Investigación
<> Psicoanálisis
Gabriel
Pulice - Federico Manson - Oscar Zelis
En el año 1993 se creó en la Fundación Estilos el Centro de Investigación en Autismo y Psicosis Infantil (CIAPI), dirigido por Miguel Calvano 1 y Rodolfo Iuorno 2, quienes dictaron el primer Seminario de Investigación en ese contexto. Por entonces comenzó a funcionar también la Escuela de Formación de Investigadores Clínicos (EFIC), dirigida por el Dr. Guillermo Pragana. Al año siguiente, al fallecer Rodolfo Iuorno, el seminario quedó a cargo de Miguel Calvano, continuando el funcionamiento de la Escuela. En 1995 se reestructura el área de investigación, pasando a denominarse Seminario de Investigación, fusionándose la EFIC y el CIAPI. Además de las presentaciones teóricas, se realizaban presentaciones de los alumnos sobre los temas que ellos mismos estaban investigando. En 1996, con la finalización del Seminario de Psicoanálisis para Graduados que desde el año 1984 venía dictando el Dr. Alejandro Ariel, se inaugura el Programa de Formación en Psicoanálisis, pasando a ser el Area de Investigación una de sus instancias, y nosotros -por entonces junto a Patricia Pellizzari- sus coordinadores.
Es en ese contexto en el que comenzó a desarrollarse una ardua investigación bibliográfica que, desde el inicio, estuvo articulada a la experiencia clínica con la que cada uno de nosotros contaba como su capital más preciado; y en la que, además, continuamos estando involucrados. En una buena medida, esa experiencia estaba jugada en ámbitos que no eran -al menos hasta hace no mucho tiempo- los más habitualmente transitados por los psicoanalistas: el tratamiento de pacientes psicóticos; el autismo; el trabajo con adolescentes en conflicto con la ley; las adicciones en sus diversos modos; y toda una larga lista de otros «fenómenos clínicos» que se presentaban ante nuestra exploración bajo la forma de una repetida e inquietante serie de interrogantes: ¿Qué hacer con estos pacientes? ¿Intentar llevar adelante una clínica que tuviera alguna eficacia implicaba entonces alejarnos del Psicoanálisis, y de «su» Ética? ¿Era más «ético» declarar a esos pacientes, simplemente, como inanalizables? Pero entonces, ¿cómo fijar los límites del psicoanálisis, los límites de su incumbencia, los límites de su práctica y de su ética?
En algunas ocasiones, desafortunadamente, la lectura de Freud parecía estar lejos de poder orientarnos. No hay en Freud una «clínica de las psicosis», aunque jamás dejó de interesarse por ellas, llegando incluso a abrir alguna perspectiva de tratamiento sobre el final de su obra, a través de ciertas indicaciones y sugerencias que introduce en Construcciones en el análisis (1937), pero que no alcanzó posteriormente a desarrollar. Tampoco hallamos en Freud demasiadas referencias al tratamiento de adolescentes -por citar otro ejemplo-, más bien en este último campo los pocos casos de los cuales tenemos noticias -entre ellos el de Dora y el de la joven homosexual- terminaron en fracasos, o con interrupciones abruptas, sin que se haya registrado allí algún «éxito terapéutico» destacable. Como paradoja, hallamos que uno de los escasos «tratamientos exitosos» de adolescentes por parte de Freud transcurre en un ámbito bastante alejado del dispositivo habitual 3
Con Lacan, a pesar de su permanente aliento a la inserción de sus discípulos en diversos ámbitos de trabajo, en ciertos aspectos no tenemos mucha mejor suerte. Nos referimos, por ejemplo, a que si bien va a haber de su parte una apuesta muy fuerte respecto del abordaje de las psicosis, despejando casi en el inicio de su enseñanza ciertas coordenadas esenciales para poder pensar una clínica diferencial, no hay sin embargo demasiadas indicaciones respecto de cómo atravesar tales «cuestiones preliminares»: no hay prácticamente indicaciones técnicas, por ejemplo, respecto de cómo sortear las dificultades específicas que allí se plantean; dejando, por otra parte, demasiados interrogantes abiertos sobre temas para nada menores, como por ejemplo acerca de cómo pensar la especificidad de la transferencia en las psicosis y su tramitación, cómo pensar el dispositivo de tratamiento adecuado, etc. Con algo similar nos encontramos, tomando otro ejemplo, respecto del campo de la criminología: nuevamente «cuestiones preliminares», en su Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología. Otra vez el aliento a no retroceder, junto a la pregunta implícita que nos es legada: «Pero entonces, ¿cómo continuar?». Lo que nos hace recordar al momento en que Morfeo, en un pasaje memorable de la película Matrix, le dice a Neo que él «puede guiarlo hasta la puerta» pero «no puede decirle cómo trasponer el umbral».
En su Seminario de investigación «Introducción al post-analítico», J. A. Miller da cuenta de cómo, llegados a ciertas zonas de elaboración de saber, ninguna aplicación mecánica de lo ya sabido puede funcionar, hay una producción de conocimiento que ya no puede esperarse de los procedimientos habituales de pensamiento tales como la deducción o la inducción. Es decir, hay cosas que no pueden inducirse o deducirse de lo sabido, hay preguntas que atraviesan su manto, que persisten. O que nacen precisamente allí, donde termina el saber, en los límites y en los agujeros del conocimiento, adonde lo real muerde lo simbólico y, entonces, es necesario ir a buscar las respuestas a otro lugar.
La pregunta que nos hacíamos, por otra parte, era si podríamos sustraernos del tedioso tecnicismo en el que -casi invariablemente- se veía caer a todos aquellos que se aventuraban a desarrollar algo relativo a la Teoría de la Investigación, aún en el campo de la Psicología y, más específicamente, del Psicoanálisis. El encuentro de Freud con Sherlock Holmes en la novela de Nicholas Meyer, Elemental, Dr. Freud -que uno de nosotros azarosamente había leído algún tiempo atrás-, fue el primer indicio de que, al menos, era posible intentarlo. En eso estábamos cuando llegó a nuestras manos el texto que definitivamente nos permitió confirmar nuestra idea de que la rigurosidad no estaba de ninguna manera reñida con la búsqueda de una estética que hiciera del trabajo científico algo distinto de un tortuoso calvario: El signo de los tres, esa maravillosa compilación de Umberto Eco y Thomas A. Sebeok, ha sido para nosotros, a partir de allí, un verdadero remanso en donde nos detuvimos y regresamos todas las veces y todo el tiempo que fue necesario para nutrirnos y reaprovisionarnos, para poder luego sí continuar nuestra marcha a través del desierto. Allí nos encontramos con Charles Sanders Peirce y también allí tuvimos ocasión de volver a descubrir a Edgar Allan Poe, además de una larga lista de encuentros que imprimieron una marca muy fuerte en nuestro recorrido. Pronto notamos, además, que todo ese material era perfectamente articulable con la problemática epistemológica y metodológica propia del psicoanálisis -en particular, en lo que respecta a su campo específico de investigación-, y que la presencia de Freud en el espíritu de ese texto era mucho más fuerte que lo que su título permitía «adivinar». Es así como fue surgiendo el Seminario de Investigación en Psicoanálisis que, desde 1998, hemos dictado en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires a través de su Centro de Estudiantes y, más tarde, de su Secretaría de Extensión Universitaria. Ese año, se sumó a nuestro trabajo Oscar Zelis, que desde entonces ha compartido con nosotros tanto la tarea docente como la escritura, la selección y la revisión del material que, finalmente, nos decidimos a publicar.
En febrero de 1999, y por invitación del Grupo de Estudios Psicoanalíticos de La Habana a través de una de sus fundadoras, Maritza Bernia Fernández, hemos presentado nuestro trabajo en la Casa Fundación Simón Bolivar, en esa ciudad. El permanente -y más que fructífero- intercambio de experiencias sostenido con ella desde hace varios años, justifica la invitación a que se sumara a nuestro proyecto 4. Asimismo, nuestra amistad y nuestro trabajo compartido con Miguel Calvano, como señalábamos en el inicio, viene de algunos años más atrás. Eso nos llevó a invitarlo, primero, a sumarse a nuestro seminario para incluir allí un tema largamente trabajado por él, y que era de nuestro mayor interés: La investigación sexual infantil . Luego, y dado que ese material permanecía inédito, pensamos que sería un excelente complemento del nuestro, por lo que no podía dejar de estar en esta publicación.
Para finalizar, en el último seminario que dictamos a través de la Secretaría de Extensión Universitaria, en 1999, tuvimos ocasión de conocer el trabajo que Luis Disanto venía desarrollando en relación al enigma de los Asesinos Seriales, tema que rápidamente logró cautivarnos a nosotros también. Fue una grata sorpresa descubrir -por otra parte- que el abordaje que nos habíamos propuesto tenía muchos puntos en común. Surge allí la iniciativa de un trabajo compartido o, al menos, de compartir algunos espacios: ese es el motivo de nuestra participación en la página web del Instituto de Investigaciones del Campo Psi-Jurídico -por la que debemos agradecer también, y muy especialmente, al Dr. Juan Dobon-, y lo es asimismo de la futura participación de Luis en nuestro libro por venir.
Gabriel Pulice - Federico Manson - Oscar Zelis
Notas
1 Jefe del Departamento de Docencia e Investigación del Hospital Infanto Juvenil Carolina Tobar García.
2 Por entonces coordinador del Hospital de Día del Hospital Alvear.
3 Katharina, en Estudios sobre la histeria.
4 Su trabajo, al igual que el de Luis Disanto, forma parte de nuestro segundo volumen.