del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, ex instructor de Residentes y médico de cabecera del Sanatorio Güemes (1977/1989). Efectuó tarea docente en la Sociedad Argentina de Pediatría, dirigiendo el Curso Fundamentos Pediátricos (1992/1994) y en el Programa Nacional de Actualización Pediátrica (PRONAP) como colaborador docente y coordinador de encuentros presenciales (1993/1994; 1998/2000). Miembro del Comité de Pediatría Ambulatoria. Miembro del Grupo de Interconsulta (1996/2000) y coordinador del Grupo de Estudio de Trastornos del Desarrollo y Aprendizaje del Comité de Pediatría Ambulatoria, Sociedad Argentina de Pediatría (2001/2006)